“Los
especuladores trafican con el miedo para comerciar con el pánico”.
En
mi opinión, el principal triunfo
del Presidente Maduro, a finales de 2013,
fue ganarse la confianza de la gente –tanto chavista como mucha no
chavista-, y recuperar la confianza de esa misma gente en
la gestión de gobierno revolucionaria, amenazada por el fallecimiento
del
presidente Chávez y atacada sin cuartel por la derecha. La ofensiva
emprendida en noviembre cambió la
tortilla, particularmente porque pudimos
TODOS ver en vivo y directo, a través de las cámaras, que no eran
(como nos chantajeaba el oposicionismo), ni la “pírrica” asignación de
dólares, ni los “miserables”
márgenes de ganancia de los
comerciantes, ni la “horrenda” escasez… ..los causantes del alza
alucinada de los
precios, sino que estos aumentaron
gracias al acaparamiento criminal, las
ganancias (y expectativas) de ganancias obscenas, y el
tráfico de dólares, sumado a la vocación
conspirativa. Así las cosas, uno
entiende que ellos –el oposicionismo y
sus secuaces- quieran volver a la
situación de mediados de 2013, con la
gente al borde del desespero y el gobierno a la defensiva, acorralado
con sus argumentos tramposos y
terroristas. Pero lo que no se entiende
es que nosotros los ayudemos a ello por
no tener un poco más de tino, por así
decirlo, en los modos y tiempos de anunciar las cosas, más aún
cuando debemos tener presente que esta
guerra, ni la hemos ganado, ni ha terminado aún, y que durante estos
días de “tregua”, la derecha se ha venido recomponiendo y
aprovechará cualquier descuido para retomar la ofensiva y, de
hecho, ya lo está
haciendo, no sólo
en el plano
material –especulando de nuevo con los precios y
acaparando, como si nada hubiese pasado-
sino también en el discursivo, tal y como lo demuestra el
‘comunicado de la Polar’ sobre su supuesto cierre técnico por la
“deuda”, que -según
la empresa- mantiene CADIVI con ella.
No
debemos olvidar, por otra parte, que estamos peleando contra una
burguesía que
no solo tiene acumulado en el exterior al menos unos 500 mil millones de
dólares (es decir, más que PIB nacional),
producto de décadas de saqueo contra el
país, sino que además está aliada con
fuerzas externas que, como bien señalan
Piña y Zúñiga, están tan dispuestas como ella, a seguir conspirando,
contando para tal fin con la capacidad de
poner en circulación a través de los más diversos vericuetos
financieros, miles de millones de dólares que desbaratan
cualquier mecanismo de mercado impuesto. Y es que entre las varias
paradojas
siniestras de esta guerra económica se encuentra la de que estamos
peleando por
“equilibrarnos” con una moneda que no vale absolutamente nada,
que circula por el mundo con la única “garantía” que le da ser la
moneda de la decadente
potencia imperial, que la está
devaluando a propósito para exportar su decadencia a nivel mundial para,
o bien hundir al mundo con ella o reflotar a cuesta del mundo, y
que
por esa vía pone en manos de los especuladores locales, cuanto
necesiten para conspirar.
Por
otra parte, hay que tener presente lo siguiente: así como hemos dicho
que la actual guerra
económica es una guerra coyuntural en medio de la guerra larga y
originaria de
la burguesía contra las mayorías asalariadas, debemos tener presente
también
que es tan solo un frente local en medio de la guerra global de la
plutocracia
planetaria contra las grandes mayorías. Las diferencias entre lo que
ocurre en
Grecia o España contra lo que ocurre en Venezuela tan sólo son de forma
en lo
que respecta a las particularidades de cada país, y que, a diferencia
de aquellos, en el nuestro, el gobierno es aliado de la clase
trabajadora y las
mayorías asalariadas. Pero en el fondo
se trata del mismo propósito de imponer las peores condiciones para
acelerar la
privatización de la riqueza y su concentración en las menos manos
posible. Recientemente fue publicado por la ONG OXFAM
un donde, entre otras cosas, se exponen
verdades tan crudas como esta: la mitad de la riqueza mundial está
concentrada
en el en menos del 1 % de la población. Ochenta y cinco (85) personas
acumulan la misma cantidad de riqueza que la
mitad más pobre de la población mundial, es decir, de unas 3 mil
millones. Desde la “crisis” financiera de 2008-2009, ese 1 % más
rico ha visto crecer su riqueza, mientras el 99 % se ha empobrecido
aún más.
