(Fragmentos…)
‘La enorme popularidad
de Mandela ha ocultado aspectos fundamentales de
su biografía. Durante mucho tiempo, fue un revolucionario (“un
terrorista”, según Margaret Thatcher), que creó Lanza de la Nación,
el brazo armado del “Congreso Nacional Africano (ANC)” después de la
masacre de Sharpeville, en 1960. Estados Unidos le mantuvo en su lista
de
terroristas hasta 2008, y Amnistía Internacional nunca le reconoció
como “preso de conciencia”.
Su muerte desencadenará un aluvión de
homenajes y reconocimientos. Con una Sudáfrica hundida en la pobreza, la
desigualdad
y la corrupción, muchos se preguntarán (nos
preguntaremos) si el pragmatismo de Mandela no ha jugado a favor
de una minoría privilegiada, condenando al resto a vivir en la
desesperanza y la
precariedad.’
‘Se elogia a Mandela por evitar un
baño de sangre, dirigiendo una transición pacífica que puso fin al apartheid.
Sin embargo, el fin del apartheid no alteró el reparto de la riqueza ni mejoró
las condiciones de vida de la población negra. Los datos son elocuentes. El 20%
más rico –casi todos blancos- acapara el 60% de la riqueza. El 80 % restante
-casi todos negros, aunque ya han aparecido casos de blancos pobres, la mayoría
pequeños granjeros o simples peones de origen holandés (afrikaanders),
agrupados en miserables campamentos sin agua ni electricidad- controla
únicamente el 5 % de los recursos. Sólo el 3% de las tierras cultivables está
en manos de agricultores negros. Los blancos conservan la propiedad del 87 %.
El salario medio anual de un trabajador negro apenas supera los 1.000 rands.
Los trabajadores blancos ganan una media de 7.000. El 24 % de los hogares carece de agua
corriente, un 20 % no dispone de electricidad y uno de cada cinco adultos está
infectado de SIDA. La mitad de los jóvenes están en paro y la tasa de
delincuencia es sobrecogedora: un asesinato cada 45 segundos y una violación
cada 30. 18.000 personas mueren al año de forma violenta. Los intentos de
homicidio o asesinato bordean los 20.000 casos. Sudáfrica es el país con
mayores desigualdades del planeta. Las promesas de igualdad, paz y prosperidad
de Mandela sólo afectaron a una pequeña minoría de la población negra, que se
alió con la gran burguesía blanca en la defensa de sus intereses. A la vista de
estos datos, no es sorprendente que Mandela se haya convertido en el ídolo
mundial de las oligarquías financieras. Los grandes medios de comunicación
alaban al líder sudafricano, mientras escarnecen al desaparecido Hugo Chávez,
que –entre otras cosas- redujo la pobreza en Venezuela en un 44 %, rebajó a la mitad la mortandad infantil,
erradicó el analfabetismo, subvencionó alimentos, repartió 146.000 viviendas,
impulsó la educación pública y la atención sanitaria universal, creó las
pensiones no contributivas y amplió los derechos de los trabajadores,
estableciendo el salario mínimo más alto de América Latina. Su política de
reformas, nacionalizaciones y respeto al
medio ambiente despertó las iras de las multinacionales, que recurrieron a sus
medios de comunicación y a sus intelectuales venales (Mario Vargas Llosa, Bernard Henri-Lévy) para demonizar a Chávez.
¿Qué le sucedió a Nelson Mandela? Se
ha especulado mucho con los acuerdos secretos que pudo firmar poco antes de su
liberación, pero no hay ningún dato objetivo sobre esta cuestión. Mandela sólo ocupó la Presidencia de
Sudáfrica durante una legislatura. Después, se retiró de la vida política. Nada
indica que se implicara en casos de corrupción o que obtuviera prebendas a
cambio de renunciar a sus convicciones revolucionarias. Tal vez se limitó a ser
pragmático y posibilista, pero la historia ha demostrado que sus concesiones
han desembocado en un cuadro de terribles injusticias.
‘Nelson Mandela tal vez evitó una
guerra civil, pero no ha salvado a su país de la violencia y la desigualdad. Su
triste peripecia recuerda a la transición española. En ambos casos, las elites
dirigieron el proceso y el pueblo salió perdiendo. Saint-Just afirmó que “los
que se pasan la vida haciendo revoluciones a medias no hacen más que cavarse
una tumba”. Mandela no se cavó una tumba, sino que se hundió en un sillón,
rodeado de futbolistas, modelos e ídolos del pop. Creo que Patrice Lumumba,
Primer Ministro de la República Democrática de Congo entre junio y septiembre
de 1960, es el único estadista africano que mantuvo sus compromisos
revolucionarios hasta el final, intentando poner los yacimientos de oro,
diamantes, cobre y estaño al servicio del pueblo y no de las multinacionales.
Más tarde, se descubriría coltán y niobio, agudizando la tragedia de un país
que ha perdido cinco millones de vidas en una guerra civil interminable y
silenciada por los grandes medios de comunicación. Obama nunca aconsejará a los
jóvenes que se inspiren en Lumumba, pues la CIA organizó el golpe de estado que
entregó el poder al sanguinario y corrupto Mobutu, con la ayuda de Gran
Bretaña, Bélgica y Naciones Unidas. Lumumba fue fusilado y descuartizado en
presencia de agentes norteamericanos, belgas y británicos. Se cree que sus
restos y los de sus colaboradores más cercanos, que corrieron el mismo destino,
fueron disueltos con ácido. Para mí, Lumumba es mucho más grande que Mandela,
pero ha caído en un inmerecido olvido. Poco antes de morir, Lumumba escribió
una carta a su esposa e hijos: “Ninguna brutalidad, maltrato o tortura me ha
doblegado porque prefiero morir con la cabeza en alto, con la fe inquebrantable
y una profunda confianza en el futuro de mi país, a vivir sometido y pisoteando
principios sagrados. Un día la historia nos juzgará, pero no será la historia
según Bruselas, París, Washington o la ONU, sino la de los países emancipados
del colonialismo y sus títeres”. Las nuevas generaciones deberían inspirarse en
figuras como Lumumba o Salvador Allende y no en líderes posibilistas que
esgrimieron la bandera del pragmatismo, ignorando que las utopías, con sus
límites e imperfecciones, siempre son mejores que un exceso de realismo.’
[ ¿Soy el
único que ha experimentado indignación al contemplar a Barack Obama elogiando a
Nelson Mandela en Soweto? ¿No es un acto
de cinismo visitar la celda de Robben Island, donde el líder sudafricano pasó
18 años, cuando se ha incumplido la promesa de cerrar Guantánamo y, según el
abogado Zachary Katznelson, se mantienen confinados a 16.000 presos políticos
en cárceles secretas e ilegales en diferentes puntos del planeta? Mientras
Obama firmaba en el libro de visitas y se declaraba “conmovido”, uno de sus
drones bombardeaba Miramshah, en Waziristán Norte, lanzando cuatro misiles
contra una vivienda presuntamente ocupada por fuerzas talibanes. El ataque mató
a 18 personas... ]
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