miércoles, 30 de octubre de 2013

La crisis del capitalismo rentístico y el neoliberalismo mutante (1983-2013)

Saludos cordiales
Comparto un análisis de largo plazo de la coyuntura actual en Venezuela. Y los peligros latentes de una profundización del rentismo.
Emiliano
      


“Somos una casa invadida por las termitas. Por fuera todo se mira bien. Ahora se construye mucho, se hacen grandes carreteras con el dinero del petróleo, se hará mañana una gran ciudad, hasta cambiarán por otra a nuestra Caracas, pero la procesión va por dentro, hijo. El suelo se sostiene sobre el aire. El corazón de la tierra ha sido perforado, y a medida que sacan el petróleo, queda vacío. Se va la soberanía y con el dinero vienen los vicios…”
Fragmento de “Los Riberas” de Mario Briceño Iragorry, 1957



Los crecientes y notables desajustes económicos, que están afectando de manera preocupante el consumo básico de los venezolanos, lo cual evidentemente tiene un correlato en el clima político nacional, nos invitan a poner sobre la mesa una fundamental pregunta: ¿estamos en una crisis en Venezuela? La respuesta depende de la mirada histórica del proceso.

Si una crisis es una “ruptura” que da paso a una mutación importante en el desarrollo de procesos históricos, entonces cabe preguntarse ¿cuándo se inicia dicha mutación? La variable renta petrolera, es la variable fundamental que sobredetermina la realidad social, política y cultural de Venezuela, por lo tanto, las bases de los grandes desajustes actuales nacen de un proceso que se da desde mediados de los 70 y tiene su momento declarativo en el llamado “Viernes Negro” de 1983. A partir de este período, los pilares de la sociedad rentista comienzan a resquebrajarse, e iniciamos en Venezuela un período de desequilibrios estructurales que, con grados de severidad variables, se mantiene hasta nuestros días. Los desequilibrios actuales son expresiones de una misma crisis estructural de nuestro modelo rentista, inserta a su vez en una crisis civilizatoria global.

Con esto no queremos obviar la dinámica social y política que se ha desarrollado en el país desde aquel momento, ni mucho menos. Cuando el economista y diputado por el Distrito Capital a la Asamblea Nacional, Jesús Faría, identifica las causas de la coyuntura actual ―a su juicio, la más compleja de la revolución en 14 años, además de la de 2002-2003― planteando que la situación de escasez “obedece tanto al acaparamiento como al desabastecimiento[1], coloca juntos dos términos que en el debate político polarizado son generalmente excluyentes: acaparamiento (término del discurso del gobierno) y desabastecimiento (término del discurso de la oposición), lo que muestra que la situación de conflictividad política es mucho más compleja de lo que normalmente aparece en estos discursos partidistas. Lo que queremos resaltar es que toda la disputa política por la renta petrolera, sea entre las élites nacionales o en la lucha entre el poder constituido y el poder constituyente, ―esta última, fuerza originaria y motor de la Revolución Bolivariana―, se da sobre el espinoso terreno del capitalismo rentístico, el cual, después de 30-40 años, tiene sus estructuras severamente carcomidas.

La Revolución Bolivariana entonces, no debe evaluarse sólo como proceso de ruptura histórica, sino también de continuidad con el pasado. Uno pudiese plantear de manera muy general que existen tres grandes misiones sobre las que se han centrado y se centran las expectativas revolucionarias del proceso político venezolano reciente: 1) Saldar la enorme deuda social acumulada de históricos procesos de explotación y exclusión de trabajadores y trabajadoras; 2) Haber al menos iniciado una clara transición post-rentista; y 3) Haber puesto en marcha una Revolución Cultural que resquebrajara y comenzara a poner en entredicho nuestra cultura del petróleo, nuestro imaginario rentístico, abriendo el camino hacia la construcción una nueva subjetividad de autovaloración productiva. A estas alturas, y sin poder profundizar aquí sobre este amplio y trascendental debate, debemos preguntarnos sobre el saldo actual de estas tres grandes misiones; plantearnos en qué sentido, y hasta qué grado, la Revolución Bolivariana se ha traducido o no, en un refrescamiento político y en una repotenciación del viejo modelo rentista.

El renacimiento del Petro-Estado desarrollista en la Revolución Bolivariana, luego de iniciado el proceso de crisis y desnacionalización de la economía, si bien abrió un período que podríamos llamar de dignificación popular rentística, se enfrenta a los límites de su propia estructura, estableciendo los topes de las propias reivindicaciones populares alcanzadas, y trazando las fronteras de alcance de las mismas, las cuales pueden hacerse más angostas. Los (viejos) desequilibrios que sufre nuestra economía, y su subyacente estratificación social, son encubiertos como ilusión por la renta petrolera. Hacer una revolución socialista en el seno del capitalismo rentístico nacional tiene límites estructurales que necesariamente, deben salvarse más allá del propio rentismo.

Creemos que aquí está una de las claves del problema planteado: pensar y construir la salida del modelo rentista más allá del propio rentismo, se vincula con resaltar el efecto mismo que tiene la entrada de una renta internacional totalmente desproporcionada sobre nuestra estructura económica doméstica cada vez más improductiva. La marejada de petrodólares que entraron a Venezuela desde los 70 a raíz de los booms internacionales del precio del crudo ―1973, Guerra del Yom Kippur; 1979, Revolución Iraní; y recientemente 2004 hasta hoy, basado en muy buena medida en el llamado “Efecto China”―, han tenido tales efectos sobre la economía nacional que nos obliga a interpelar radicalmente esa matriz productivista, extractivista y crecentista que domina no sólo el pensamiento político y económico nacional, sino el imaginario social. El ciclo: Boom de precios petroleros de los 70 – desarrollismo – depreciación de la moneda y devaluación (Viernes Negro 1983) – endeudamiento externo hasta llegar al impago de la deuda y sucesivo paquete de ajuste estructural del FMI (1989), tiene que ser un llamado de atención para evitar recrear una historia similar en la actualidad. Pero sobre todo nos tiene llevar a una pregunta fundamental: si son éstos los efectos estructurales de una inundación de divisas, a estas alturas ¿es la renta petrolera dinamizadora de formas productivas, o bien es un obstáculo para este objetivo?

