No llegamos
al reconocimiento y penetración del alma de los demás, sino después de
haber agotado el misterio de nuestra alma. El artista que no sabe hallar la
verdad en su propia interioridad, no sabrá hallarla en el alma de los
otros; porque al fin y al cabo todos los seres humanos, tenemos cierta
similitud; ya que al igual que semejanzas corporales, también las tenemos
anímicas.
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El estudio psicológico es
profundamente humano, desentraña el enigma del hombre mismo, y por ende, el
de la sociedad, porque no se aleja de la emoción, la subjetividad y la pasión
que hacen una verdadera obra artística.
Toda obra de arte es una
auto-revelación. Un artista (cualquier género) no revela algo en sus obras,
sino que se revela a sí mismo.
El alma de los otros no le es sino
un (pre)texto para mostrar su propia alma. La vocación es la revelación de la
conciencia.
El personaje (persona, objeto,
paisaje, situación, etc.) y el autor se identifican plenamente. La
profundidad del autor, como artífice creador, consiste en el trasunto de sí
mismo, de las circunstancias en que le ha tocado vivir y la profunda humanidad
del hombre que ha convivido con él en una época.
Es necesario penetrar el insólito
e insoportable mundo del inconsciente, que es nuestro íntimo abismo, pero el
más auténtico que poseemos; y abarcar, al unísono, las fuerzas ocultas que
gobiernan, irremediablemente a los seres humanos.
Todos sabemos poco de los que nos
rodean, todos necesitamos de una oportunidad en que debemos decir: soy éste,
no el que crees que tú crees.
Así pensamos que todo artista ha
sentido en algún momento, la inquietud incontenible de saber lo que ocurre
dentro de su alma, porque a pesar de que la llevamos dentro y es tan nuestra,
es lo más difícil de interpretar. Así al conocer algo de nuestra intimidad,
de nuestros pensamientos, sentimientos y reacciones íntimas, aplicamos este
acervo para comprender a los demás seres que nos rodean.
No llegamos al reconocimiento y
penetración del alma de los demás, sino después de haber agotado el misterio
de nuestra alma. El artista que no sabe hallar la verdad en su propia
interioridad, no sabrá hallarla en el alma de los otros; porque al fin y al
cabo todos los seres humanos, tenemos cierta similitud; ya que al igual que
semejanzas corporales, también las tenemos anímicas.
La fórmula más elemental que puede
emplear un artista para interpretar la vida interior, se reduce a la
constante y acuciosa observación y al análisis fiel de sus reacciones
íntimas; tal debería ser la primera meta de cualquier artista. La lucha
espiritual y antagónica que sostiene cada artista ante sí mismo y ante su obra:
el miedo, la timidez, el odio, el desprecio, la angustia, el narcicismo, la
soledad, la culpa.
Estos “demonios” que acosan la
vida del artista, no son falsos, sino verdaderos, al extremo de decidir
crucialmente la conformación de su conducta y personalidad, determinando con
ello, el fracaso o el éxito de su existencia como persona y como artista;
donde cada obra (cualquier género) es un enfrentamiento (confrontación) del
artista con los problemas suscitados en su propia conciencia.
Así podemos entender el origen y
destino de la obra artística. * PhD. Colaboración
especial para LatinPress®. LPs.
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