Parecería que se trata de un partido
de futbol o, mejor aún por más cercano, uno de beisbol de la Serie del Caribe.
La victoria será del equipo que más dólares haya gastado, entendiendo que los
raspacupos utilizan sus bolívares para adquirir dólares en forma legal, con los
cuales compran mercancías más baratas por Internet, viajan o venden los dólares
adquiridos, los cuales se han convertido, por obra y gracia de los raspaollas
del Gobierno, en la mercancía más apetecida. Los raspaollas, en cambio, usan los
dólares del Gobierno, o sea del resto de los venezolanos, para obtener parte de
esas divisas mediante comisiones en las compras en el exterior o por
sobreprecios y compras de mercancías inexistentes, o las obtienen a través de
bonos de la deuda en dólares negociados con sus banqueros, o del
robo descarado de los distintos fondos creados por el gobierno
“revolucionario”.
Cada raspacupo dispone de su tarjeta
de crédito para efectuar su negocio, la cual tienen un límite de dólares bajo,
que ha venido reduciéndose anualmente, por lo que sus posibilidades de
enriquecimiento son pocas y el impacto sobre el monto total de las divisas
que ingresan muy bajo. Pueden, además, pedirles las tarjetas a sus
familiares, amigos y conocidos y rasparles también sus cupos, pero en este caso tienen que compartir las
ganancias con los poseedores de las tarjetas. En definitiva, es un negocio miserable en lo que a cantidad
de dólares respecta. No conozco ningún
raspacupos que se haya enriquecido con esta actividad; conozco sí a algunos intermediarios que han
podido medio bandearse para completar el presupuesto familiar, para pagar
préstamos hasta ese momento difíciles de honrar o que se han dado una
escapadita a Margarita por una semana.
Los
otros en cambio, los raspaollas,
a quienes el gobierno no menciona en sus alocuciones ni responsabiliza
de los
fraudes cometidos, sí disponen de suficientes dinero para convertirse en
banqueros, en burgueses importadores, en propietarios de grandes
medios de
comunicación escrita, de compañías de
radio y canales de televisión, de aseguradoras, de aras de caballos
pura sangre, de empresas de transporte, de casinos, de bienes
inmuebles, de servicios y de
grandes extensiones de tierra. Ellos han
aprovechado los 130 mil millones de dólares de FONDEN, manejado por una
o dos personas, de los que nadie dice nada en voz alta, ni siquiera
el monje rojo, tan dado a pontificar sobre los valores éticos
socialistas. Se repartieron más de 20
mil millones de dólares entregados a empresas inexistentes, pese a la
advertencia de hace años de la
Contraloría, y tienen 131 mil millones de dólares en el
exterior de los que no rinden cuentas.
Han
raspado la olla del Fondo chino, de BANDES, del BIV (quebrado 4
veces), de las misiones, ministerios, fundaciones del Estado,
corporaciones, institutos autónomos, protectorados, fondos de
pensiones (PDVSA), el SENIAT, las empresas gubernamentales, las
expropiadas y pare
usted de contar. Éstos sí se han
enriquecido y transformado en una nueva burguesía con este
proceso de acumulación. El billón de
dólares de la actividad petrolera de estos casi 15 años pasó por sus
manos y una
buena parte se quedó en sus bolsillos. Éstos
son los estafadores de la nación, los
traidores a la patria, los que deberían
ser señalados por Giordani y Maduro, por Ramírez y Cabello, e
investigados y sancionados por el Poder
Judicial.
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