Creemos que esta crucial pregunta es transversal a todo proyecto político nacional que apunte a salir del modelo rentista parasitario. Es menester resaltar, por un lado, que dicho cuestionamiento no se plantea en términos absolutos; más bien cabe examinar, como lo haremos en nuestro caso, en qué grados la renta internacional petrolera es primordialmente un obstáculo que incluso llega a generar consecuencias nefastas en la dinámica económica, política y cultural de la nación, y en qué grados, generalmente sectorizados, parasitarios e inorgánicos, dinamiza el flujo y la reproducción monetaria en el país.

Por otro lado, el intento de responder a esta pregunta para el caso del modelo venezolano, pasa por comprender que la renta no es un obstáculo per se, debido a que el problema rentístico es un asunto de magnitudes relativas, es decir, que la condición rentística se basa en la proporción que hay entre esta renta internacional captada en un espacio nacional determinado, y la capacidad productiva doméstica ―producción de valor agregado nacional[2]. Este rasgo es fundamental porque la manera como se implanta el modelo rentista petrolero en Venezuela es muy particular, donde se combinaron, el progresivo incremento de la captación de una renta del que fuera el principal productor petrolero del mundo hasta 1970, con una de las estructuras económicas nacionales más atrasadas ―en términos de desarrollo capitalista― de toda América Latina para inicios del período petrolero. Se trata de una súbita y acelerada implantación de la modernidad extendida por décadas, que tendrá características muy particulares.

Por lo tanto, comprender el modelo rentista venezolano, a pesar de notables similitudes estructurales tanto con las economías latinoamericanas, como con las sociedades petroleras del mundo, requiere resaltar el carácter sui géneris del capitalismo rentístico nacional, en el cual, los efectos de las oleadas de inundación de divisas internacionales, de magnitudes considerablemente desproporcionadas respecto al metabolismo interno del país, genera consecuencias verdaderamente perniciosas.

La crisis de largo plazo y los efectos de la inundación rentística
Comúnmente, en el pensamiento económico y político nacional se ha dicho que uno de los principales factores que ha impedido que la renta sea un dinamizador ha sido su mala administración, obviándose el efecto inherente que tiene dicha renta sobre el metabolismo sui géneris venezolano, un problema endémico. En mayo de este año (2013), el ministro de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez, afirmaba que Petróleos de Venezuela (PDVSA) había captado desde 1999 a 2012 la impresionante cifra de 427 mil 100 millones US$[3]. Con mucha frecuencia se habla de la necesidad de una “gerencia eficiente” que administre esta enorme cantidad de dinero para que nos lleve hacia el tan ansiado “desarrollo”. Pocas veces oímos decir que más bien, hay una muy significativa relación de causalidad entre la entrada desproporcionada de esa renta internacional, de esa enorme “riqueza”, y la depreciación de la moneda, el aumento de la proporción de las importaciones en el consumo interno, el incremento de los precios domésticos, la fuga de capitales, el auge de la corrupción y el aumento de la deuda pública.

Son reveladores los efectos que genera esta “indigestión de divisas” ―como la llamara Juan Pablo Pérez Alfonzo ante el boom petrolero de los 70― sobre la producción nacional. Cuando revisamos el componente porcentual de las exportaciones desde el inicio de la Revolución Bolivariana, vemos que la tendencia es al incremento relativo de las exportaciones petroleras, en detrimento de las no petroleras. La gráfica de abajo (Gráfico 1) es expresión de cómo la cuantiosa renta estimula un relajamiento de los factores productivos, al reproducir un consumo inorgánico alimentado por un flujo monetario exógeno. Ante el incremento del precio promedio de la cesta petrolera venezolana ―72 US$ en 2010, 101,1 en US$ 2011 y 103,4 en US$ 2012―, a estas alturas, nuestra dependencia del petróleo en las exportaciones es de 96% (2012)[4]. De ahí que en su momento los noruegos crearan el Government Pension Fund Global, conocido como el “Fondo Noruego”, buscando evitar los efectos de la llamada “Enfermedad holandesa”, y que en Colombia actualmente haya preocupaciones similares debido al incremento de los ingresos provenientes del sector petrolero.
Gráfico 1
      Fuente: Andres Giuseppe, con datos del BCV
Estas dinámicas en las que el rentismo genera condiciones y presiona para intensificar el propio rentismo se inscriben en una estructura económica en la que los mecanismos de distribución de la renta son formas que canalizan la reproducción de nuestro esquema parasitario, inserta en un patrón específico de poder monopolizado y asimétrico respecto al poder constituyente (léase, al pueblo). La distribución de la renta entonces, es un acto profundamente político, a la vez que constituye un hecho económico de suma complejidad, inscrito en nuestra condición periférica en el sistema-mundo capitalista.