En
dicho informe también se señala que
el lugar del mundo que marcha a contravía de dicha tendencia es América
Latina.
Pero cuando se revisan mejor los datos
de la CEPAL y otros organismos mundiales, nos damos cuenta de que no
sucede en toda la América
Latina, sino particularmente en estos
países: Venezuela, Ecuador, Argentina, Nicaragua, Uruguay. Otros
países como Colombia, México y Chile
siguen envueltos en la tendencia precarizadora, muy particularmente
México donde las reformas
de la plutocracia, representada circunstancialmente por Peña Nieto, está
rematando el país al gran capital mundial. Para profundizar ese proceso
los Estados
Unidos están armando con mucha paciencia un área de ‘libre comercio’
subregional, denominada “la Alianza TransPacífico”, que garantizaría
la sumisión definitiva de
dichos países a la plutocracia global. Ahora bien, pero como en el caso
de los primeros señalados,
esa estrategia fue derrotada en 2005, en la llamada Batalla de Mar de
Plata, la vía aplicada desde entonces ha sido otra: sabotear las
economías, especular contra sus monedas, poner restricciones a nivel
interno que hagan
no sólo arrodillarlos ante los organismos internacionales en busca de
financiamiento, sino dividirlos bajo la estrategia del desespero. No es
casual que excepto en el caso del ALBA y Petrocaribe, las otras
estrategias regionales de
integración en materia económica –Banco
del Sur, SUCRE, etc.- continúen en una
especie de limbo diplomático. Y tampoco
es casual que desde 2006, tanto
Argentina como Venezuela, los dos países
que orquestaron la derrota del ALCA, con
los presidentes Hugo Chávez y Néstor Kirchner a la cabeza, deban
enfrentar implacables y constantes ataques especulativos contra sus
monedas y, en general, contra sus economías, generándose fuga de
capitales, especulación cambiaria y un
alza “irracional” de los precios. Basta leer cualquier diario
argentino para darse cuenta de que la guerra que estamos enfrentando
aquí, también se enfrenta allá casi idénticamente.
En
cualquier caso, sobre lo que quería llamar la atención es que
no podemos perder de vista -insisto- a qué nos estamos enfrentando. No
estamos
intentando arreglar un mercado momentáneamente perturbado por un par de
malas
decisiones o un afán de lucro desmedido e
irresponsable de unos pocos: estamos enfrentando a unas fuerzas muy
poderosas que son capaces de usar cualquier recurso para imponer sus
condiciones. Pero no por ello son
invencibles ni tenemos que bajar la
cabeza. El presidente Maduro en su
extraordinario discurso del 08 de octubre pasado, lo expresó muy
claramente utilizando una cita
del italiano Giorgio Agambem: el poder
financiero especulativo, la plutocracia,
secuestra por completo la fe y el
futuro, el tiempo y la
esperanza, y busca para ello hacer desaparecer la política,
volverla imposible. Como
dijimos al inicio, la valiente ofensiva
de noviembre rescató para las mayorías la iniciativa, y desnudó a
varios de los reyes y príncipes (y
reinas y princesas) de la plutocracia nacional transnacionalizada. No
podemos
dejar ahora que vengan sus técnicos a envolvernos nuevamente con sus
soluciones
‘de mercado’, cuanto más que la historia reciente nos ha
demostrado que cualquier concesión nuestra en ese campo es interpretada
por
ellos como ‘debilidad’, y nos la hacen pagar bien caro. Debemos
avanzar en la línea trazada. No dejar que secuestren y jueguen con el
bolsillo, futuro, la vida y la
salud mental de las mayorías, como lo venían haciendo y como
procuran volverlo a hacer. No dejar que
corrompan a la mayoría, poniéndola a
buscar dólares-migajas para encubrir su
gran saqueo multimillonario. A los
especuladores-conspiradores y corruptos hay que enfrentarlos con
dureza. Y a la
gran mayoría, brindarle seguridad y
garantías para que no se dejen arrastrar a la emboscada de los malandros
de cuello blanco.
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