jueves, 6 de marzo de 2014

Cómo enfrentarse al chavismo

el país
TRIBUNA

La oposición no debe inventarse una insurrección, sino llegar a ser mayoría
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Es en realidad posible que a corto plazo se derrumbe el Gobierno chavista?; ¿puede ocurrir en Venezuela lo que acaba de ocurrir en Ucrania o lo que pasó recientemente en el mundo árabe?; ¿está el modelo bolivariano social y políticamente agotado?; ¿son similares las condiciones que vive Maduro con las que tumbaron a Fujimori en Perú y a otros Gobiernos del continente? Las informaciones que llegan de Venezuela, sobre todo de los opositores, dejan la impresión de que el gobierno de Maduro está a punto de caer fruto de las protestas callejeras. Sin embargo, derrocar Gobiernos a partir de movimientos civiles no es fácil.
La polarización que domina Venezuela ha contaminado los análisis políticos con una lógica de buenos o malos, empobreciendo el debate intelectual sobre lo que está pasando en ese país. Luego de una década, denunciar las maldades antidemocráticas del chavismo se ha vuelto repetitivo e irrelevante. Es público que en las actuales protestas callejeras no solo están presentes descontentos sociales, sino una lucha entre las estrategias de los dos principales líderes opositores sobre cómo enfrentarse al chavismo. La estrategia de Leopoldo López se inclina por provocar la caída a corto plazo del gobierno de Maduro y la de Henrique Capriles se orienta a acumular fuerzas para enfrentarse al chavismo y derrotarle en futuros procesos electorales. ¿Cuál de estos líderes tiene la razón?
Toda protesta rompe la normalidad de quienes participan y de quienes no participan; esto vuelve imposible mantener de forma indefinida a miles de personas movilizadas permanentemente. La lucha de calle tiene por ello un periodo de ascenso y un periodo de descenso que ocurre por agotamiento natural. Una protesta social solo puede sostenerse de forma prolongada si hay un motivo de gran potencia que sea retroalimentado por una represión tan brutal como la de Ucrania. La crisis económica y la inseguridad son factores potentes para motivar una protesta social normal, pero no para tumbar un Gobierno. Las elecciones son el mecanismo más efectivo para descargar descontentos sociales y Venezuela ha tenido casi una elección anual durante los últimos 15 años.
López intenta provocar la caída rápida de Maduro y Capriles prefiere agrupar  fuerzas para las elecciones
La oposición ha sobrevalorado el factor externo en su lucha, sin considerar que la presión internacional hace ruido, pero no derrumba Gobiernos, a menos que se trate de una intervención militar, que es impensable en Venezuela. Hay mayoría de gobiernos de izquierda en Latinoamérica y estos seguirán apoyando a Maduro a partir de considerar que si este llegó por los votos, solo por los votos debe salir del poder. Este argumento no tiene nada que ver con solidaridad izquierdista, sino con defender la propia estabilidad de sus gobiernos.
Los gobiernos bolivarianos manipulan las instituciones, aplican la justicia a su antojo, coartan la libertad de expresión, pero no matan y usan la represión de forma moderada. Cuando una represión es brutal, ni se puede ocultar, ni es necesario exagerarla. Teniendo a cuenta los quince años de polarización extrema que tiene Venezuela, la violencia política sigue siendo poco relevante. Ni el Gobierno quiere matar, ni los opositores están dispuestos a provocar que les maten. La realización sucesiva de eventos electorales ha impedido que la violencia se generalice.
Si López persiste en su estrategia de revuelta popular para que “Maduro se vaya ya”, las protestas tenderán a ser cada vez menos masivas, menos pacíficas, más violentas y más impopulares. Los grupos de choque de López se enfrentarán a los grupos de choque de Maduro por el control de la calle, hasta volverse una situación cotidiana desgastante que producirá muertos por goteo de lado y lado, tal como ya está empezando a ocurrir. Las protestas pueden servir para acumular fuerzas, denunciar y debilitar al chavismo, pero no podrán por sí solas derrocar al Gobierno de Maduro. La oposición no cuenta con ningún instrumento de poder para generar un desenlace y esto solo sería posible si se produjera una división en el Ejército o en las filas chavistas.
Sin embargo, la estrategia “insurreccional” de López genera miedo al revanchismo en las filas chavistas y el miedo es un factor de unidad y no de división. Por lo tanto, López está cohesionando más al chavismo en vez de dividirlo.
Capriles tiene razón: la estrategia de López divide a la oposición venezolana
Las crisis económicas hacen perder elecciones, pero no derrumban gobiernos automáticamente. El chavismo como fenómeno político ha sido un proceso de inclusión social y de construcción de nuevas élites. Ambas cosas han ocurrido mediante una reorientación desordenada de la renta petrolera con mecanismos que pueden ser considerados corruptos, ineficientes y populistas, pero este tipo de mecanismos son históricamente similares a los que dieron base a muchas otras élites y fuerzas políticas en el pasado en todo el continente. Se trata de una fuerza social que nació políticamente con Chávez, y esto genera unas lealtades que no se degradan tan rápidamente por efecto de la crisis económica o porque se violen libertades.
La oposición venezolana cometió graves errores en el pasado, siguieron una estrategia invertida que se inició con un golpe de Estado y continuó con huelga, protestas callejeras, elecciones, denuncia de fraude y retiro de las elecciones hasta fragmentarse en decenas de pequeños grupos. Ese error implicó que los opositores le regalaran a Chávez el control total del Ejército, del petróleo, del Parlamento, de la justicia y del poder electoral. Luego corrigieron, se unieron, regresaron a las elecciones, ascendieron en resultados y cometieron un nuevo error al convertir en derrota su excelente resultado frente a Maduro. Su obsesión por denunciar “fraudes” electorales inciertos termina en deslegitimación de las elecciones, que son el único instrumento que tienen para llegar al gobierno. No es lo mismo enfrentarse a un fraude que competir en desventaja.
Sin duda Maduro es un pésimo gobernante, Venezuela vive una terrible crisis y el chavismo se está agotando, pero su fuerza social es suficiente para mantenerlo en pie. El problema central de la oposición venezolana no es inventarse una insurrección, sino convertirse en mayoría superando las arbitrariedades antidemocráticas, dar seguridades al chavismo de que no habrá revancha, ganar elecciones y reunificar a Venezuela con chavistas incluidos. El medio siglo de castrismo habría sido imposible sin la cooperación de la oposición recalcitrante del anticastrismo de Miami y el bloqueo de Estados Unidos. Capriles tiene razón: hay que acumular fuerzas. La estrategia de López paradójicamente puede dividir a la oposición y darle fuerza a Maduro. El debate principal no es sobre la maldad del chavismo, sino sobre la estrategia de la oposición, porque la suerte de Venezuela, solo los venezolanos pueden decidirla.
Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.

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