Injerencia de la CIA en contubernio con el Estado colombiano
¡Primero se cae un mentiroso que un cojo!
/ Martes 31 de diciembre de 2013
“El gobierno de Estados Unidos le suministró a su aliado más de 30
bombas inteligentes. En las botas que le suministraron al jefe
guerrillero, le instalaron un GPS. Guiadas por ese instrumento, las
bombas programadas estallaron en el campamento donde estaba Jorge
Briceño.
¿Por qué no se explica al mundo la verdad? ¿Por qué sugieren una batalla que nunca tuvo lugar?”
Fidel Castro, septiembre 30 de 2010.
¿Por qué no se explica al mundo la verdad? ¿Por qué sugieren una batalla que nunca tuvo lugar?”
Fidel Castro, septiembre 30 de 2010.
Historiador, investigador y profesor de la Universidad Pedagógica.
PRIMERA MENTIRA: Las fuerzas armadas del Estado colombiano han propinado duros golpes a la insurgencia por sus propios medios y sin contar con la participación de Estados Unidos y otros países imperialistas.
Desde el año 2002 se viene repitiendo de manera monótona por parte de las fuerzas militares y todos sus propagandistas que sus “éxitos” se han logrado gracias a sus propios esfuerzos y hasta la fecha se había negado que hubiera una participación directa de la CIA y de los Estados Unidos en la realización de operativos sobre el terreno, aunque se reconociera la “ayuda militar” del imperio. Sin embargo, ese lo desmiente la información del Washington Post, en donde se indica que la CIA puso en práctica un plan secreto que se desarrolló desde Bogotá no sólo con labores de inteligencia, sino con la confección de un plan que llevó a la utilización de bombas guiadas por un GPS de 500 libras, las cuales se vienen empleando en Colombia por parte del Ejército desde hace varios años, y que han masacrado a decenas de combatientes de la insurgencia. El informe sostiene que
“Uno de los oficiales de la CIA que Tenet envió a Bogotá […] creó la Célula de Fusión de Inteligencia de la Embajada de Estados Unidos, apodada "el Bunker". Era una habitación estrecha, de 30 por 30 pies con techo bajo y tres hileras de computadoras. Ocho personas se sentaban en cada fila de consolas. Unos peinaban mapas satelitales de la selva; otros buscaban lugares ocultos de las FARC en el subsuelo. Algunos hacían seguimiento a imágenes del movimiento de vehículos marcados con dispositivos de rastreo. Las interceptaciones de voz de comunicaciones de radio y teléfonos celulares eran desencriptadas y traducidas por la Agencia de Seguridad Nacional.
Los expertos técnicos y los contratistas del Bunker construyeron para los colombianos su propio sistema informático de inteligencia de alcance nacional. También ayudaron posteriormente a crear centros de fusión regionales para llevar la inteligencia táctica a los comandantes. La agencia también pagó el mecanismo de comunicaciones encriptadas. […]
Fuera del Bunker, agentes asignados de la CIA y contratistas enseñaron el arte de reclutar informantes a unidades colombianas que habían sido investigadas y a las que se había sometido al polígrafo. […] Mientras tanto, la otra agencia secreta estadounidense que había estado en la primera línea en la localización y asesinato de miembros de al-Qaeda apareció en escena. Comandos de élite del JSOC comenzaron sesiones periódicas de entrenamiento anual y misiones de reconocimiento con pequeñas unidades para intentar encontrar a los rehenes”i.
Horas después de conocerse el informe del periódico de los Estados Unidos, Gabriel Silva Lujan, ministro de Defensa (sic) en el gobierno de Uribe Vélez y ex embajador en los Estados Unidos, sostuvo sin pestañear: "Los colombianos manejan sus Fuerzas Armadas de manera soberana y la verdad es que todas las operaciones fueron diseñadas con colaboración pero ejecutadas totalmente por colombianos"ii. Como es obvio, en medio de estas informaciones tan opuestas, hay que creerle al dueño del circo y no a uno de los payasos.
SEGUNDA MENTIRA: En el ataque a Ecuador no participaron los Estados Unidos.
