Mientras escribo, millones contienen la respiración esperando con impotencia el desenlace conocido de una historia terrible, tantas veces contada. Las mismas mentiras, el mismo cinismo, la misma injusticia, la misma impunidad.
Mientras escribo, mis niñas, con envidiable inocencia, dibujan alegres muñequitos, y yo me pregunto qué estarán haciendo otras madres con otros niños allá donde el terror asecha. ¿Cómo se protege a un hijo de las bombas teledirigidas por la codicia?, ¿Cómo les dicen, cuando despiertan llorando en la noche, que todo está bien, que no tengan miedo? El miedo de aquellos niños que tienen la mala suerte de vivir sobre una enorme reserva petrolera; entonces el miedo se hace mío y lo lejano ya no lo es tanto.
Mientras escribo, Obama, marioneta infame, calcula y espera. Ganamos un día de porque hace cincuenta años Martin Luther King tuvo un sueño que aún está lejos de cumplirse, y otro día porque en el parlamento inglés, George Galloway puso con sus agudos puntos sobre las íes, mientras la flota Rusa se desplaza hacia la zona, Irán apunta y la ONU calla, otorga y retira a su personal de Damasco ratificando nuestros temores.
Mientras escribo, millones, como yo, siguen con sus vidas con un nudo en la garganta, y la imágenes grotescas que producen las guerras reviven en los recuerdos anticipando lo que viene. Ya conocemos la historia que calla los la voluntad de los pueblos a bombazos, que calla la verdad con maquinarias de mentiras, que convierte al criminal en héroe y a sus víctimas en enemigo, y a los niños masacrados en “lamentables daños colaterales” -Nos dice en la tele la presentadora del noticiero que pasa la página porque Carlota de Mónaco está embarazada y Lady Gaga se puso otro disfraz.
Mientras escribo, de Iraq solo escucho explosiones de carros bomba: el pan suyo de cada día desde hace más de diez años. Iraq arrasada, bañada en fósforo blanco, sembrada de uranio empobrecido, saqueados sus recursos, la libertad made in USA… De Afganistan los drones, los asesinatos selectivos planificados en La Casa Blanca que no discriminan inocentes, otra vez daños colaterales. Y nadie habla de Libia y el silencio suena a atrocidad.
Mientras escribo, maldigo las certezas que me impiden creer en milagros y ya ni lloro mientras escribo.
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