Los dramáticos problemas que ocurren actualmente en el país con la tasa de cambio no pueden ser sólo comprendidos como problemas administrativos del gobierno, dada la existencia de una intensa guerra económica, pero tampoco puede explicarse únicamente por esta última. Por las propias características de nuestro tipo de economía, la moneda tiende a estar sobrevaluada, para evitar así mayores presiones al alza sobre el nivel de los precios internos de consumo; es un mecanismo de distribución de la renta. No obstante, la inundación de divisas internacionales tiende a sobrevalorar la tasa de cambio, lo que tiene efectos de profundización de los desequilibrios que vivimos en el país desde fines de los años 70.

Hay que hacer una distinción entre depreciación y devaluación de la moneda. Si la primera se da por la dinámica económica y política del capital a escala nacional y global, la segunda es una política monetaria del gobierno de turno. En la medida en la que la inundación de divisas, en este caso dada por el llamado “Efecto China”, genera efectos de desestímulo productivo, tendencias a incrementar las importaciones, así como presiones inflacionarias sobre los productos de consumo básico, la moneda irá progresivamente depreciándose, y aunque se trate de mantenerla sobrevaluada para evitar afectar el consumo, las tensiones económicas obligarán a una llevar a cabo una devaluación. La sobrevaluación de la moneda intenta mantener un equilibrio en la parasitaria e inorgánica economía doméstica, afectada por una marejada de petrodólares producidos en su exterioridad.

En la medida en la que el influjo de la renta petrolera afecta a la productividad en los sectores no petroleros y manufactureros, al tiempo que ensancha el mercado artificialmente, produce un alza endémica de los precios al consumidor. Si bien el problema de los precios es también en buena medida un problema político, debemos rastrear en nuestra estructura, qué fenómenos propician la creciente inflación que afecta a venezolanos y venezolanas. Como lo vemos abajo en el cuadro de Asdrubal Baptista (CUADRO 11.I), el comienzo de un período de desequilibrios a partir de los años 70, muestra la tendencia histórica hacia la baja en la productividad y su relación con el alza de los precios, significativamente vinculado con la indigestión rentística de los booms.

Esta lógica cambiaria rentista expresa la desproporción importaciones/exportaciones, a la vez que la encierra en un círculo vicioso. El desestímulo a las exportaciones y la adicción a los productos importados muestra en los últimos años cifras record. En 2008 se registra un máximo histórico de casi 50.000 MM US$, y posteriormente las importaciones mantienen un comportamiento oscilante que nuevamente apunta al crecimiento hasta romper otra vez el record histórico en 2012 con 59.339 MM US$, un notable incremento del 26,8% respecto a 2011[5]. La gráfica que presentamos abajo (Gráfico 2) es una muestra de los desequilibrios estructurales que sufrimos desde fines de los años 70. Es muy significativo que a pesar de aumentar tremendamente en términos absolutos los ingresos fiscales petroleros, el coeficiente importaciones/PIB se duplica y más entre 1999 y 2012, de 23,5% a 47,7%). No es casualidad que en períodos de booms rentísticos (décadas de los 70 y 2000), estas proporciones hayan mostrados sus valores más altos. Desde 2005 esos valores han roto records históricos, siendo 2007 el valor más alto con 48,5% y 2012 el segundo más alto[6].

Adicionalmente, el Estado venezolano se ha convertido en parte importante en las importaciones totales, tal y como lo ha advertido el economista Manuel Sutherland, siendo que para el período 2003-2012 estas tuvieron un astronómico crecimiento de 894%, sin que ello redundara en un incremento del peso industrial-manufactura en el PIB[7].

Gráfico 2
El reflejo de este círculo vicioso rentístico y del carácter sui géneris de la economía venezolana, lo muestra su alta dependencia y vulnerabilidad alimentaria, única en la región. Paradójicamente el auge monetario ha ayudado a mejorar índices alimentarios en el país, lo cual ha sido reconocido por la FAO, a la vez que ha contribuido a profundizar su dependencia en este renglón, debido a los factores que hemos mencionado, en perjuicio de levantar la producción nacional de alimentos y poder cubrir la creciente demanda. Esta paradoja es una clara expresión del dilema de los efectos del manejo de una enorme renta internacional, sus beneficios ―principalmente visibles en la disminución de los índices de pobreza y desigualdad― y sus perjuicios.

En el cuadro de la FAO que presentamos (Cuadro 2) es notorio que el peor coeficiente alimentario exportaciones/importaciones lo tiene Venezuela ―incluso por debajo de economías muy vulnerables, o de la región del Caribe, que resalta por su fragilidad alimentaria―, siendo importante destacar que la baja densidad de población campesina ―cerca de 90% de la población venezolana (88,5%) es urbana según Censo 2011―, su subjetivación moderna y su relación con el Estado paternalista petrolero, y el tipo de ocupación territorial que se ha dado en el país, se intensifican con los desequilibrios provocados por la inundación de divisas internacionales que sufre la economía doméstica.
Cuadro 2
   Fuente: FAO, Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2012 en América Latina y el Caribe
Ahora bien, como ya hemos dicho, la distribución de la renta petrolera es un acto profundamente político, y no sólo está mediado por la dinámica del mercado capitalista, sino que reproduce un esquema de poder específico. No se puede comprender cómo funciona el capitalismo sólo desde el esquema del circuito inversión-producción-beneficio-inversión ― lo que Marx llamó la reproducción ampliada de capital. El capitalismo es un sistema que, para abrir nuevos procesos de acumulación, y para regular y ajustar los ya existentes, necesita imperiosamente del saqueo, el pillaje, la violencia, el fraude, y una serie de mecanismos similares. Lo que David Harvey ha llamado acumulación por desposesión[8], para describir este proceso constitutivo, violento, fraudulento y colonial de la acumulación capitalista, lo estamos viviendo actualmente en Venezuela con las estrategias políticas de la burguesía tradicional para depreciar la moneda y terminar pulverizando el bolívar, redistribuir regresivamente la renta petrolera generando procesos de concentración de capital, y promover la fuga de capitales del país, mediante diversos mecanismos de guerra de IV generación, poniendo en peligro la estabilidad social y política nacional. El descrédito de la economía generando zozobra, desasosiego y miedo en la población ―que tiene su correlato en la depreciación de la moneda―, el juego especulativo de los precios de los bienes de consumo, manipulando las expectativas de la gente y controlando selectivamente de la demanda, se montan sobre la ola de petrodólares que inundan la economía doméstica ―la compra ciudadana de dólares es también una de las vías de desahogo de esta plétora monetaria.

