sábado, 25 de enero de 2014

SI ESTAMOS -COMO EFECTIVAMENTE LO ESTAMOS- EN MEDIO DE UNA GUERRA ECONÓMICA, DEBEMOS ENTONCES ACTUAR, ENFRENTÁNDOLA COMO UNA REAL AMENAZA.



                                                                        

                               “Los especuladores trafican con el miedo para comerciar con el pánico”.
                                                                                                                     Adam Smith

En mi opinión, el principal triunfo del Presidente Maduro,  a finales de 2013,  fue ganarse la confianza de la gente  –tanto chavista como mucha no chavista-,  y recuperar la confianza de esa misma gente en la gestión de gobierno revolucionaria, amenazada por el fallecimiento del presidente Chávez  y  atacada sin cuartel por la derecha.  La ofensiva emprendida en noviembre cambió la tortilla,  particularmente porque pudimos  TODOS  ver en vivo  y  directo,  a través de las cámaras,  que no eran  (como nos chantajeaba el oposicionismo),  ni la “pírrica” asignación de dólares,  ni los  “miserables”  márgenes de ganancia de los comerciantes,  ni la  “horrenda”  escasez…  ..los causantes del alza alucinada de los precios,  sino que estos aumentaron gracias al acaparamiento criminal,  las ganancias  (y expectativas)  de ganancias obscenas,  y  el tráfico de dólares,  sumado a la vocación conspirativa.  Así las cosas, uno entiende que ellos  –el oposicionismo y sus secuaces-  quieran volver a la situación de mediados de 2013,  con la gente al borde del desespero  y  el gobierno a la defensiva,  acorralado con sus argumentos tramposos y terroristas.  Pero lo que no se entiende es que nosotros los ayudemos a ello  por no tener un poco más de tino,  por así decirlo,  en los modos  y  tiempos de anunciar las cosas,  más aún cuando debemos tener presente que esta guerra,  ni la hemos ganado,  ni ha terminado aún,  y que durante estos días de “tregua”,  la derecha se ha venido recomponiendo y aprovechará cualquier descuido para retomar la ofensiva  y,  de hecho,  ya  lo  está  haciendo,  no  sólo  en  el  plano  material  –especulando de nuevo con los precios y acaparando,  como si nada hubiese pasado-  sino también en el discursivo,  tal  y  como lo demuestra el ‘comunicado de la Polar’  sobre su supuesto cierre técnico por la  “deuda”,  que  -según la empresa-  mantiene CADIVI con ella.

No debemos olvidar,  por otra parte,  que estamos peleando contra una burguesía que no solo tiene acumulado en el exterior al menos unos 500 mil millones de dólares (es decir,  más que PIB nacional),  producto de décadas de saqueo contra el país,  sino que además está aliada con fuerzas externas que,  como bien señalan Piña  y  Zúñiga,  están tan dispuestas como ella,  a seguir conspirando,  contando para tal fin con la capacidad de poner en circulación a través de los más diversos vericuetos financieros,  miles de millones de dólares que desbaratan cualquier mecanismo de mercado impuesto. Y es que entre las varias paradojas siniestras de esta guerra económica se encuentra la de que estamos peleando por  “equilibrarnos”  con una moneda que no vale absolutamente nada,  que circula por el mundo con la única  “garantía”  que le da ser la moneda de la decadente potencia imperial,  que la está devaluando a propósito para exportar su decadencia a nivel mundial para,  o bien hundir al mundo con ella  o  reflotar a cuesta del mundo,  y  que por esa vía pone en manos de los especuladores locales,  cuanto necesiten para conspirar.

Por otra parte,  hay que tener presente lo siguiente:  así como hemos dicho que la actual guerra económica es una guerra coyuntural en medio de la guerra larga y originaria de la burguesía contra las mayorías asalariadas, debemos tener presente también que es tan solo un frente local en medio de la guerra global de la plutocracia planetaria contra las grandes mayorías. Las diferencias entre lo que ocurre en Grecia o España contra lo que ocurre en Venezuela tan sólo son de forma en lo que respecta a las particularidades de cada país, y que,  a diferencia de aquellos,  en el nuestro,  el gobierno es aliado de la clase trabajadora  y  las mayorías asalariadas.  Pero en el fondo se trata del mismo propósito de imponer las peores condiciones para acelerar la privatización de la riqueza  y  su concentración en las menos manos posible.  Recientemente fue publicado por la ONG OXFAM un  donde, entre otras cosas, se exponen verdades tan crudas como esta: la mitad de la riqueza mundial está concentrada en el en menos del 1 % de la población.  Ochenta y cinco (85) personas  acumulan la misma cantidad de riqueza que la mitad más pobre de la población mundial,  es decir,  de unas 3 mil millones. Desde la  “crisis”  financiera de  2008-2009,  ese 1 % más rico ha visto crecer su riqueza,  mientras el 99 %  se ha empobrecido aún más.

En dicho informe también se señala que el lugar del mundo que marcha a contravía de dicha tendencia es América Latina.  Pero cuando se revisan mejor los datos de la CEPAL  y  otros organismos mundiales,  nos damos cuenta de que no sucede en toda la América Latina,  sino particularmente en estos países:  Venezuela,  Ecuador,  Argentina,  Nicaragua,  Uruguay.  Otros países como Colombia, México y Chile siguen envueltos en la tendencia precarizadora,  muy particularmente México donde las reformas de la plutocracia, representada circunstancialmente por Peña Nieto, está rematando el país al gran capital mundial.  Para profundizar ese proceso los Estados Unidos están armando con mucha paciencia un área de ‘libre  comercio’ subregional,  denominada “la Alianza TransPacífico”,  que garantizaría la sumisión definitiva de dichos países a la plutocracia global. Ahora bien,  pero como en el caso de los primeros señalados,  esa estrategia fue derrotada en 2005,  en la llamada Batalla de Mar de Plata,  la vía aplicada desde entonces ha sido otra:  sabotear las economías,  especular contra sus monedas,  poner restricciones a nivel interno que hagan no sólo arrodillarlos ante los organismos internacionales en busca de financiamiento, sino dividirlos bajo la estrategia del desespero.  No es casual que excepto en el caso del  ALBA  y  Petrocaribe,  las otras estrategias regionales de integración en materia económica  –Banco del Sur, SUCRE, etc.-  continúen en una especie de limbo diplomático.  Y tampoco es casual que desde 2006,  tanto Argentina como Venezuela,  los dos países que orquestaron la derrota del ALCA,  con los presidentes  Hugo Chávez  y  Néstor Kirchner a la cabeza,  deban enfrentar implacables  y  constantes ataques especulativos contra sus monedas y,  en general,  contra sus economías,  generándose fuga de capitales,  especulación cambiaria  y  un alza  “irracional”  de los precios. Basta leer cualquier diario argentino para darse cuenta de que la guerra que estamos enfrentando aquí,  también se enfrenta allá casi idénticamente.

En cualquier caso,  sobre lo que quería llamar la atención es que no podemos perder de vista -insisto- a qué nos estamos enfrentando. No estamos intentando arreglar un mercado momentáneamente perturbado por un par de malas decisiones o un afán de lucro desmedido  e  irresponsable de unos pocos:  estamos enfrentando a unas fuerzas muy poderosas que son capaces de usar cualquier recurso para imponer sus condiciones.  Pero no por ello son invencibles  ni tenemos que bajar la cabeza.  El presidente Maduro en su extraordinario discurso del 08 de octubre pasado,  lo expresó muy claramente utilizando una cita del italiano Giorgio Agambem:  el poder financiero especulativo,  la plutocracia,  secuestra por completo la fe y el futuro,  el tiempo  y  la esperanza,  y  busca para ello hacer desaparecer la política,  volverla imposible.   Como dijimos al inicio,  la valiente ofensiva de noviembre rescató para las mayorías la iniciativa,  y  desnudó a varios de los reyes y príncipes (y reinas y princesas) de la plutocracia nacional transnacionalizada. No podemos dejar ahora que vengan sus técnicos a envolvernos nuevamente con sus soluciones  ‘de mercado’,  cuanto más que la historia reciente nos ha demostrado que cualquier concesión nuestra en ese campo es interpretada por ellos como ‘debilidad’,  y  nos la hacen pagar bien caro.  Debemos avanzar en la línea trazada.  No dejar que secuestren y jueguen con el bolsillo,  futuro,  la vida  y  la salud mental  de las mayorías,  como lo venían haciendo  y  como procuran volverlo a hacer.  No dejar que corrompan a la mayoría,  poniéndola a buscar dólares-migajas  para encubrir su gran saqueo multimillonario.  A los especuladores-conspiradores  y  corruptos hay que enfrentarlos con dureza.  Y  a la gran mayoría,  brindarle seguridad y garantías para que no se dejen arrastrar a la emboscada de los malandros de  cuello blanco.

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