Cuando se realizó el aleve ataque a Sucumbíos, Ecuador, en la noche del primero de marzo de 2008, el régimen uribista y todos sus corifeos señalaron que ese hecho había sido planeado y ejecutado por miembros de las fuerzas armadas de Colombia y de ninguna manera había participación los Estados Unidos. Tanto en Ecuador como en otros lugares del continente esa versión fue cuestionada por ser poco verosímil, y se aseguró con fundamento que en una operación de tal envergadura -como la que se efectuó para asesinar a 26 personas que estaban en territorio ecuatoriano-, por el procedimiento y la maquinaria de guerra que se utilizó, solo se había podido realizar con la participación de los Estados Unidos. Ese mismo señalamiento fue el que en reiteradas ocasiones realizó el presidente Rafael Correa, aunque ahora haya sido demasiado blando al conocer la noticia del Washington Post sobre la magnitud de la intervención de Estados Unidos, tal vez por aquello de que su gobierno es cada vez menos de izquierda y anda en “buenas relaciones” con el gobierno de Juan Manuel Santos, personaje que es responsable directo de la matanza de Sucumbíos.
En el momento de ese cobarde ataque, el régimen uribista y sus amos de Washington negaron que los Estados Unidos tuvieran algo que ver con la masacre., pero con la información que ha revelado The Washington Post queda en evidencia la participación directa del imperialismo estadounidense. Al respecto el periódico precisa:
“Justo al otro lado del río Putumayo, una milla dentro de Ecuador, la inteligencia estadounidense y un informante colombiano confirmaron el escondite de Luis Edgar Devia Silva, también conocido como Raúl Reyes […] Era un descubrimiento delicado para Colombia y Estados Unidos. Llevar a cabo un ataque aéreo significaba que un piloto colombiano a bordo de un avión colombiano impactara el campamento utilizando una bomba fabricada en Estados Unidos con un cerebro controlado por la CIA”iii.
Después de esta información, que no ha sido desmentida por los sirvientes criollos del Tio Sam, no queda duda alguna sobre participación directa de Estados Unidos, con la complicidad del Estado colombiano, en la violación de la soberanía del Ecuador y en el asesinato a mansalva de 26 personas, entre ellas cuatro mexicanos, un ecuatoriano y 21 colombianos.
TERCERA MENTIRA: La doctrina de la “soberanía limitada” y la defensa preventiva que salió a relucir después del ataque contra Ecuador, se fraguó durante el régimen de la (in)Seguridad (anti)Democrática.
Esta afirmación baladí que también se difundió en forma masiva después del primero de marzo de 2008 con el fin de justificar el crimen de Angosturas y de preparar similares ataques contra Venezuela, no podía ser creída por alguien que estuviera medianamente informado, que entendía que esa doctrina simplemente era “nazismo reciclado” por varios presidentes de los Estados Unidos, y en forma más reciente por George Bush II y sus halcones, después del 11 de septiembre de 2001. No obstante, el uribismo y sus áulicos se dieron a la tarea, para justificar a posteriori la masacre de Sucumbíos, de decir que habían recurrido a la “legítima defensa” preventiva contra un enemigo que se escondía en un país vecino, a cuyo gobierno además acusaron de ser cómplice del “terrorismo”. No faltaron incluso los “analistas” y abogados que recurrieron a las más extrañas cabriolas jurídicas para explicar la agresión del Estado colombiano, e incluso llegaron a decir que simplemente se estaba aplicando la Resolución No. 1373 de la ONU, que fue aprobada después del 11 de septiembre de 2001.
Pero veamos lo que dice, en sentido contrario, la información del Washington Post:
“Los abogados de seguridad nacional de Estados Unidos vieron la operación como un acto de defensa propia. A raíz del 11-S habían elaborado una nueva interpretación del uso de la fuerza permisible contra actores no estatales como al-Qaeda y las FARC. Era así: si un grupo terrorista era controlado desde un país que no podía o no quería detenerlo, entonces el país atacado -en este caso, Colombia- tenía el derecho de defenderse utilizando la fuerza, incluso si eso suponía adentrarse en otro país soberano. Esta era la justificación legal para los ataques con drones de la CIA y otras operaciones letales en Pakistán, Yemen, Somalia y mucho después, para el asalto en Pakistán que mató a Osama bin Laden. […]
El bombardeo desencadenó una seria crisis diplomática. El líder venezolano Hugo Chávez llamó a Colombia "estado terrorista" y desplazó tropas a la frontera, igual que hizo Ecuador. Nicaragua rompió relaciones. Uribe, bajo presión, se disculpó ante Ecuador.