El problema entonces, es que hablar únicamente de la especulación y acaparamiento proveniente de la burguesía tradicional, para evitar hablar también de inflación y desabastecimiento nos remite a dos problemas:

a) Referirnos a una guerra económica como simplificación unilateral de lo que estamos viviendo actualmente en Venezuela, invisibiliza el hecho de que es fundamentalmente un problema estructural determinado por una lógica política imperante, de carácter extractivista, desarrollista y crecentista, lo cual tiene profundas implicaciones, descritas hasta ahora;
b) La propia inundación de divisas exógenas tiene significativos efectos políticos.

En una entrevista concedida a Últimas Noticias, el actual Secretario General de la UNASUR, Alí Rodríguez Araque daba una muy lúcida explicación:
La corrupción es una forma de prostitución también. Hay un flujo de dinero, de la renta internacional petrolera, que no tiene contrapartida interna. Entonces, históricamente, el Estado rentista venezolano hace es la distribución de ese sobreingreso no generado internamente. Se ha aplicado el bolívar sobrevaluado, bajos impuestos para el sector empresarial, etcétera, formas de distribución, y dentro de ellas está la corrupción, una forma antiética pero, al fin, una forma de distribución[9].
Cuando Alí Rodríguez muestra que la corrupción es uno de los mecanismos de distribución de la renta, hace evidente que no se trata sólo de un problema de una “carencia de educación” o de “ética socialista”, sino también cómo dicho provento rentístico, dado su carácter inorgánico y desproporcionado, genera canales fraudulentos de apropiación de excedentes, configurando relaciones de poder, tipos de relaciones intersubjetivas, y hasta la propia subjetividad.

El tipo de esquema de poder asimétrico y monopolizado que conforma la estructura del Petro-Estado y la economía rentista en general, determina que los procesos políticos de distribución de la renta produzcan y reproduzcan la polarización y estratificación social, en la cual el pueblo aparece como altamente dependiente respecto a las élites políticas y económicas. Por un lado, los nuevos gestores de la “siembra del petróleo” son envueltos por esta marejada de petrodólares. Se produce un ensanchamiento del Estado y de la ilusión del “desarrollo”, motorizada por la renta, lo que a su vez nos ha llevado a la formación de una nueva burguesía corporativa en el seno de la Revolución Bolivariana, que mantiene una relación contradictoria con su pueblo aliado.

Al mismo tiempo, la estafa de empresas de maletín del SITME, calculada entre la astronómica cifra de 20 a 30 mil millones US$, no es sólo una evidencia de estos mecanismos de distribución vía acumulación por desposesión, sino muestra que, aunque la indigestión rentística puede presionar para que la corrupción se dé en todos los estratos de la sociedad, todas las estafas ciudadanas juntas de CADIVI son minúsculas comparadas con aquellas masivas apropiaciones monetarias fraudulentas institucionales y empresariales. Las devaluaciones son excelentes negocios para los grandes tenedores de dólares, y estos no son precisamente la inmensa mayoría del pueblo.

Juan Pablo Pérez Alfonzo decía que el des­pilfarro petrolero estaba en la naturaleza misma de una riqueza que no era generada por las actividades económicas nacionales[10]. A estas alturas es evidente que el gasto público ha reproducido formas de apropiación relativa de la riqueza muy asimétricas, al tiempo que no ha representado verdaderas semillas de reproducción productiva, contribuyendo a una expansión monetaria mayor que la necesaria para las transacciones que se realizan para generar o utilizar el producto bruto interno, lo que impulsa presiones inflacionarias y, por lo tanto, la pérdida del valor de la moneda[11]Sin embargo, el haber saldado una buena parte de la deuda social histórica adquirida por los regímenes políticos anteriores, problematiza de manera importante la crítica a utilización de la renta petrolera, y genera un dilema ético-político muy complejo alrededor de ella.

El problema reside tanto en la composición del consumo social, como en la tendencia histórica al incremento del mismo. Todo proceso de expansión de la modernidad trae aparejada una modernización subjetiva que reivindica un mayor salario y gasto social ―de ahí que el capitalismo siempre esté en la búsqueda de espacios periféricos/rurales donde consiga mano de obra barata para mantener la tasa media de ganancia. Esto ha sido evidente, con el nacimiento de la Venezuela petrolera, los procesos de modernización subjetiva y las posteriores movilizaciones obreras de 1936, reivindicando ante el Estado mejoras sociales. A raíz de estos progresivos procesos de lucha popular moderna, los diferentes gobiernos nacionales fueron insistiendo en una creciente captación de la renta internacional respecto a la dinámica geopolítica, de manera tal de poder mantener la expansión de ese gasto público.

