LatinPress.17. 14-20/12 /2013. Venezuela. *.
Porque
la verdad es que se puede estar en desacuerdo sobre alguna cosa, se puede
estar en desacuerdo sobre varias cosas, pero es extraordinariamente raro
que se esté en desacuerdo absoluto sobre todas las cosas. Sobre las pocas o
muchas cosas sobre las que no se está en desacuerdo, se puede edificar una
buena vecindad. No necesitan estar de acuerdo en todo los buenos vecinos
para ser mutuamente útiles.
La Psicología Social ha hecho
importantes avances en el estudio de
la conducta política.
Veamos cómo podemos aplicarlos al
análisis de la conducta política, en nuestro país, en los actuales momentos.
“Quien no está de un modo conmigo
es mi enemigo, y al enemigo con el palo”, parece ser la feroz concepción de
la política que ha asomado insistentemente.
Es el retoñar de un viejo mal de
nuestra vida pública. Mal inveterado de nuestra política y de tremendas
consecuencias ha sido ese de no ver en los que nos rodean sino amigos y
enemigos, amigos a quienes favorecer y enemigos a quienes perseguir, amigos
que son los buenos y enemigos que son los malos.
Pareciera que la primera
preocupación ha sido la de buscarse un adversario, buscar cabezas en las que
descargar nuestra pasión y cavar anchos fosos de incomunicación para separarnos
de todo contacto con los que no están adheridos sin reservas a nuestro credo.
Ese espíritu de secta, ese tono de
facción, le ha dado a nuestra vida política un carácter negativo y ha sido
uno de los más activos agentes de la inestabilidad de nuestras instituciones.
Si la experiencia ha de tener alguna vez algún valor en nuestro país, debería
comenzar a manifestarse por la adopción de otro estilo y de otro tono para el
debate político. Porque si vamos a
hacer un país estable y una república vivible hay que comenzar por sumar las
coincidencias y no por acentuar las divergencias.
No concebir la acción política
como primordialmente dirigida contra algo o contra alguien, sino a favor de
algo que esté concebido con tanta amplitud como para comprender todos los
intereses fundamentales del país. En lugar de buscar temas de lucha, habría
que plantear formas de cooperación. En
lugar de dividir la casa, unirla y engrandecerla. Esa concepción de la
vida política como la batalla perpetua de una facción fanática, contra
fanáticas facciones enemigas, no sólo es contraria al interés del país, como
lo han demostrado sus trágicos fracasos, sino que reposa sobre un grave error
de apreciación. Porque la verdad es que se puede estar en desacuerdo sobre
alguna cosa, se puede estar en desacuerdo sobre varias cosas, pero es
extraordinariamente raro que se esté en desacuerdo absoluto sobre todas las
cosas. Sobre las pocas o muchas cosas
sobre las que no se está en desacuerdo, se puede edificar una buena vecindad.
No necesitan estar de acuerdo en todo los buenos vecinos para ser
mutuamente útiles.
Y cuando las cosas sobre las que
se está de acuerdo son vitales y básicas, el entendimiento que naturalmente
deriva de esa situación, hace que las divergencias encuentren su salida en el
estudio objetivo, o en la transacción conciliadora. En nuestra sociedad de
hoy existen cuestiones que afectan e interesan por igual a todos los sectores
políticos, organizados o no, que no están de acuerdo con una solución
autoritaria, ni mucho menos dictatorial.
La primera y más fundamental de
esas cuestiones es la de hallar, por medio de la sincera y honesta
cooperación de todos, el camino y las normas que hagan posible la definitiva
implantación de instituciones realmente representativas y democráticas que
puedan durar, porque aseguren el libre desarrollo de todos los intereses y
opiniones legítimos y no estén dirigidos contra ninguno en particular.
Es decir, unas instituciones
adaptadas a una realidad política, social, económica y espiritual, donde todos
quepan, y unas reglas de juego republicano que todos puedan aprobar y con las
que acepten ganar y perder.
Ante una cuestión semejante las
divergencias distintas se empequeñecen y pierden importancia, porque además,
si esa cuestión no se resuelve en esa forma amplia, realista y satisfactoria,
esas otras divergencias no tendrán ni campo ni oportunidad para manifestarse
o debatirse. Si de algo necesita nuestro país es de la afirmación de ese
espíritu cooperativo, asertivo, y no sectario y negativo.
Una política de “pro” y no de “contras”.
Una política que no se detenga
morbosamente en las divergencias sino que se afirme en el servicio de los
grandes y evidentes intereses comunes. Una concepción de la política que vaya
contra el odio y la exclusión de que tantos hemos sufrido, y trate de
implantar la convivencia y el pacífico debatir. No el pacífico debatir que
pertenece a la palabrería y poco vale, sino el pacífico crear, el pacífico
turnarse, de acuerdo con reglas justas, necesarias y libremente aceptadas, en
la función de construir un país cada vez más ancho y cada vez más abierto
para todos sus hijos, que es lo que significa la palabra concordia y
reconciliación.
Todo esto es además, hacedero y
posible. Las gentes están hartas de odio artificial y pugna estéril. Ni el
interés nacional, ni el de los partidos que no pueden estar divorciados del
interés nacional, tienen nada que ganar con el recelo y el rencor. Ante los
intereses vitales que a todos afectan por igual cabe el entendimiento aun
entre las fuerzas que estén opuestas en todo lo demás. Pero esa oposición no
hay que buscarla y cultivarla. Hay que recibirla como un mal a veces
inevitable. Y evitarla buscando lo que
nos identifica y no lo que pueda dividirnos.
Esto se ha logrado en otros
tiempos y lugares, así mismo también nosotros podemos lograrlo. En algunas
épocas los hombres se han matado entre sí porque entendían de manera distinta
el amor de Dios. Este horrible absurdo de matar a la criatura por amor al
Creador, fue posible porque el tono pasional en que se desarrolló la pugna
religiosa hizo perder de vista los fines verdaderos y superiores.
No
sería menos absurdo que nos hubiéramos de odiar porque entendemos de modo
distinto el amor de nuestro país. El verdadero amor del país, por el contrario,
es lo que debe acercarnos a todos los que lo sentimos y empequeñecer nuestras
divergencias. * Phd. Colaboración especial para LatinPress®. LPs.
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