Alerta del Frente de damas indignadas con todo lo que hace el gobierno.
Tal
como lo hemos venido advirtiendo desde hace catorce años, estamos en
puertas del más estruendoso colapso total. Pese a nuestros dignísimos
esfuerzos por evitarlo, pese al glorioso pero breve golpe de estado,
pese al valiente sabotaje petrolero, después de haber invertido millones
de dólares en campañas para alertar a este pueblo lambucio sobre los
peligros del
castro-controldeprecios-límitedeganancias-chavismo-comunismo, pese a que
su mismo presidente ilegítimo advirtió que no habría arrepentimiento,
como si aquello fuera una promesa redentora, pese a todo, el colapso
llegó… nos llegó.
Es
lo que pasa cuando la economía se deja en manos de los pelagatos. ¡Qué
va a saber un pobre de dinero!. Y dígame un chofer de autobús que a lo
máximo que llega es a manejar algunas moneditas al día y aún así hay
quien se le cuela y no paga su pasaje.
En
otro intento por salvar al país, a modo de pasajero que no paga,
intentamos burlar al chofer en nombre de la mano invisible y de nuestros
privilegios humanos. El plan era perfecto: arrebatarle el poder
llenando a la vez nuestras bóvedas con ganancias de ensueño.
Era
el plan perfecto, sí, hasta que el G2 nos infiltró y en una clara
violación a nuestra privacidad, muestran facturas y documentos de
nuestras empresas y negocios en cadena nacional con el único objetivo de
exponernos al escarnio.
Dicen
que ganamos mucho, que el 1200% de ganancias es usura, como si supieran
algo de economía, como si supieran cuántas y qué tan caras son nuestras
necesidades. Y otra vez, fomentando la flojera, se meten y bajan los
precios para que cualquier mequetrefe chancletudo pueda comprar un
televisor. ¿Quién va a querer trabajar como un burro para tener cosas si
ahora puede tenerlas trabajando como gente? Así no puede avanzar el
país…
Por
esto yo, Marifer Popof, presidenta y miembro único de Frente de damas
indignadas con todo lo que haga el gobierno, sola y digna -ya que mis
damas clase media prefirieron hacer la cola para comprar ropa barata-
alzo mi propia y refinada voz en protesta y me rebajo al vil acto de ir a
la cocina, tomar una cacerola y golpearla con esta cosa horrenda que
llaman cucharón. ¡Tlaca, plaka, claka, plin!
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