Lo primero que debo dejar sentado es que no hago colas para comprar lo que como. Y no es que mande a alguien a hacer colas por mí o que sea supermillonario y que la alimentación no me preocupe. Nada de eso.
Simplemente y por principios de salud, no como lo que el grueso de la gente traga y se pelea por ello en la calle. No soy ni vegetariano del todo, ni carnívoro tampoco. Me pongo en el centro y le echo diente a los dos reinos naturales, siguiendo recetas de moderación.
Yo no tomo leche. Tengo 47 años y desde hace 27 se me desactivó en el organismo la enzima que la degrada. De manera que consumirla me acarrearía daños de salud tales como alergias, mucosidades, putrefacción en las vías digestivas y de expulsión, retortijones, diarreas, etc. Lo de la enzima es determinante y matemático: le pasa también a los elefantes, que son amamantados por sus madres los primeros años y después, en la medida en que se transforman en los animales terrestres más corpulentos, nunca más chupan ese líquido blanquecino sin que por eso les pasa nada. Nunca dejo de preguntarme por qué un ser humano tiene que andar consumiendo leche de un animal como la vaca, que es un bicho de otra especie, por el resto de sus días, y menos si las pobres vacas son envenenadas con hormonas, para producir la leche. No quiero morir tan joven.
La carne roja presenta una estructura molecular que la hace lenta para su digestión, tardando horas un pedazo de carne en la panza. Según estudios, por su capacidad para generar oxidación celular, juega un papel importante en la incidencia de cánceres. La ciencia ha comprobado que en el intestino humano se han conseguido trocitos de ella, tapiados durante años, indigestos, en cualquier lado, almacenados lógicamente de modo tóxico. La consumo una vez a la semana o cada 15 días. Dejo constancia que no hago apología de la razón vegetariana porque no comulgo con los extremos; consumo tanto vegetales como carne, bajo un controlado criterio de salud. Así que no me verá usted matarme en una cola para recibir una porción desesperada de sangre y tejido orgánico. Pesco (en el mercado), y como pescados con gran frecuencia.
El azúcar junto con el aceite comestible son de los rubros que más risa sardónica me han provocado. Y me perdona si usted ha sido uno de esos estúpidos -peleones de cola-, que me han provocado esas risas. Es como si se pelearan por veneno, lo cual, más que risa, tendría que mover a lástima. El azúcar es una de las mayores monstruosidades que la sociedad industrial pone al alcance del pobre consumidor. Te la meten en todo -sin anestesia- vía publicidad y necesidad, como si fuese necesaria para la vida en su forma más conocida: blanquecina y cristalizada. ¡ Por favor ! Lea y deje la ignorancia. La ciencia revolucionaria y sincera (esa que no se alinea con el matador de usuarios y que está al servicio de la vida) ha dejado en claro que el cáncer se alimenta de ella. Sí, del azúcar, y esto sin hablar de la diabetes y otras preciosuras. Piense un poco: el azúcar no es de ese color blanquito que usted ve en el mercado; originalmente es morena, y el ‘blanquito’ es un químico exterminador que le agregan, como el que le ponen a la sal, para presentarla en público. En su lugar, consumo moderadamente papelón, sin hacer colas; y si quiero no hacer ni una pulgada de cola, compro la stevia, una hojita natural tres veces más endulzante que el veneno blanco, completamente natural, sano y antioxidante.
Lo mismo hay que decir del aceite de girasol, soya, maní o ajonjolí: son venenos meticulosamente elaborados, cuya ‘naturalidad’ muere al ser sometidos a cocciones a temperaturas de 300º centígrados. ¿ Quiénes comen un producto industrializado como éste ? Simple, unos tontos que no barruntan con qué lo están embromando. Engordan y enferman, y baste nomás mencionar las afecciones coronarias. Son sustancias inestables a la hora de freír, que reaccionan hacia estados químicos perniciosos. Yo no los consumo. Compro aceite de oliva, sin matarme con otros en una cola estúpida, y usualmente me lo como al natural en ensaladas. Para freír y ahora sí que doy un consejo, es buena la manteca de cerdo por su estabilidad química, así como el aceite de coco comestible y la misma mantequilla (que no margarina), para levemente sofreir. Por lo general sofrío, medio embadurnando de mantequilla la sartén.
Uno de los puntos donde más idiotas consigues para reír dolorosamente, es el tema de la mantequilla. ¡ Caramba, te dicen que a tu pueblo le falta un montón de picardía y educación alimentaria! ¡ Comer avispas, pues !, como decimos en Venezuela. Todos se matan por comprar margarina, incluso dejando pasar que la llamen mantequilla, como si al agua se le pudiera denominar bencina, estricnina o cianuro. La margarina es una cosa y la mantequilla otra. La margarina en un principio fue un químico concebido para alimentar animales, para engordarlos, y fue retirado de esa práctica, por la mortandad que ocasionó. Así que fue enterrada por un tiempo. Hasta que llegaron los que negocian con el alma de los pueblos y la resucitaron: advirtieron que agregándole color y sabor podría parecerse a la mantequilla, y la vendieron como su sustituto barato de la mantequilla, matando lentamente a un gentío. Tú la consumes y al tiempo te mueres emproblemado del corazón y las arterias, con obstrucciones en los órganos. Si la dejas destapada en un rincón del patio, comprobarás que no la comen ni las hormigas, y ni las moscas se le acercan ¡ Porque sencillamente es casi un plástico ! Según científicos delatores, le falta una molécula para ser plástico, y por eso es por lo que los tontos nuestros pelean y se dan codazos en las colas, para comprarla.
