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No
podemos hablar de seguridad si no hablamos de justicia. Hace unos días
leí una noticia titulada en contundentes y dolorosas letrotas negras que
nos decían que un joven recibió su merecido por robar un celular en el
Metro. Nueve años de cárcel para que aprenda que robar es malo, para que
la sociedad respire aliviada porque parece que los teléfonos hoy están
un poco más seguros.
Leer
esa noticia me remitió a otra de hace un par de semana que, con letras
más discretas, nos contaba cómo un funcionario de CADIVI y su hijo, que
fueron procesados por estafar al estado un montón de millones,
-¡pobrecitos!- fueron condenados, con una palmadita en la espalda, a
régimen de presentación, porque, bueno, ellos no tenían antecedentes
judiciales y además evitaron al sistema de ¿justicia? todo el trámite,
el papeleo, el costo en tiempo y dinero que significaba un largo juicio
poniendo cara de contritos y declarándose culpables.
Un
muchacho pobre va a la cárcel por robar un celular, o dos, o veinte y
claro que debe haber una pena para su delito, pero tendría que haber
penas proporcionalmente justas para quienes han robado a la nación
entera. Veinte mil millones de dólares nos robaron a todos a través de
CADIVI un puñado de “empresarios” y sus compinches vestidos de
funcionarios públicos. Lo misma cantidad de dinero que perdió la nación a
causa del delictivo sabotaje petrolero, aún sin culpables sentenciados.
¿A cuántos celulares equivale ese dineral? Sacando la cuenta, no
alcanzan las vidas de estos grandes ladrones para pagar por sus delitos.
Nuestras
leyes siguen penalizando la pobreza. Un delito menor contra la
propiedad privada merece todo el peso de una ley injustamente pesada,
mientras los delitos contra la nación, contra lo público, contra lo de
todos, encuentran todo tipo atenuantes para que la ley pese en los ricos
lo mismo que una pluma.
No
puedo dejar de pensar que el pequeño ladrón es producto de los grandes
ladrones. No podemos hablar de “mano dura al hampa” si no señalamos y
castigamos a los verdaderos hampones: los que robando al país roban la
esperanza de nuestros muchachos que, reflejados en en espejismo del
dinero fácil y la impunidad, terminan robando celulares cuando la
impunidad, a los pendejos no les toca.
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