Eso cantó Palito Ortega en 1962 en el Club del Clan. Ya sé, ya sé, casi nadie recuerda ese programa argentino olvidable, emulado en Venezuela, pero yo sí. Vagamente.
Luigino Bracci discurrió con brillo sobre los puntos salientes del vituperio opositor al Viceministerio de la Suprema Felicidad: «El Viceministerio de la Suprema Felicidad, Coca-Cola y la Cajita Feliz de McDonald’s», así que no redundaré. Recomiendo leerlo aquí: http://j.mp/16OdnEL.
Pero me quedan algunas hilachas.
Quienes aplaudieron la gansada de que «éramos felices y no lo sabíamos» ahora ríen del Viceministerio.
¿De qué lado está la felicidad en Venezuela? ¿De quienes llaman a descargar arrechera? ¿De las sabias maestras de oposición que llaman «mamagüevo» a un comunicador?
Perdona el sugestivo vocablo, pero así hablan algunas. Mira sus pastoriles preceptos en el reportaje de Zurda Konducta en http://bit.ly/Hq4B9P. ¿Del que golpea a su esposa y dice que ella misma se magulla con un lavamanos? ¿De quienes manufacturan rumores en laboratorios? ¿De los dragones de Komodo?
Felicidad viene del latín felicitas y feliz de felix, que significa ‘fértil’. Por ahí nos podemos ir orientando.
El naturalista y escritor argentino Guillermo Enrique Hudson declaró: «Varias veces emprendí el estudio de la metafísica, pero me interrumpió la felicidad». Curiosa antinomia felicidad/metafísica, que no comparto porque hallo la metafísica bastante entretenida, aunque prefiero tocar cuatro.
La Real Academia la define así: «Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien». No me hace feliz esta definición. La hallo deficiente, neoliberal. ¿Habla de los bienes que provee la Cajita Feliz de McDonald’s? Es por una duda que tengo.
Ha habido felicidades indeseables en la época del racismo y el machismo felices, cuando racistas y machistas campeaban con todo desahogo. Ahora se las ven difíciles para ejercer abiertamente su estupidez moral e intelectual.
Hay quien dice ser «feliz como una lombriz». La próxima vez que halle una lombriz examinaré si es feliz. Tal vez las solitarias.
Hay gente neurótica que detesta la felicidad y se asegura infelicidad, entre muchos modos, burlándose del esfuerzo bolivariano de aportar felicidad a todo el mundo, empezando por esa gente.
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