La disculpa, si bien calmó las relaciones en América Latina, enfadó al pequeño círculo de oficiales estadounidenses que conocían la historia detrás, uno de ellos dijo: ‘Recuerdo haber pensado: no puedo creer que estén diciendo esto’, ‘Para ellos era una locura renunciar a una importante argumentación legal’"iv.
Queda claro que los gobernantes de Colombia son tan abyectos que ni siquiera son capaces de inventarse una justificación propia, sino que necesitan que las excusas se las fabriquen desde los Estados Unidos, para que luego personajes de “inteligencia superior” -como se autoproclamaba el individuo que es responsable directo de la masacre de Sucumbíos- y todos sus plumíferos repitieran el mismo argumento que se había fraguado en los círculos del Pentágono y la CIA. En otros términos, la mentalidad colonial llega hasta tal punto, que ni siquiera son capaces de hilar una argumentación propia y original, sino que se limitan a repetir el guion que les envían los amos imperialistas. ¡Un comportamiento por lo demás típico de los cipayos!
CUARTA MENTIRA: Nunca han existido operaciones secretas en Colombia.
Ahora que desde los Estados Unidos se ha revelado lo que es, sin duda alguna, un plan secreto y criminal propio del terrorismo de Estado Made in USA en alianza con sus incondicionales lacayos de Colombia, todos a una, en coro, como si fueran papagayos amaestrados, han salido a reconocer que desde siempre han existido acuerdos de este tipo con el imperialismo del norte. Al respecto Andrés Pastrana Arango quien fuera presidente entre 1998-2002 señaló:
“La cooperación de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico, que incluye el apoyo en operativos contra las Farc, ha sido muy valiosa y determinante a la hora de planear grandes operativos militares. Asimismo afirmó que fue su gobierno el que abrió el sendero para dicha cooperación. ‘Estados Unidos cambió la relación con nuestro país. Éramos un país descertificado por ellos, descertificado en derechos humanos, y tras la primera visita que se hizo al presidente Clinton nos hicieron un reconocimiento (...). Antes de mi gobierno no teníamos la tecnología para esto. Sólo al final de mi gobierno recibimos las bombas y los aviones para dar golpes militares’”v.
Lo significativo de esta declaración es que lo dice quien firmó el Plan Colombia, del que se repitió hasta la saciedad, en el momento en que existía la zona de distensión en El Caguán, que sus recursos económicos y militares no se iban a destinar a la lucha contrainsurgente. Pastrana viene a reconocer, casi quince años después, que los dineros de ese Plan Colombia si tenían un propósito antisubversivo. Otra mentira más que cobija la impunidad de los delincuentes de cuello blanco que gobiernan este país.
Por su parte, otro expresidente, Álvaro Uribe Vélez, “admitió que durante su Gobierno el país recibió ayuda secreta de la CIA en operaciones militares en las que murieron jefes de la guerrilla de las Farc, tal y como reveló hace unos días el diario estadounidense The Washington Post. En su cuenta de Twitter, el expresidente reconoció que Estados Unidos "ayudó (a Colombia) para detectar la ubicación" de los jefes guerrilleros, pero puntualizó que esos operativos militares se desarrollaron "con hombres y equipos nuestros (colombianos)"vi.
A su vez, el actual Ministro de Guerra, Juan Carlos Pinzón sostuvo: "La verdad es que todo el mundo sabe, esto no tiene nada de nuevo, que tenemos una cooperación fuerte, muy fuerte con los Estados Unidos […] ha sido en materia de inteligencia, de operaciones especiales". […] "Sobre eso que no haya duda, hemos obtenido capacidades, conocimientos, entrenamiento, fortalecimiento, pero las operaciones que han realizado nuestras Fuerzas Militares y de Policía son actos heroicos (sic) de colombianos"vii. ¡Muy heroicos, por lo demás, tales como bombardear a mansalva a gente que incluso se encontraba durmiendo –como sucedió con Raúl Reyes- y que esos militares actuaran bajo las órdenes de personal militar de los Estados Unidos!
Y para completar, Juan Manuel Santos le señaló al Washington Post en una reciente visita a Estados Unidos: "Parte de la experiencia y la eficiencia de nuestras operaciones especiales han sido el producto de una mejor formación y conocimiento que hemos adquirido de muchos países, entre ellos Estados Unidos"viii.
