miércoles, 25 de diciembre de 2013

Sí hay un camino


by Carola Chávez
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Me lo imagino sentado frente a la tele, solo, sus ojos puyúos clavados en la pantalla de la tele que refleja las alegres luces del arbolito como una burla a su solitaria arrechera. Lo imagino mudo, tratando de entender sin entender nada, como siempre.
Mi imaginación vuela y se imagina unas llamadas telefónicas:
- Aló, Henri, ¿vas a ir?
- Ni de vaina ¿Tú por quién me tomas?
- Aló, Antonio, ¿vas a ir?"
- ¡Jamás! La dignidad no se arrodilla.
- Aló, aló, aló? Entonces nadie va a ir?
- Que no vamos, Henrique, a menos que tú, amado líder, digas lo contrario...
- Yo a Miraflores solo iré como Presidente.
- Sí, Luís, perdón, sí Flaco...
O tal vez fueron buenitos y le dijeron sí iban, que era una oportunidad para dar la cara, no solo por sus votantes, sino por sus liderazgos, por su futuro político. Entonces veo clarita esa mirada que no mira sino al vacío, la arrogancia un sifrinito al que nadie jamás contradijo por no calarse sus pataletas. Imagino su pose, su voz entrenada por asesores expertos, imagino la cara de poker de Antonio, Henri, Gerardo, cuando les dijo: ¡No es no!. Con el ilegítimo ni a la esquina.
Imagino que entonces los puñales de la intriga empezaron a apuntar a otro lado ya que el objetivo inicial se empeñaba a apuñalearse el solito... Y lo dejaron.
Lo imagino en la soledad más sola, esa donde hasta las cotufas que mandaste a traer para ver la reunión en la tele, se ponen chiclosas solo para joderte. Lo imagino desconcertado con tanto alcalde hablador cuando suponía que solo hablarían los que siempre hablan, los que no dejan hablar a los demás.
Pero hablaron otros y la unidad como que no era tanta. Y hubo palabras a favor del poder popular, y -¡Mi God!- de los consejos comunales. Imagino a las cotufas estrellándose contra la tele, víctimas de una descarga de arrechera nacida del abrazo entre el Presidente y un alcalde de no sabe qué municipio -¿Por qué le dicen Presidente si el único presidente aquí soy yo?-.
Y escuchando a esos alcaldes no mediáticos, imaginé a mis amigos opositores imaginando lo mismo que yo: que la locura antichavista de unos pocos no es obligatoria; que hay un camino, sí, pero no ese que les vendieron de miedo, odio y violencia, sino otro: el del diálogo, el reconocimiento mutuo y la paz.

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