por el poeta
español José Manuel Diez,
Publicado en
el Papel Literario de El Periódico de Extremadura (España).
Locura
ordinaria
Desde
Venezuela
[ Escribo
desde Venezuela. País verde de aguacate,
de papaya, de uniforme militar. País de la sonrisa limpia y el gobierno sucio.
País de almas chéveres. ]
17/11/2013
Escribo
desde Venezuela, patria de la revolución revolucionada, del golpe de estado
sobre el golpe de estado, de los cinco climas y las siete Miss Universo. He
cruzado el Atlántico por cuarta vez en mi vida, con la única compañía de mis
tres libros de poemas y la promesa de un hallazgo feliz: el XI Encuentro
Internacional de poesía Universidad de Carabobo, donde me toca sumar acento
extremeño a un crisol de voces ya de por sí ecléctico e ilusión española de
Quijote a una cita ya de por sí ilusionante.
Escribo
desde Venezuela. País verde de aguacate, de papaya, de uniforme militar. País
de la sonrisa limpia y el gobierno sucio. País de almas chéveres. Paisaje y
paisanaje de hombres dudosamente guapos bailándoles las caderas a mujeres
indudablemente bellas. Donde un litro de agua es diez veces más caro que un
litro de gasolina, donde la izquierda y la derecha son lo mismo y lo contrario
y qué quiere usted que le cuente de esta vaina de malandros, mi pana. País de
refranes y afanes, donde todo lleva el nombre o la sombra de Bolívar y el
reggaetón rompe los tímpanos y la mentira huele a petróleo y la poesía brilla
por su decencia y la arepa hace funciones de desayuno, almuerzo y cena.
Escribo
desde Venezuela. Hay miedo en las calles cuando llega la noche y ojos de
precaución a todas horas. Pero suena Simón Díaz en los transistores y todo se
apacigua. Largas colas de coches adornan Caracas y Valencia. Los atracadores
van en moto y gritan quieto por la espalda. Los centros comerciales están
atestados de sonrisas y pechos operados. En el aeropuerto encaro dos controles
antidrogas en diez minutos. Y todos me preguntan que a qué vine, que cuánto
dinero traje, que cuántos días estaré. Digo que soy poeta y se sonríen. Digo
que soy español y me aseguran que tienen familia en Tenerife. En las esquinas
del centro los predicadores vociferan sobre Cristo, Buda o Jehová y una anciana
vende tequeños fritos con la mirada perdida en la sartén.
ESCRIBO
DESDE
Venezuela. Aquí mis compañeros me llaman Poeta Díez y siempre es buen
momento para brindar con una
Polar verde o un ron Santa Teresa. En las paredes se leen consignas
inverosímiles, perfiles de Maduro , epígrafes de los próceres,
palabras podridas
por tanto mal uso... Y en todas las
casas hay doble puerta, y en todas las
ventanas hay barrotes, y en la
universidad los perros sin dueño son los invitados de honor. Chavistas
y escuálidos; vencedores, vencidos y convencidos; cachicamo
diciéndole a morrocoy
conchudo…
Escribo
desde
Venezuela. He venido para desnudar
las naranjas y vestir las alondras. He
venido para vislumbrar a Armando Reverón, Arturo Michelena, Vicente
Gerbasi y Rómulo Gallegos . He venido para comprender que el edificio
no
es el edificio sino las vidas que soporta. Y no todo el que canta está
feliz, y
no todo el que sopla sabe hacer botellas. Aquí he probado la cachapa,
el queso telita,
la torta tres leches, la empanada dominó, la torta de arequipe y la
caraota con queso. Aquí he conocido
Trincheras, Boca de Aroa, Tucacas, Falcón, Morón, Puerto
Cabello, Cayo Los Juanes, Casabe,
Caracas y Valencia. Y he sentido el
Caribe abrazándome la cintura y he visto una lluvia de estrellas en el
parque
nacional de Morrocoy.
Escribo
desde
Venezuela. Hay pájaros de colores
en cualquier árbol raquítico, iguanas y osos
perezosos. Y animales de nombres que
jamás había escuchado, como el Chigüire,
la Baba, el Tuqueque, la Tonina o el Oso Frontino. Hay prostitutas de
difícil clasificación
sexual en la calle Bolívar de Caracas y una naturaleza salvaje
envolviéndolo todo, como en los mejores cuentos de Jack London. La
lluvia tropical descarga con fuerza y las ciudades se inundan por
momentos. Los cortes de luz parecen una broma a las
cuatro de la tarde, pero no hacen tanta
gracia si te sorprenden dentro de un ascensor en un octavo piso.
Escribo
desde Venezuela. Aquí no hay malos ni buenos, me explica un taxista. El malo
puede invitarte a tomar ron en su casa y el bueno puede necesitar tu dinero o
tus zapatos. Aquí el beisbol es el deporte nacional y el fútbol español la
enfermedad internacional. Aquí los perros calientes son superiores a los hot
dogs americanos y el merengue y la salsa son mejores que en Cuba. A las cinco de la madrugada las ciudades se
despiertan y a las nueve de la noche hasta las puertas de
los hoteles echan la llave.
Escribo
desde Venezuela. Y sé que ya me voy, sin irme del todo. Y sé que permaneceré en los versos de Edda
Armas, Antonio Trujillo, Carlos Osorio . En las drogas silvestres de Teófilo Tortolero
, en los cuarenta y siete años de música
de UC Jazz, en las mejores portadas del periódico Carabobeño, en las traducciones italianas de Alejandro
Oliveros y en el número 158 de la revista Poesía.
Escribo
desde Venezuela y, de paso, para Venezuela. País donde he dejado un trozo de corazón y una
pasión de versos tan pura como inexplicable. País donde no me he sentido extranjero ni por
un fugaz segundo. Y tampoco español ni
venezolano, sino tan sólo poeta, la que quizá es mi única y verdadera
identidad. País al que volveré, siquiera en sueños.
Escribo
desde
Venezuela para escribirme y describirme; mejor en la distancia de un
país cercano; mejor en las alturas de un país profundo; mejor en la
unidad de un país dividido. La palabra GRACIAS es la única posible.
Esa palabra que une idiomas y borra
fronteras. Esa bendita palabra, y todo
el silencio que queda al pronunciarla.
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