La Revolución Bolivariana, al saldar buena parte de esa vieja y enorme deuda social, y al representar una nueva ola modernizadora ―la última había sido la de CAP II―,incorporó a millones de personas, en diversos grados, a las formas de consumo capitalista, lo que supuso un significativo salto cualitativo en los términos de una inclusión subjetiva a la modernidad. Esto, por ende, representa también un gran salto cualitativo de las expectativas de vida (moderna) de los ciudadanos, que requieren entonces un creciente y sostenido incremento del gasto público, lo cual, una vez internalizado en la subjetividad, es sumamente difícil de revertir, sin que se generen importantes protestas populares.

El problema básicamente, es que en el marco del capitalismo rentístico en crisis histórica, es necesario un creciente ingreso nacional para cubrir dicho gasto, y lo que se está produciendo en cambio es un proceso de retroceso relativo de los factores productivos, que obliga a sostener este incremento de las expectativas sociales básicamente sobre un factor exógeno como lo es la renta petrolera, que en teoría debería ser cada vez más alta. La intensificación de los desequilibrios de nuestro modelo extractivo, genera que por vía de nuestras insuficiencias estructurales ―los diferenciales entre productividades en el mercado mundial, donde tendemos a perder―, o por mecanismos de acumulación por desposesión ―por ejemplo, las estafas cambiarias de la burguesía tradicional―, se produzcan grandes fugas de capitales, inscritas en procesos estructurales de apropiación del excedente por parte de las áreas centrales de la economía-mundo. Al momento de concluir este artículo, y tomando básicamente los datos del BCV, estamos ante una de las caídas más importantes de las Reservas Internacionales desde 1999 ―junto con las de 2009-2010―, y la marca (provisional) de 21.385 MM US$ del 17/10/2013 es la más baja de los últimos 9 años[12].

Estas transferencias sistémicas de excedentes, se enfrentan entonces con la necesidad de un gasto público en ascenso, de un Estado ensanchado en su tamaño, y también en sus metas y sueños de “desarrollo”. La presencia de una crisis económica internacional como la de 2008-2009, afecta el flujo rentístico. Y si hay déficit se recurre al endeudamiento público para mantener el “equilibrio” económico. El problema es que la deuda pública contraída aceleradamente, sin una contrapartida real en un aumento del potencial productivo, refuerza el círculo vicioso rentista, al contribuir con la depreciación de la moneda y una posterior devaluación.

Toda esta compleja dinámica explica la paradoja rentística en la que estamos sumergidos ―¿por segunda vez desde los 80?―: a medida que crece el influjo monetario por ingresos fiscales petroleros, aumenta nuestra necesidad de endeudamiento público interno y externo. En el cuadro que presentamos abajo (Cuadro 3), Venezuela aparece en primer lugar entre los países que adquirieron préstamos externos en América Latina entre 2005 y 2011. Las fuentes de financiamiento son tanto el BM y el BID, como China. Solo Venezuela representa el 25,7% del total de endeudamiento de todos los países, siendo que el 88,5% de sus préstamos son con China. El peligroso incremento de la deuda externa es uno de los efectos más perniciosos y comprometedores de la inundación de divisas internacionales.
Cuadro 3
Fuente: GALLAGHER, Kevin P. Irwin, Amos. Koleski, Katherine. ¿Un mejor trato? Análisis comparativo de los préstamos chinos en América Latina

Profundización del rentismo y neoliberalismo mutante
De esta forma, en el marco de una crisis de largo plazo del capitalismo rentístico, nos enfrentamos a los fundamentales dilemas del extractivismo, que hemos evidenciado que no son sólo desafíos de orden ecológico, sino modelos y estructuras de poder local y global, insertos en una lógica que es insostenible en el mediano plazo. La idea de duplicar la extracción petrolera, reinante en los dos grandes proyectos políticos en disputa en el país, amenaza con agravar todos los desequilibrios propios de un modelo que tiene sus bases severamente afectadas. El sueño del “desarrollo” y del consumo moderno/capitalista sustentan en el imaginario colectivo la insistente idea de aumentar la extracción petrolera, una vena “productivista” que domina el pensamiento económico, social y político en Venezuela, como lo advierte el economista y analista petrolero Carlos Mendoza Pottellá, y que Pérez Alfonzo había denunciado en su momento como la constante endoctrinación a que nos someten poderosos intereses contrarios a los de Venezuela[13].

Si la tendencia mostrada es a que los factores productivos se aminoren en términos relativos, mientras que los altos precios del crudo mantienen un creciente flujo de divisas exógenas, entonces se hace evidente que se agigantará la descompensación y desproporción que existe entre la renta internacional y la economía doméstica, con todas las consecuencias que esto tendría. En este sentido, no hay devaluación que valga para intentar transformar el carácter rentístico de la economía nacional. Difícilmente se puedan superar los males de una inundación de divisas con mayores dosis monetarias “inorgánicas”, a pesar del muy aceptado mito de que nuestros males endémicos se resuelven básicamente con dinero, y ante nuevos problemas, entonces se persigue más dinero aún. A mayor rentismo, mayor será la dificultad para salir de él.

Si esta oleada modernizadora ha generando un salto cualitativo de las expectativas de vida moderna de una parte importante de la población, y por ende una redimensionamiento histórico del gasto público, ¿podrá sostenerse éste sobre la base de un proceso de acumulación profundamente inorgánico y dependiente? El problema de la lucha contra la pobreza ha sido constantemente vinculado con la supuesta inevitabilidad de la profundización de los modelos extractivistas, lo cual en realidad es arma de doble filo. Es un desatino tratar de vencer con dinero la pobreza coyuntural, al tiempo que se profundiza la pobreza estructural. Al pensar la pobreza hay que pensar en su genealogía en el marco del desarrollo del capitalismo. Determinar la profunda relación que tiene ésta con la propiedad ―el despojo de la modernización capitalista apunta a la creación de los “desposeídos”―, con la autonomía comunitaria ―la dependencia necesariamente genera pobreza, y viceversa―, y con el acceso a los bienes comunes para la vida, que en el momento en que estos son despojados o destruidos, estamos en presencia de una pérdida de riqueza[14]. En fin, hacer clara su relación con la acumulación por desposesión.