Como puede colegirse de estos testimonios, el carácter cipayo de los gobernantes de este país alcanza elevadas cotas de cinismo, hasta el punto que siempre negaron la existencia de “operaciones secretas” con los Estados Unidos, Israel o Inglaterra –y la participación militar de esos países en acciones contrainsurgentes en territorio colombiano- pero ahora cuando éstas han sido descubiertas las admiten como algo normal, cuando se está hablando de “acuerdos clandestinos” que violan la legalidad formal del Estado colombiano y, además, y esto es lo importante, aplican la pena de muerte a diestra y siniestra, no sólo contra habitantes de este país, sino incluso contra ciudadanos extranjeros, como aconteció con los mexicanos asesinados en Ecuador.
Pero aun así, Gabriel Silva Luján, desoyendo la voz de los títeres mencionados, sostiene que “la CIA ha colaborado con las Fuerzas Armadas colombianas en operaciones contra los grupos guerrilleros, pero aseguró que no puede hablarse de un plan secreto, como reveló el domingo el diario Washington Post”ix. Como puede apreciarse, el descaro de los voceros de las clases dominantes de Colombia es de antología.
QUINTA MENTIRA: El régimen de la autodenominada Seguridad Democrática y su gamonal-presidente generaban confianza en los Estados Unidos.
Es normal que un régimen tan profundamente entreguista y antinacional como lo fue el del Ubérrimo (entre el 2002 y el 2010) se enorgulleciera de haber logrado tal grado de sintonía con sus amos imperialistas y que estos le tuvieran gran confianza y lo admiraran. Eso, justamente, es lo que decía el mismo personaje de marras, y siguen repitiendo los medios de desinformación de este país. Pero el artículo publicado en Washington Post revela la verdadera confianza que los amos le tenían a su lacayo y con él a las Fuerzas Armadas. Al respecto se señala:
“Existía otra preocupación. Algunos altos oficiales estaban preocupados porque las fuerzas colombianas podrían utilizar los PGMs para asesinar a quienes consideraban enemigos políticos. ‘Las preocupaciones eran grandes, dados sus problemas de derechos humanos’, declaró un ex alto oficial del Ejército.
Para asegurarse de que los colombianos no darían mal uso a las bombas, los oficiales de Estados Unidos idearon una solución innovadora. La CIA mantendría el control sobre la clave de encriptación insertada en la bomba, que descodificaba las comunicaciones con los satélites GPS de forma que pudieran ser leídos por las computadoras de la bomba. La bomba no podía alcanzar su objetivo sin la clave. Los colombianos tendrían que solicitar aprobación para algunos objetivos, y si daban mal uso a las bombas, la CIA podía denegar la recepción de GPS para uso futuro.
‘Queríamos un mecanismo de refrendación’, declaró un alto oficial que participó en las deliberaciones. Para cortar la cinta roja inicial, los primeros 20 kits de bombas inteligentes -sin las llaves de encriptación- llegaron a través de la CIA. La cuenta fue por menos de 1 millón de dólares. Después de eso, a Colombia se le permitió adquirirlos a través del Programa Exterior de Ventas Militares”x.
Pero la “confianza” con respecto a sus súbditos quedaba en evidencia cuando antes del artero ataque al Ecuador, el jefe de la Misión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos le dijo al Comandante Colombiano de Operaciones encargado de bombardear el campamento de Raúl Reyes: “Mire hombre, todos sabemos dónde está este tipo, simplemente no se caguen esto”xi.
A los sirvientes a veces se les olvida lo que son y piensan que son imprescindibles, algo que tiene sin cuidado a los amos imperialistas, los que se guían por el principio que ellos no tienen amigos sino intereses. En plata franca eso significa que los Pastrana, los Uribe, los Santos… son desechables y Estados Unidos los puede usar cuando los necesita, pero también puede prescindir de ellos en cualquier momento, hasta el punto que no sería raro que alguno de ellos terminara con sus huesos en una cárcel de alta seguridad de los Estados Unidos. Con esta perspectiva, no existe nada que haga creíble la pretensión de los vendepatrias mencionados de ser, de manera permanente e incondicional, los “favoritos de Washington”, porque simplemente son peones de ocasión que, como en el ajedrez, son los primeros en desaparecer del tablero.
