lunes, 30 de septiembre de 2013

Revoluciones en democracia, democracias en revolución

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Democracia: soberanía de la mayoría. Soberanía: poder máximo que no se somete a ningún otro. Contra estas definiciones la reacción ha tejido en todos los tiempos el infundio de que no es posible una revolución en democracia ni una democracia en revolución. Democracia sí, mientras no sea económica o social. Usted puede votar por el alcalde, pero no por el dueño del monopolio ni el magnate comunicacional. La mayoría puede decidir todo, salvo lo que la favorece. Si así lo hace, las fuerzas antidemocráticas ejercen la más brutal violencia en defensa de sus privilegios.
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Así, toda Revolución sufre desde el primer instante el doble asedio de una contrarrevolución interna y otra externa cuyo objetivo es derrocar por la violencia al gobierno popular y restablecer el poder de la oligarquía. Si dichas tentativas no triunfan de inmediato, se prolongan en larga guerra económica de desgaste cuyo fin es arruinar la economía revolucionaria forzándola a priorizar la defensa militar y a endurecer la seguridad interna. La burguesa Revolución Británica padeció el embate combinado de los ejércitos de la monarquía y la intervención externa. La Revolución Francesa estuvo sometida al asalto de la Chouanerie interna y de sucesivas coaliciones europeas. La Revolución Bolchevique enfrentó la contrarrevolución interna del Ejército Blanco y de los Kulaks, la intervención externa de catorce potencias, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Igual agresión interna y externa combinada padecieron la Revolución Mexicana, la China y cuantas en el mundo han sido.
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Este mecanismo funciona exactamente igual para América Latina y el Caribe. Reseñarlo requeriría volúmenes. Consideremos algunos ejemplos.
El Presidente democráticamente electo Jacobo Arbenz intenta expropiar algunas tierras de la United Fruit en Guatemala y es derrocado por una combinación de golpe militar e invasión mercenaria financiada por Estados Unidos.
El primer ministro Fidel Castro avanza reformas mayoritariamente apoyadas por el pueblo cubano. Sigue una invasión de mercenarios financiada, entrenada y apoyada por el gobierno de Estados Unidos; derrotada ésta, un bloqueo económico que dura hasta hoy.
El Presidente democráticamente electo Juan Bosch realiza moderadas reformas económicas en República Dominicana y es derrocado por una combinación de golpe militar e invasión del ejército de Estados Unidos.
El presidente democráticamente electo Joao Goulart decreta en Rio de Janeiro la expropiación de refinerías de petróleo privadas y de tierras privadas veinte kilómetros al borde de ríos, represas y vías de comunicación, y es derrocado por golpe militar que apoya Estados Unidos.
El Presidente democráticamente electo Salvador Allende nacionaliza la industria chilena del cobre, reconoce derechos fundamentales a los trabajadores y es derrocado y asesinado por un golpe militar planeado y apoyado por Estados Unidos.
El dirigente Omar Torrijos logra en 1977 los acuerdos Torrijos-Carter en virtud de los cuales el Canal de Panamá queda posteriormente bajo el control de los panameños, y fallece en misterioso e inoportuno accidente de aviación.
El Presidente democráticamente electo Daniel Ortega avanza moderadas reformas agrarias en Nicaragua y es sometido a bloqueo y a cotidiana invasión y sabotaje durante casi una década por “contras” entrenados, armados y financiados por Estados Unidos.
El Presidente democráticamente electo Hugo Chávez Frías intenta imponer 49 leyes de reforma de la economía y la sociedad venezolana, se niega a privatizar Petróleos de Venezuela, y es derrocado temporalmente por un golpe militar planeado y apoyado por Estados Unidos.
El Presidente democráticamente electo Evo Morales nacionaliza industrias de explotación de recursos naturales, y debe enfrentar la amenaza de secesión de la Media Luna apoyadas por las transnacionales y los movimientos étnicos.
El Presidente democráticamente electo Rafael Correa afianza la propiedad de Ecuador sobre sus recursos naturales, y es atacado por un golpe de Estado apoyado por Estados Unidos y por los movimientos étnicos de la Confederación Nacional de Nacionalidades Indígengas de Ecuador (CONAIE).
El Presidente democráticamente electo Manuel Zelaya se acerca al grupo de países del Alba, inicia moderadas reformas económicas y sociales en Honduras, y es depuesto por un golpe de Estado preparado y apoyado por Estados Unidos desde la base de Palmasola.
El Presidente democráticamente electo Fernando Lugo inicia moderadas reformas, y el Congreso lo depone con un golpe legislativo que dura apenas horas.
En todos los casos, sin excepción, la agresión fue precedida, acompañada y seguida por campañas mundiales de difamación mediática y activa injerencia de cortes y organismos internacionales en los asuntos internos del país víctima.
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Intencionalmente repetimos la expresión “democráticamente electo” como letanía. El camino a la democracia está empedrado de malas intervenciones. Nunca fueron invadidas ni bloqueadas ni saboteadas dictaduras de derecha como las de Somoza en Nicaragua, Batista en Cuba, Pérez Jiménez en Venezuela, Rojas Pinilla en Colombia, Videla en Argentina, Castelo Branco en Brasil, Bordaberry en Uruguay o Pinochet en Chile, por sólo mencionar algunas. Un fatal destino pesa sobre todo gobierno democráticamente electo. Tampoco nadie molestó a demócratas conservadores neoliberales como Toledo en Perú, Frei en Chile o Calderón en México. Imperio y oligarquías golpean selectivamente a demócratas que intentan reformas económicas y sociales. La paradoja se configura así: la Revolución sólo puede acceder al poder por vía democrática, pero la reacción puede y debe aniquilarla en forma violenta en cuanto intente la menor reforma económica o social ¿A quien favorecen estas reglas que consagran una Democracia indefensa e inerme contra una reacción armada, coligada con el Imperio y dispuesta a todas las atrocidades a favor del privilegio?
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La Democracia, poder de la mayoría, tiene derecho a todos los recursos para imponerse y mantenerse ¿En cuáles casos han resistido las democracias contra los asaltos autoritarios? En Cuba, la preparación y solidaridad popular ha disuadido todo posterior ataque. El voto popular devolvió el poder a los sandinistas en Nicaragua. En Venezuela, las masas inundaron las calles y repusieron en el poder al secuestrado Hugo Chávez Frías. Contundentes movilizaciones acompañadas de un referendo mantuvieron en el poder a Evo Morales contra el intento derechista de secesión de la Media Luna. En Ecuador, marejadas del pueblo mantuvieron en el poder a Rafael Correa. La primera defensa de la democracia social y económica está en la movilización popular dinámica y oportuna. Ésta se logra a través de la prédica y la práctica de la participación popular. Un gobierno bien intencionado pero respaldado sólo por una población reducida a la pasividad será fácilmente derrocado mediante las recetas clásicas de la agresión externa e interna, el bloqueo y la guerra económica.
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Decía Maquiavelo que difícilmente será derrocado un Príncipe que arma a su pueblo, pues con tal gesto muestra que le tiene una confianza que será siempre correspondida. Las armas no son necesariamente fusiles y bayonetas. La educación, la justicia social, la organización, la participación política son las invencibles herramientas de la articulación de la voluntad popular. Son las armas sociales, que permiten o a veces hacen innecesario el uso de las convencionales.

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