Los crecientes compromisos rentísticos internacionales que adquiere Venezuela en nombre del “desarrollo”, lo inserta en un círculo vicioso que lo obliga a la necesidad de captar cada vez más renta. Al conectarse más profundamente con la globalización capitalista, por las características de nuestro modelo, nos hacemos más dependientes y vulnerables ante un sistema-mundo en crisis, lo cual resulta muy peligroso. En estos términos, ¿será posible mantener el curso actual de la captación de la renta?

Para comprender la crisis de largo plazo del capitalismo rentístico, es necesario dar cuenta de cómo esta se encuentra inserta en la crisis global del capitalismo histórico. Se trata de una crisis de acumulación que se refleja también en Venezuela. A pesar de que hablamos de dependencia de manera explícita desde los años 50, el problema es que la dependencia actual no es igual a la de aquella época. La dependencia actual se da en el marco de un sistema-mundo mucho más volátil, amalgamado, y de profundas vulnerabilidades, y eso es imposible evadirlo. Hablar de una tendencia para los próximos años de altos precios internacionales del petróleo como resguardo irrefutable para profundizar el rentismo, invisibiliza la extraordinaria conexión que existe entre la crisis energética, la crisis del capital y financiera, y la crisis ambiental mundial. El reciente “shutdown” estadounidense por el conflicto del presupuesto y el techo de la deuda entre republicanos y demócratas (Oct. 2013), hizo aún más visibles los problemas estructurales que sufre la economía norteamericana y la creciente pérdida de confianza mundial en el dólar, que a medida que sigue usando la máquina para imprimir billetes, socava el papel de su moneda como reserva global.

¿Cuál es la posición venezolana ante un posible crash bursátil mundial? ¿Hasta cuando la Reserva Federal podrá mantener la inyección liquidez de manera ininterrumpida, los denominados Quantitative Easing, por 85 mil MM US$ al mes? ¿Cómo afectará esto a la economía de los BRICS? ¿Podrá China sostener su elevada tasa de crecimiento en un mundo capitalista en crisis? ¿Podría estallar una burbuja inmobiliaria en China? ¿Cómo afectará a la economía mundial el cambio de política hacia adentro de China? ¿Cómo afectará esto a América Latina y Venezuela?

Los signos de esta agudización de la crisis estructural del capital son los indicadores de un proceso histórico en el cual, desde la crisis mundial de los 70 hasta nuestros días, la acumulación capitalista requiere de masivos y globales mecanismos violentos y fraudulentos de acumulación por desposesión para poder mantener la tasa media de ganancia, y la propia vida del circuito del capital. El ataque sistemático que estamos presenciando contra pueblos y territorios, ya no solo en el Sur sino también en el Norte Global, es evidencia de ello. Como forma de compensación, el capital financiero se moverá de manera voraz y creciente hacia más actividades especulativas y hacia una profundización de la financiarización de la Naturaleza.

A pesar de la llegada de una serie de gobiernos progresistas en América Latina, el neoliberalismo nunca se fue. Y esto es porque no podemos entender al neoliberalismo sólo como una ideología, un programa de gobierno o un paquete de ajustes estructurales: las formas de acumulación en la globalización neoliberal, impulsadas primordialmente por la lógica de la acumulación por desposesión, también se reproducen en procesos moleculares, escurridizos, híbridos, pudiendo a su vez coexistir con formas de control estatal. El gran capital globalizado no sólo golpea ―el shock neoliberal―, sino que se escurre, se mimetiza, se filtra, se camufla ―de ahí la idea de lo “trans”, propio del análisis del capitalismo tardío. Por esto, necesitamos comprender el carácter complejo, diverso e híbrido ―e incluso diríamos sui generis― de los mecanismos de acumulación que operan en los Estados progresistas latinoamericanos. Como afirma David Harvey, la neoliberalización pura no funciona[15]. De ahí que el neoliberalismo post-consenso de Washington es un neoliberalismo mutante.

Venezuela se inserta en esta complicada lógica, en la medida en que se integra con mayor intensidad a la globalización, al tiempo que su crisis interna de largo plazo, muy influida por una inundación de divisas, la vulnera, abriendo más caminos para los procesos de acumulación por desposesión. Procesos moleculares como el acaparamiento de productos básicos en los abastos y supermercados, la construcción de climas de inestabilidad social que tienen un correlato en la depreciación de la moneda, o las estafas ciudadanas vía CADIVI, se conectan con la caída de las reservas internacionales y las crecientes cuotas de endeudamiento externo.

En este caso, antes que preguntarse por la capacidad para mantener el gasto público, o sobre la posibilidad de mantenimiento del curso actual de la captación de la renta, surge la interrogante: ¿se podrá mantener al menos la direccionalidad de la renta petrolera hacia los sectores más necesitados de la sociedad?

Ante los peligros de masivos y/o institucionalizados procesos de acumulación por desposesión, cabe nuevamente la pregunta: ¿la renta petrolera es primordialmente un obstáculo? ¿Qué camino es más costoso? ¿Profundizaremos el rentismo o tomaremos otro camino alternativo más allá del rentismo?