La mantequilla es más sana, y resulta bueno consumirla. Las paredes de nuestros tejidos están hechos como de mantequilla-mantequilla, y de ella es que deberíamos procurar conseguir en el mercado. Se consigue si la buscas, y aquí reconozco que trabajo un poco más, lanzando mi caña de pescar en el río. Pero es completamente imperativo comprender las diferencias entre una y otra -mantequilla y margarina-, y desechar el veneno.
No compro arroz blanco ni pastas pegajosas, ni harinas blancas de maíz. Consumo el arroz integral, que lo venden por kilo en el mercado de Quinta Crespo y en muchos lugares, y ese es el que compro. No me mato pisándole juanetes a nadie para hacerlo. Voy y ya, y me libero de un artículo empaquetado, muy desdibujado de su origen natural. Igual digo de la harina blanca, blanca como el bagazo, esa que utilizamos para las vernáculas arepas. A ambos rubros los empegostan con gluten (aunque lo nieguen los empresarios de la muerte) y otras baratijas para que sus elaborados mantengan la forma íntegra y elástica que al paladar hace babear. El grano de arroz al cocinarse ‘debe ser blanquito e íntegro” (nos dicen), pero el color agregado y el gluten, respectivamente, hacen ese milagro a costa de la salud del ignorante. Igual con los espaguetis en grado sumo, una elaboración de harina que toma la forma alargada por el plastificante gluten agregado. De paso dígase que la llamada ‘harina pan’ es un íntegro bagazo, sin valor nutritivo, despojada de sus virtudes en la cocción a altas temperaturas a que es sometida; y cuando tú la comes, mi querido mortal, no agregas nutrientes al cuerpo, sino el formato para embalar las heces que expides al exterior.
El gluten es como una plastilina que se combina con los alimentos para que adopte forma y elasticidad, y una arepa es muy bonita y apetitosa, tal cual como la vemos en la pantalla de la televisión, formadita ella, como una cápsula dorada de sabor. Y los espaguetis son esas lombrices semi-sólidas que no se rompen al enroscarse en el tenedor. ¡ Pamplinas ! Así es que vende el demonio para embaucar almas. El gluten es una extracción del trigo, con gran alcance para enfermar a las personas, es generalmente tóxico, alérgico, silencioso (causa moco, e inflamaciones), produce dermatitis y enfermedades autoinmunes. Usted lo hallará en la avena, el trigo, el centeno, la cebada, por si se decide a consumirlo, en el caso de no ser alérgico.
¿ Y qué hace uno, entonces, sin arroz, harina y pastas ? ¿ Qué diablos comer, si no hay esos acompañamientos fabulosos ? Como dije, compro arroz integral, ese de color marroncito, que se despaturra cuando se cocina; para la arepa consumo la harina ‘integral’ (Mezclarepa), o la marca Mazorca si no se consigue la primera, que es más sana. Pero en general, soluciono todo el embrollo con el maíz, que muelen delante de mis ojos en el mercado, y con el que me preparo unas deliciosas y sanas cachapas. Mientras me las como con mantequilla, me asomo por el balcón para ver a un montón de gafos apuñalándose por un paquete de arroz corrompido. También compro Quinua, un grano procedente de Bolivia, Perú y Ecuador, muy completo en su aporte proteínico, el más completo entre los vegetales conocidos. Los espaguetis los consumo una vez cada tantos días y he llegado al extremo de comprar unos, hechos de arroz, de arroz limpio.
Demás está decir que, situado en el centro de consumo entre lo animal y lo vegetal, como bastante monte en ensaladas, como regla general de alimentación.
Podría extenderme un rato más con otros alimentos, pero finalizo mi perorata -que no consejos-, para dar pie a una crítica. Amigo lector, no sea tan pendejo y no se deje enloquecer. Busque entre la grama la verdad, hasta encontrar la aguja. Lea. Indague a diario sobre lo que come, porque -a fin de cuentas-, “usted ES lo que come”, como dice el dicho. Preocúpese un pelín más por usted mismo, y no coma la mierda que otros le empaquetan y venden por televisión y otros medios de manipulación social.
Atónito he visto cómo de la escasez de los productos mencionados, casi todos de una marca de una popular cerveza de Venezuela, se ha politizado el comportamiento de nuestros habitantes. Pero no se deje. No le dé gusto a las fuerzas transnacionales que están detrás, para que usted les compre su basura y hasta les haga publicidad, matando a otros en las calles, en medio de un griterío. ¿ Cómo es eso de que el país se cae a pedazos y la gente muere de hambre porque no consigue una margarina (de cualquier marca), que ES un eximio veneno, como ya lo hemos dicho ? El colmo del colmillo es que en las manifestaciones políticas he constatado la manipulación de colocar en pancartas, imágenes de los productos mencionados en este escrito, de la específica marca de la cerveza, insinuando que hemos de morir de hambre si no los conseguimos lo más rápido y abundantemente posible. ¡ Hasta dónde nos habrán modelado esos poderes comercializadores de porquerías, que nos llevan (a los venezolanos) a confundir sus marcas empresariales, con los verdaderos alimentos que necesita el pueblo ! ¡ Intolerable ! Tontos que somos nosotros...
*Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudades, salud, música llanera y la investigación documental.
NOTA: LO PUBLICO EN MI "MURO", PORQUE ME SENTÍ BASTANTE IDENTIFICADO CON LA ACTUACIