Me
perece mentira que hoy esté escribiendo estas líneas con alegría.
Después de un año que empezó tan dolorosamente, en lo personal, mi
compincho Augusto, en lo colectivo, mi Presi adorado. Un año que quería
dar por clausurado apenas comenzaba. Pero no se clausura el tiempo…
El
tiempo sigue corriendo a pesar del dolor, o precisamente para
mitigarlo, para transformarlo. El tiempo sigue corriendo para dar la
razón, o negarla a quienes no la tienen, a quienes nunca la tuvieron, y
este año chavista hizo lo suyo.
El
más chavista de todos los años. El año del todo o nada. El año en que
desbaratamos los horrendos augurios de políticos de rapiña que
conjuraban impúdicos y salivosos la muerte de lo que es eterno. El año
en que fuimos uno.
El
10 de enero nos juramentamos mientras Chávez regresaba. No cabía
entonces en ninguna cabeza la idea de no tenerlo cerca, como siempre,
porque, entre otras cosas, eso es Chávez: cercanía. El 5 de marzo el
dolor más grande de todos en vez de desarmarnos nos unió más todavía. Y
así fue como vivimos uno de los momentos más intensos y ahora, visto a
la distancia de los meses y a pesar de la tristeza, más hermosos que
hemos protagonizado. Y no fue una despedida, millones fuimos a ver a
Chávez para que él viera que aquí se quedaba.
Intentaron
revertir nuestro dolor en rabia con la idiotez de la burla, y aquel
“nadie de lo va a devolver” no tuvo sentido porque Chávez estaba aquí,
en nosotros, con nosotros.
Los
políticos de rapiña frente al hecho irrefutable de la inmortalidad de
un hombre hecho pueblo, hecho ideas, y ellos tan huérfanos de ellas,
apelaron a su única arma: el odio que genere violencia que justifique
luego cualquier cosa. Y así mandaron a “descargar la arrechera” y el
pueblo chavista, aún aturdido de dolor, no pisó el peine que Chávez
nunca pisaría, porque, claro, somos Chávez.
Un
año tremendo en el que maduramos a punta de vencer obstáculos y
zancadillas. ¡Qué torpeza! Después de 15 años todavía no saben que
cuántas más dificultades tanto más avanzamos. Así lo demostramos, oootra
vez, el 8 de diciembre.
Intenso
2013 que quise clausurar temprano sin poder imaginar que sería un año
chavistamente victorioso -valga la redundancia- para no olvidar jamás:
El año en que fuimos Chávez.
Bueno, no lo había visto desde ese punto de vista. Lo que si de verdad quedo demostrado es que nosotros si aprendimos algo, ellos NO. No se han dado cuenta de lo grande que es Chávez, que aun sigue cada dia estando más cerca de nosotros, del pueblo. Triste para ellos que no tienen a quien llorar, a quien recordar, a quien seguir (Que pena con ese Señor) y de quien sentirse orgullosos. Fue, es y seguirá siendo de nosotros, lo tuvimos, lo tenemos y lo tendremos y Uds. no, porque no quisieron, porque más pudo el odio de Uds. que el amor del Comandante.
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