Romper el tabú: discusiones marginales sobre superar el rentismo más allá del rentismo
Reconocemos las enormes dificultades de poner en marcha un proyecto político alternativo de este tipo. El avance histórico de la implantación moderno/rentística y de los efectos de las divisas sobre la economía doméstica durante décadas, supone grandes desafíos de transición. Sin embargo, y dado que en el imaginario político y cultural venezolano una transición post-petrolera parece estar en los rincones marginales de lo impensado y lo impensable, y que es prácticamente un tema tabú que nadie quiere tocar, estos temas necesitan discutirse amplia y sensatamente, precisamente para comenzar a construir ese nuevo imaginario y discurso post-petrolero.

Por otro lado, y dados los efectos a escalas variables de la crisis, una transición post-rentista y post-extractivista no solo es deseable, sino imperiosa, ante las amenazas que supone la profundización de este modelo. El diputado Jesús Faría da en el clavo cuando plantea que la guerra económica se combatirá con la creación de comunas[16]. Las comunas como proyecto político a gran escala, no solo constituyen una plataforma para la construcción del llamado “Socialismo del Siglo XXI”, sino son núcleos de resistencia territorial ante una crisis capitalista a escala global o nacional. En la medida en que germinan procesos de organización comunitaria y autogobierno, y dentro de lo posible, de autosostenibilidad, se desplazan no sólo los altos niveles de dependencia de los sujetos con el capital, sino incluso con el Estado central.

En todo caso, este proceso estará determinado por la capacidad organizativa, los niveles de conciencia y los recursos materiales con que cuente el poder constituyente, fuerza creadora y originaria del proceso político que hemos llamado “Revolución Bolivariana”.

Quisiéramos para finalizar, proponer para el debate algunas ideas generales que sirvan de referencia para pensar y construir las alternativas hacia un modelo post-rentista, post-capitalista y comunalizado:

Ø Si en la Revolución Bolivariana se saldó una buena parte de la deuda social acumulada, ¿cuándo debería comenzar una fase de progresivo desprendimiento de la renta? Se trata de un proceso profundamente geopolítico, que de caer en la trampa del etapismo, la respuesta tal vez fuese “nunca”, posponiendo permanentemente todo inicio concreto hacia una transición más allá del rentismo. En todo caso, más allá de un sistema-mundo en caos, hay que evaluar qué implican estas transformaciones en el marco de una crisis hegemónica con tendencia a la multipolaridad, en un entorno de fortalecimiento regional en América Latina en términos geopolíticos; y un entorno de movilizaciones populares también en la región, con algunos vaivenes. La pregunta es: en síntesis, ¿es este el mejor entorno geopolítico que ha tenido y puede tener América Latina para su emancipación en toda la historia de la modernidad capitalista?
Ø Una transición hacia un modelo post-extractivista requiere necesariamente ir desplazando la sobredeterminación rentística en Venezuela, y no lo contrario. ¿Podría ser suficiente una extracción máxima de 3.500.000 de barriles a precios altos como los actuales, para cubrir los gastos corrientes y las inversiones productivas, reformulando progresivamente los esquemas sociales, productivos y políticos para poder iniciar la sustitución de renta por producción? ¿Sería esto factible? Lo que sí podemos asegurar es que en un escenario de moratorias de los proyectos extractivos petroleros, obligaría a impulsar nuevas conciencias y disposiciones productivas para emprender el camino a un modelo social más orgánico.
Ø Escenarios como la presión de la demanda energética internacional y la capacidad de obtener dinero fácil juegan en contra de un proceso de transición post-rentista. También los procesos de endeudamiento externo y mantener el esquema parasitario, consumista y despilfarrador de gasto público son factores adversos. En todo caso, tarde o temprano se tendrá que hablar claramente del inicio de una extracción petrolera en retroceso.
Ø Hay entonces que reconocer que, aun si no se pretendiera aumentar los ingresos rentísticos nacionales, el provento actual podría ser mejor distribuido, no sólo de una forma más justa, sino que a su vez desestimulara esquemas de producción y consumo rentistas, y estimulara producciones locales y comunales. Hay que estructurar una profunda y radical transformación de los mecanismos de distribución de la renta.
Ø Los altos precios del petróleo pueden generar fondos que subsidien la transición y el futuro decrecimiento de la extracción petrolera.
Ø ¿Cuál es el límite inferior para establecer un gasto corriente necesario, satisfaciendo las necesidades de la población? ¿De qué hablamos cuando nos referimos a “necesidades”?
Ø Es fundamental comprender que el tránsito a un modelo post-capitalista y post-rentista se debe basar en una transferencia de poder territorial, en vez de una “siembra del petróleo”; esto es, iniciar el tránsito de la pobreza rentista a la riqueza por apropiación de procesos. Esto además favorece a la desconexión sistémica, y a la disminución de la dependencia y de las vulnerabilidades propias de la escalada de una crisis global o local.
Ø La única forma viable de poder plantear una estrategia post-rentista, más allá del rentismo, que reestructure progresivamente los modos de ocupación territorial, de consumo, producción y de relacionamiento intersubjetivo, es, tanto por medio de incentivos y desincentivos fiscales, como construyendo un amplio respaldo popular a este tipo de estrategias, tarea titánica pero ineludible.


*Emiliano Teran Mantovani es sociólogo de la Universidad Central de Venezuela, investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos – CELARG, y hace parte del equipo promotor del Foro Social Mundial Temático Venezuela.