MÁS ALLÁ DE LAS MENTIRAS
El Informe del Washington Post evidencia algunas tendencias de fondo acerca del conflicto colombiano, que no pueden pasar desapercibidos en las actuales circunstancias, y que es bueno recordar en forma rápida:
•La intervención de Estados Unidos en la vida colombiana no es reciente, puesto que desde la década de 1950 ha sido una constante, y el imperialismo ha recurrido a todas las formas de lucha como parte de su proyecto anticomunista y contrainsurgente. Esa intervención ha contado con el apoyo decisivo del Estado colombiano y de las clases dominantes de este país. Esa colaboración ha fraguado “pactos secretos” que no son conocidos, como el que se acaba de revelar, y que tienen como finalidad la destrucción de la insurgencia, convertir al país en una gran portaviones para agredir a otros países de la región y del mundo y facilitar la extracción de bienes comunes de tipo natural en nuestro suelo y en el de los países vecinos, tal y como lo señalamos en nuestro libro Colombia y el imperialismo contemporáneo. Colombia un eslabón geoestratégico de los Estados Unidos, que pronto será publicado xii.
•Tanto Estados Unidos como el Estado colombiano han recurrido a todos los medios para aniquilar a la insurgencia (FARC y ELN), pero al mismo tiempo han sido el sostén del proyecto paramilitar, al que nunca han perseguido y jamás se han bombardeado los campamentos de los jefes criminales de las mal llamadas autodefensas. El informe del Washington Post lo dice en forma directa: “Analistas del Bunker fusionaban las pistas de los informantes con información obtenida a partir de medios técnicos. Los analistas buscaban vincular a individuos con el flujo de la insurgencia de drogas, armas y dinero. Ya que la mayor parte, dejaban (de lado a) los violentos grupos paramilitares”xiii. Esto es explicable porque, sencillamente, el paramilitarismo forma parte del proyecto de guerra irregular y de cuarta generación adelantado por los Estados Unidos, en abierta alianza con sus súbditos locales, para destruir cualquier proyecto revolucionario y democrático e instaurar el orden del despojo y el saqueo, para asegurarse el control de los bienes comunes de tipo natural a lo largo y ancho de Colombia, como los minerales.
•El pacto secreto no es un simple acuerdo militar sino que consiste en un plan de muerte, puesto que Estados Unidos y el Estado colombiano se han dado a la tarea de realizar asesinatos sistemáticos, que se efectúan con premeditación y alevosía, violando las más elementales leyes de humanidad y de la guerra. En ese sentido, en Colombia existe un “Estado canalla” que como otros satélites de los Estados Unidos -en su orden Israel, Egipto, Turquía…-, se encuentran entre los pocos Estados que en la actualidad han instaurado la “pena de muerte internacional” como norma de conducta, para justificar sus delitos y sus crímenes. Lo llamativo en el caso de Colombia es que las clases dominantes pregonan que aquí existe una democracia y que además es un “Estado Social de Derecho” (una falacia en la que cree Gustavo Petro y que le ha salido muy costosa) en donde se respetan las leyes y los derechos y, además, que en Colombia no existiría la pena de muerte. Todo esto, en vista de lo que ha pasado en los últimos sesenta años, pero especialmente en los últimos quince, es papel higiénico, porque aquí se aplica la pena de muerte, como se acaba de rubricar con la información que trae el artículo del Washington Post. En forma textual allí se afirma:
“los abogados de la Casa Blanca, junto con sus colegas de la CIA y de los departamentos de Justicia, Defensa y Estado, tenían sus propias preguntas que hacer. Una cosa era usar un PGM para derrotar a un enemigo en el campo de batalla -la fuerza aérea estadounidense llevaba años haciéndolo-. Pero otra cosa era usarlo para alcanzar a un líder individual de las FARC. ¿Constituiría eso un asesinato, prohibido por la legislación de Estados Unidos? Y, ‘¿Podríamos ser acusados de participar en asesinato, incluso si no lo hacíamos nosotros?’, dijo un abogado implicado.
La Oficina de Asesoramiento Legal de la Casa Blanca y otros decidieron finalmente que el mismo análisis legal que habían aplicado a al-Qaeda podía aplicarse a las FARC. Matar a un líder de las FARC no sería asesinato porque la organización suponía una amenaza para Colombia. Además, no se podía esperar que ningún comandante de las FARC se rindiera”xiv.
