Fue una especie de “sorpresa
esperada”; todos sabían que la canciller
Ángela Merkel era imbatible en los comicios de este domingo, pero no había certeza de una victoria como la
lograda. La CDU (Democracia Cristiana) rozó la mayoría absoluta con más del 41 % de
los votos, es decir, casi la mitad de los 606 escaños
en el Parlamento federal. Merkel
apareció triunfante ante las cámaras, según
la prensa, sonriente como pocas veces y no
era para menos, fue el mejor resultado
de su partido en 20 años y la coloca con fortaleza en el inicio de su
tercer mandato. Ahora queda por delante
las coaliciones, pero no es un gran
problema, como casi todo país europeo, en Alemania gobierno y oposición se parecen lo
necesario para lograr consenso.
Algo
llama la atención. Tras criticarla con dureza por las políticas
fiscales que impuso a la región, ahora
la prensa europea se rinde ante los pies de la mujer más poderosa del
mundo. Echan a un lado su falta de carisma y resaltan su mano firme,
su supuesto liderazgo, su actitud consecuente a pesar de las
críticas. ¿ Dónde está el verbo fuerte
de la prensa española contra Merkel ? ¡Se
esfumó…! ¿ Acaso ya no es la
intransigente mujer que estrangula a la periferia europea con los
ajustes y recortes
? Sospechosamente, las voces incómodas se aplacaron por el momento.
Las razones de la victoria
La
crisis derribó a unos 20 gobiernos
europeos, entre ellos a “notables” como el francés Nicolás Sarkozy,
el español José Luis Rodríguez Zapatero y el
británico Gordon Brown, sin embargo, le brindó la reelección a Merkel.
¿Cómo es posible? ¿Cuál es la diferencia? La clave está en la
situación interna y la
percepción de los ciudadanos. En
Alemania las cosas no andan bien, no se
vive mejor que antes, ni siquiera igual,
el desempleo es bajo pero los trabajos
son cada vez más precarios, con menos
derechos laborales y peor pagados. La pobreza afecta al 16 % de
la población, ¡claro! la pobreza al estilo de un país desarrollado,
pero pobreza al fin que tiende a aumentar la desigualdad.
A pesar de todo esto, la llamada locomotora europea está mucho mejor
que el resto de sus vecinos. No hay
recesión, los índices macroeconómicos
son positivos y las cuentas públicas están aparentemente
sanas. Los alemanes lo saben y le
dan el mérito a su jefa de gobierno, sacan
una cuenta sencilla: No estamos bien, pero podríamos estar peor.
La
misma campaña ilustró estas
diferencias, Merkel parecía maniobrar en un húmedo oasis en medio
del desierto. Obligó a muchos países
europeos a echar tijeras a los presupuestos, a cortar sin piedad
pensiones, sueldos y puestos de trabajo; el estímulo era una
herejía, una mala palabra; sin embargo, se dio ‘el lujo’ de invertir
30 mil millones de euros en gastos
sociales. Para ella no existieron los recortes ni la austeridad.
El negocio de la crisis
¿Y
por qué Alemania está mejor que el
resto de Europa? Se podría pensar que su
gobierno ha sido más sensato a la hora de maniobrar la crisis, que los
portugueses, griegos y españoles, fueron unos vagos derrochadores
que gastaron
por encima de sus posibilidades; esa es
la visión ‘oportunista’ de Berlín sobre los orígenes de la actual y
difícil coyuntura financiera, pero la verdad es más compleja. Vamos
por pasos…
En
primer lugar, la crisis ha sido un negocio rentable para
Alemania; mientras sus vecinos están en
problemas, se presenta como un país más
competitivo y un refugio para los inversionistas. Sería una locura
comprar bonos españoles, portugueses y mucho
menos los griegos. Todos van a los bonos
alemanes… los más seguros. Alemania ha podido financiar su deuda con
facilidades increíbles, con tasas de
interés bajísimas. Para ilustrarlo con
un dato: entre 2010 y 2012,
el país centroeuropeo se ahorró -gracias a la crisis- más de 67 mil
millones de euros. Ahora sí podemos entender la actitud de Merkel
y su negativa a cambiar las medidas de ajustes por estímulos al
crecimiento, es la filosofía de “húndete tú para mantenerme a flote
yo”…
Pero
la historia es más larga y el
papel de Berlín mucho más reprochable. Alemania es uno de los grandes
culpables
de la actual crisis financiera, no solo
por imponer su voluntad en la búsqueda de una supuesta salida (ya vimos
que esa no es la intención) sino también en provocar su origen.
Alemania estimuló y financió todo el derroche que desbordó la
deuda en países como España, Portugal y Grecia.
En
uno de sus artículos, el analista Vicenç Navarro,
recuerda que en 2007 la situación fiscal de España era mucho más
saludable que la de Alemania; tenía un
superávit mayor y una deuda mucho menor, sin embargo, los bancos
alemanes prestaron a los bancos
españoles un monto equivalente a 109 mil
millones de euros para especular en el
sector inmobiliario. Era un negocio
redondo, Berlín se llenó de euros gracias a la burbuja inmobiliaria
española, pero cuando esta explotó sobrevino el pánico. ¿Caerían los
bancos alemanes en la quiebra? Nooo. Merkel
no lo podía permitir, y vinieron entonces los ajustes a cambio de los
rescates, que por cierto, no son para estimular a la economía real,
sino para que España, Grecia y
Portugal paguen sus deudas a los bancos alemanes.
Así de triste es la verdad, la cara oculta de la crisis que solo
esporádicamente aparece en los análisis de la gran prensa. Es el reflejo de un proyecto europeo
fracasado, en el cual hay países de
primera, de segunda y hasta
de tercera…
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