Fuentes consultadas
- AGENCIA Venezolana de Noticias. Jesús Faría: Creación de Estado comunal combatirá la guerra económica. Maturín, 09 Oct. AVN. Disponible en: http://www.avn.info.ve/contenido/jes%C3%BAs-far%C3%ADa-creaci%C3%B3n-estado-comunal-combatir%C3%A1-guerra-econ%C3%B3mica. [Consultado:21/10/2013].
- BANCO Central de Venezuela. Informe Económico 1999. Junio 2000. Disponible en:http://www.bcv.org.ve/Upload/Publicaciones/infeco99.pdf. [Consultado:2/09/2012].
- BANCO Central de Venezuela. Informe Económico 2012. Disponible en:http://www.bcv.org.ve/Upload/Publicaciones/infoeco2012.pdf. Consultado: [19/10/2013].
- BAPTISTA, Asdrúbal. Teoría económica del capitalismo rentístico. Banco Central de Venezuela. Caracas, Venezuela. 2010.
- CORREO del Orinoco. Pdvsa ha captado $427.100 millones durante período 1999-2012. 3 mayo 2013. Texto/Luis Lovera Calanche. Disponible en: http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/pdvsa-ha-captado-427-100-millones-durante-periodo-1999-2012/. Consultado: [19-10-2013].
- FAO. Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2012 en América Latina y el Caribe. FAO 2012. Disponible en: http://www.fao.org/alc/file/media/pubs/2012/panorama.pdf. Consultado: [08-09-2013].
GALLAGHER, Kevin P. Irwin, Amos. Koleski, Katherine. ¿Un mejor trato? Análisis comparativo de  los préstamos chinos en América Latina. Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Economía, Centro de Estudios China-México. Número 1, 2013.
- HARVEY, David. Breve historial del neoliberalismo. Edición electrónica. Disponible en:http://ebookbrowse.com/david-harvey-breve-historia-del-neoliberalismo-pdf-d304584325. [Consultado: 11/06/2012].
- HARVEY, David. El nuevo imperialismo. Ediciones Akal S.A. Madrid, 2007.
- MAZA Zavala, Domingo F. La devaluación en el proceso de la crisis venezolana. Nueva Economía. Academia Nacional de Ciencias Económicas. Año XVIII. Nº 31. Julio 2010. pp.27-60.
- PÉREZ Alfonzo, Juan Pablo. Hundiéndonos en el excremento del diablo. Fundación Editorial El perro y la rana. Caracas, 2009.
- SUTHERLAND, Manuel. Aumento del 894% en la importación estatal, caída en las reservas Internacionales y la Estatización urgente del Comercio Exterior. Centro de Investigación y Formación Obrera CIFO-ALEM. 31-09-2013. Disponible en:http://www.alemcifo.org/uploads/3/2/3/7/3237202/pdf_aumento_del_894_importacio_estatales_web_largo.pdf. Consultado: [13-10-2013].
- TERAN Mantovani, Emiliano. Neblina sobre los horizontes post-extractivistas: ¿no hay alternativas?Rebelión. 29-08-2013. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=173154. Consultado: [29-08-2013].
- ÚLTIMAS Noticias. Edición impresa del domingo 15 de septiembre de 2013. Caracas, Año 72 Nº 28736.
- ÚLTIMAS Noticias. Edición impresa del domingo 29 de septiembre de 2013. Caracas, Año 73 Nº 28750.


Notas


[1] En: ÚLTIMAS Noticias. Edición impresa del domingo 29 de septiembre de 2013. Sección el Domingo, pp.4-5.
[2] Un país que perciba una alta renta no tiene porque ser categorizado como “rentístico”, si por el otro lado tiene una economía de alta productividad. Esta característica es descrita y analizada por Asdrúbal Baptista en «La renta de la tierra en la escena económica internacional. El caso del petróleo»: BAPTISTA, Asdrúbal. Teoría económica del capitalismo rentístico. p.59
[3] En: CORREO del Orinoco. Pdvsa ha captado $427.100 millones durante período 1999-2012.
[4] Cfr. BANCO Central de Venezuela. Informe Económico 2012. p.23
[5] Cfr. BANCO Central de Venezuela. Op.Cit. pp.24, 132.
[6] Fuente base BCV, con cálculos de analistas petroleros independientes. Promedio de series 1950-2012 a Bs Constantes (1997=100): 22,1%.
[7] Cfr. SUTHERLAND, Manuel. Aumento del 894% en la importación estatal, caída en las reservas Internacionales y la Estatización urgente del Comercio Exterior. p.4. Para inicios de la Revolución Bolivariana (1998) la proporción de importación estatal respecto al total era de 19,6%. En 2012, se duplica, llegando a casi 40% (39,05%). Cfr. BANCO Central de Venezuela. Ibíd.
[8] Cfr. HARVEY, David. El Nuevo Imperialismo. Cap. IV: «acumulación por desposesión». pp.111-140.
[9] En: ÚLTIMAS Noticias. Edición impresa del domingo 15 de septiembre de 2013. Sección el Domingo, pp.6-7. Subrayado nuestro
[10] Cfr. PÉREZ Alfonzo, Juan Pablo. Hundiéndonos en el excremento del diablo. p.227
[11] Cfr. MAZA Zavala, Domingo F. La devaluación en el proceso de la crisis venezolana. pp.31-32
[12] Cfr. Banco Central de Venezuela. Información Estadística de Reservas Internacionales y tipos de cambio (diario), disponible en su web http://www.bcv.org.ve/
[13] Op.Cit. p.51
[14] Cfr. TERAN Mantovani, Emiliano. Neblina sobre los horizontes post-extractivistas: ¿no hay alternativas?
[15] Cfr. HARVEY, David. Breve historial del neoliberalismo.
[16] En: AGENCIA Venezolana de Noticias. Jesús Faría: Creación de Estado comunal combatirá la guerra económica.

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