Como se puede notar, los gobernantes de los Estados Unidos (entre ellos George Bush y Barack Obama) y sus lacayos del mundo neocolonial (como los de Colombia) se proclaman como los dueños de la vida humana y deciden, violando las más elementales normas de humanidad, a quien se debe asesinar, porque a ellos les conviene. Por eso, desde la Casa Blanca se decide cada semana cuál es el próximo objetivo de los drones y bombarderos asesinos, y sus súbditos adoptan la misma actitud asesina. Y en esa dirección debe resaltarse la actitud despreciable que muestran los “altos dignatarios” de Colombia y sus portavoces ante la vida humana y la forma abyecta cómo exaltan la muerte y se burlan de los cadáveres de sus adversarios, y, como una muestra clara de tecnofascismo, exaltan el poder criminal de los sofisticados bombarderos yanquis. Esto queda demostrado en el informe del Washington Post:
“[…] el jefe del Bunker y su agregado militar del Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos asignaron a sus hombres una segunda misión: convertir en objetivo a la dirigencia de las FARC. Esto era exactamente lo que la CIA y el JSOC habían estado haciendo contra al-Qaeda al otro lado del mundo. La metodología era familiar. ‘Hubo polinización cruzada en ambas direcciones’, declaró un alto oficial con acceso al Bunker en aquel momento. […]
Localizar a los dirigentes de las FARC resultó ser más sencillo que capturarlos o matarlos. Unas 60 veces las fuerzas colombianas habían obtenido o se les había entregado información confiable pero fallaron en capturar o matar a algún alto dirigente, de acuerdo con las declaraciones de dos oficiales estadounidenses y un alto oficial colombiano en retiro. Era siempre la misma historia. Helicópteros Black Hawk proporcionados por Estados Unidos transportaban tropas colombianas dentro de la selva a unos seis kilómetros de un campamento. Los hombres se adentraban en el denso follaje pero los campamentos estaban siempre vacíos para cuando ellos llegaban. Luego supieron que las FARC tenían un sistema de alerta temprana: anillos de seguridad a varios kilómetros de los campamentos.
Para 2006, el deprimente record llamó la atención del recién llegado jefe de misión de la Fuerza Aérea estadounidense. El coronel estaba perplejo. ¿Por qué el tercer receptor en ayuda militar de Estados Unidos [detrás de Egipto e Israel] había hecho tan pocos progresos? ‘Estoy pensando: ¿con qué matamos a las FARC?’ dijo en una entrevista el coronel […] que ‘empezó a buscar en Google bombas y bombarderos’ buscando ideas. Eventualmente llegaron al Paveway II Mejorado, un kit de guiado relativamente barato que se podía atar con correas a una bomba de gravedad Mark-82 de 500 libras. El coronel aseguró que le habló al entonces ministro de Defensa Santos sobre su idea y escribió un informe de una página para que se lo entregara a Uribe.
Santos llevó la idea al Secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld. En junio de 2006, Uribe visitó a Bush en la Casa Blanca. Mencionó el reciente asesinato del jefe de al-Qaeda en Iraq, Abu Musab al-Zarqawi. Un F-16 había lanzado dos bombas inteligentes de 500 libras al interior de su escondite y lo habían matado. Uribe presionó para obtener la misma capacidad.
"Claramente esto era muy importante" para Uribe, afirmó el General retirado de la Fuerza Aérea Michael V. Hayden, quien había pasado a ser director de la CIA unos meses antes”xv.
