¡Abriendo paso al socialismo!
27 diciembre 2013
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Si, propongo una moneda. Pero que nadie se asuste. Que no se
alarmen los economistas y expertos en finanzas de que este poeta
proponga una moneda. Pues no la planteo para el funcionamiento de la
economía. La propongo solo como referencia para el funcionamiento ético
de la sociedad.
Tiene que ver con la dignidad del trabajo humano.
Yo la uso cuando voy de compras. Y me gustaría que
quienes me venden bienes o servicios también la usaran, pues creo que
todos saldríamos ganando. Es la moneda referencial del salario mínimo.
Un trabajador (o una trabajadora), en cualquier parte de
Venezuela, en el campo o en la ciudad, ejerce una tarea productiva y el
Estado, a fin de protegerlo de la explotación, fija un salario mínimo
obligatorio para su remuneración. Un mes de su trabajo vale, al menos,
tanto.
Un mes de compromiso, de disciplina laboral, de cumplimiento de metas, de entrega de su esfuerzo físico y mental.
Es un mes de vida, ¿no es cierto?, de un ser humano que
lo pone al servicio de la sociedad. Cosechando tomates, levantando
muros, limpiando cunetas, lo que sea. ¡Un mes de vida! Hay allí un
asunto de dignidad.
Bueno, pues cuando yo voy a comprar algo, una prenda, un
objeto útil, pienso en cuanto le costaría a ese obrero en términos del
tiempo de su trabajo.
¿Una camisa puede costar cuatro meses de salarios
mínimos? Ah, no. ¿Estamos locos de la cabeza? ¿Qué nos pasa? ¡Me quieren
decir que alguien tiene que trabajar un tercio de año, sin comer, sin
pagar luz, ni tener ningún otro gasto, sin vivir pues, para poder
comprarse una camisa? ¿Qué camisa es esa, que cuesta cuatro meses de
vida de un ser humano?
Unos zapatos, un aparato, un plato de comida, un libro, un artículo deportivo, lo que sea, yo lo mido de esa manera.
¿Quince días de trabajo por una botella de un vino ordinario?
¡Qué es esto! ¿Un año de vida y hasta dos y más, por un
metro de construcción de un apartamento? ¿A qué clase de economía
absurda nos condujo la burguesía parasitaria?
Si es por mí, se pueden quedar con sus mercaderías. Pero como es un
problema colectivo, no basta con mi solución individual. Humanizar la
economía es una tarea de todos. Y por eso digo: ¡Pa’lante Presidente,
que el año que viene no desmayemos ni un segundo en la ofensiva
económica!
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