Uno de las
actividades favoritas de ciertos viajeros venezolanos es despotricar de su
país. Pululan en los aeropuertos, cargados de maletas, vestidos de estreno,
todo carísimo, con sus niños abrazados a gigantescos peluches, no les falta nada -material-, en
todo caso les sobra, pero su mirada sedienta busca algo más, sus ojos inquietos
no descansan hasta detectar su objetivo: un extranjero con quien conversar.
Como quien
no quiere la cosa se arriman al incauto y le preguntan, siempre en inglés, si
esa silla está vacía, el incauto responde en perfecto español que cómo no.
Feliz se sienta el viajero, bloqueando el pasillo con bolsas, mochilas, el
peluche del muchachito y busca conversación.
¿De dónde es
usted? -Pregunta salivante, sin importarle de dónde sea, porque su conversación
ya está trazada y nada ni nadie desviará a nuestro viajero de su extraño
objetivo.
¡Ahhh!
-interrumpe "hermoso país el suyo, eso sí que es un país, no como mi pobre
Venezuela..." -Frunce la cara y se desboca en su perorata autodenigrante.
"Aquello da vergüenza -suspira complacido- un país tan bello, tan rico,
con tanto potencial y fíjese usted cómo lo tienen, hecho pedazos, arruinado...
Y es que la gente ¡ay la gente!, porque ese el es problema de mi Venezuela: el
venezolano -así, en una ajena tercera persona-, son el resultado de una mala
mezcla de razas: heredaron la flojera del indio, el desorden del negro y poco
aprendieron del laborioso europeo, eso es innegable, la mala madera con que
están hechos, así que estamos condenados porque es la gente es la que hace a
los países grandes... así como su país... ¿De dónde me dijo que era?...
No importa
de dónde sea el mudo interlocutor, siempre será de un país mejor. Es que
nuestro viajero despotricante ha viajado y sabe. Ha visto hermosos aeropuertos,
fabulosas avenidas, magníficos centros comerciales, hasta hizo el tour por las
casas de los ricos y famosos, lo que le permite hoy emitir juicios inapelables
sustentados en su óptica de turista -never mochilero-.
Y así
despotricando regresa, a casa, porque tiene casa; al trabajo, porque porque
tiene trabajo; a preparar su viaje decembrino, porque tiene dinero para viajar.
Regresa nuestro viajero hundido en su depresión post vacacional.
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