•El costo de la “ayuda secreta” de los Estados Unidos: El pacto secreto que el Estado colombiano tiene establecido con los Estados Unidos tiene múltiples costos que no son analizados a fondo, como si no fueran importantes. Está, en primerísimo lugar, el costo de vidas humanas, pues estamos hablando del asesinato de decenas sino centenares de personas, que han sido masacradas desde aviones que vuelan a 20 mil pies de altura y cuyas “bombas inteligentes” se activan a tres kilómetros de distancia de sus objetivos humanos. Es la forma más cobarde de matar, como lo hace cotidianamente Estados Unidos desde hace años en todo el mundo. En segundo lugar, el costo económico es irracional, puesto que cada artefacto (“bomba inteligente que se usa”) para matar a insurgentes cuesta 30 mil dólares, y la sola operación para asesinar a Raúl Reyes valió, según dice el citado informa, un millón de dólares. Si estamos hablando de decenas de insurgentes asesinados, podemos hacer las cuentas del costo económico, que finalmente asumen los ciudadanos de los Estados Unidos y los de Colombia, estamos hablando de millones de dólares. No por casualidad, el pacto secreto en cuestión se estima que involucra un presupuesto de por lo menos nueve mil millones de dólares, que es distinto al presupuesto destinado al Plan Colombia. Tan escandalosa es la cifra que, por su magnitud, el Senado de los Estados Unidos decidió averiguar en qué se estaban usando dichos fondos y por eso se dio a conocer el Informe del Washington Post. En tercer lugar, como Estados Unidos no hace nada gratis, porque el imperialismo no es ni mucho menos filantrópico, está claro que su “ayuda” tiene contrapartidas, que se tasan en concordancia con el entreguismo de las clases dominantes de Colombia y su Estado. Entre las dadivas que se le han concedido a los Estados Unidos y a sus empresas deben señalarse la firma del Tratado de Libre Comercio, la entrega plena de la soberanía nacional para construir bases militares, la explotación y destrucción de nuestros ecosistemas para que las multinacionales yanquis y sus socias de otros países (como las de Canadá) se apropien de petróleo, agua, maderas, minerales, biodiversidad…
•No se trata de simples mentiras, sino del “derecho de asesinar” y la pérdida absoluta de soberanía e independencia por parte de Colombia: En el mejor de los casos, las pocas veces que en Colombia han osado criticar el “pacto secreto” consideran que el problema es que este se ha hecho de manera clandestina y que se ha recurrido a decir mentiras para justificar su implementaciónxvi. Las mentiras son lo de menos, el asunto esencial radica en que se miente como un paso indispensable para perpetrar asesinatos con la más absoluta impunidad, algo que además festejan los cultores de la muerte en este país. Al respecto el artículo del Washington Post relata una escena que es típica de la bajeza moral que caracteriza a los círculos guerreristas de Colombia y de los Estados Unidos, para los cuales la vida humana de los adversarios no vale nada:
“Tomás Medina Caracas, también conocido como Negro Acacio, el jefe narcotraficante de las FARC y comandante del Frente 16, fue el primer hombre que la Célula de Fusión de Inteligencia de la Embajada de Estados Unidos puso en la cola de un ataque con PGM. Sobre las 4:30am del 1 de septiembre de 2007, pilotos con gafas de visión nocturna soltaron varias bombas inteligentes Enhanced Paveway II sobre su campamento en el oriente colombiano mientras oficiales en ambas capitales esperaban. Las tropas sólo pudieron recuperar una pierna. Parecía por su complexión oscura pertenecer a Acacio, uno de los pocos líderes negros de las FARC. Los tests de ADN confirmaron su muerte.
‘Hubo gran excitación’, recuerda William Scoggins, jefe del programa antinarcóticos del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos”xvii.
Este desprecio por la vida humana demuestra hasta donde llega la sevicia del imperialismo y sus esbirros en todo el mundo con los que declara como sus enemigos, los que ni siquiera son respetados después de ser asesinados, sino que sus cadáveres o lo que queda de ellos se convierte en un botín de guerra o en símbolo que se usa para causar pánico y terror entre la población y entre los combatientes, como lo señala el mismo informe del Washington Post.
A eso hay que agregarle, que, como lo indicó el periódico mexicano La Jornada en su editorial del 23 de diciembre, Colombia ha perdido cualquier sentimiento de dignidad y de soberanía, para plegarse por completo a los planes del imperialismo estadounidense, un hecho del que deberían tomar cuenta los gobiernos de Ecuador, Venezuela y otros de América Latina:
“Por lo que hace al gobierno de Uribe, la información difundida denota el grado al que llegó la liquidación de la soberanía de esa república suramericana durante la gestión del ex mandatario (2002-2010) […] El empeño de Uribe Vélez en una estrategia contrainsurgente que incluyó la violación masiva de derechos humanos y la conversión de ese país en violador de la legalidad internacional estuvo alentado, de acuerdo con lo que hoy se sabe a partir de la información publicada por el Post, por el gobierno de Estados Unidos. En un ejemplo más de la doble moral característica de Washington, Álvaro Uribe concluyó sus días al frente de la Casa de Nariño en medio de acusaciones de funcionarios y legisladores estadunidenses por los atropellos cometidos por su gobierno en el contexto de la política de un plan de contrainsurgencia del gobierno colombiano alentado por la propia Casa Blanca”xviii.
•La memoria y las fuentes sobre la intervención imperialista en el conflicto armado y social de Colombia: Ante todos los hechos mencionados, que son evidentes en el Informe del Washington Post, vale preguntarse ¿si es cierto que el imperialismo ya no existe y que todo se explica por la manida globalización y si al mismo tiempo se puede desconocer su existencia para explicar las características del conflicto armado que ha vivido Colombia en los últimos 65 años? Pero, además, después de conocer esa información ¿pueden seguirse negando los crímenes del imperialismo y la forma cobarde cómo opera el terrorismo de Estado a la colombiana? Luego de leer ese artículo, uno puede presumir –o mejor, soñar– que los acuciosos memoriologos oficiales de régimen santista (que también lo fueron del uribismo, por aquello de que no importa a quien se le sirve, siempre y cuando se reciban dólares y dadivas a cambio), ya deben estar preparando un informe especial sobre los crímenes de los Estados Unidos y su apoyo directo en Colombia al terrorismo del Estado (perdón por el término que no forma parte del vocabulario light de esos memorilogos).
Porque una cosa queda clara después de conocido este artículo del Washington Post: existen pactos secretos sobre la intervención de Estados Unidos, Israel e Inglaterra, así como registro de los crímenes adelantados a raíz de esos acuerdos, que deben estar registrados documentalmente en alguna parte y deben reposar en archivos de Estados Unidos y de Colombia (como en los de las Fuerzas Armadas y de los organismos secretos), que se constituyen en fuentes imprescindibles para conocer el grado y magnitud de esa intervención y, por supuesto, el nivel de sumisión y entreguismo a que han llegado las clases dominantes de este país y el Estado. Tarde o temprano, esos pactos tienen que ser conocidos en Colombia y no pueden permanecer ocultos con el argumento que forman parte de la “seguridad nacional”, porque con ellos se accede al conocimiento de una faceta trascendental de la guerra que vivimos en este país, para actuar política y judicialmente contra los crímenes y los criminales del imperio y sus lacayos tropicales.
NOTAS
i-. Diana Priest, “Destapan Plan de la CIA para asesinar a dirigentes de la insurgencia”, The Washington Post, diciembre 21 de 2013, publicado en Rebelión, diciembre 23 de 2013, disponible en http://www.rebelion.org/
ii-.”Exministro y exembajador en EE.UU confirma cooperación de la CIA con Colombia”, en http://www.cmi.com.co/?n=
iii-. http://www.rebelion.org/
iv-. http://www.rebelion.org/
v-. “Ecos del informe del Washington Post”, El Espectador, diciembre 23 de 2013, disponible en
http://www.elespectador.com/
vi-. “Uribe admite ayuda de la CIA para dar de baja a jefes de las FARC”, El tiempo, 25 de diciembre de 2013, disponible enhttp://www.eltiempo.com/
vii-. Ministro de Defensa de Colombia sobre ayuda de la CIA para matar guerrilleros: “Todo el mundo sabe, no tiene nada de nuevo”, en http://www.nodal.am/index.
viii-. http://www.rebelion.
ix-. ”Exministro y exembajador en EE.UU confirma cooperación de la CIA con Colombia”, en http://www.cmi.com.co/?n=
x-. http://www.rebelion.org/
xi-. Citado en Santiago Villa, “Just don’t fuck it up”, El Espectador, diciembre 24 de 2013, disponible enhttps://www.elespectador.
xii-. Renán Vega Cantor, Felipe Martín Novoa, Colombia y el imperialismo contemporáneo. Un eslabón geoestratégico de los Estados Unidos, Ediciones Ocean Sur, 2014 (en prensa).
xiii-. http://www.rebelion.
xiv-. http://www.rebelion.org/
xv-. http://www.rebelion.org/
xvi-. Esa es la única crítica que hace Ramiro Bejarano en su columna dominical. Ver al respecto: “El reino de Pinocho”, El Espectador, diciembre 29 de 2013, disponible en http://www.elespectador.
xvii-. http://www.rebelion.
xviii-. “La CIA en Colombia: injerencia y entreguismo confirmados”, La Jornada, diciembre 23 de 2013, disponible enhttp://www.jornada.unam.mx/
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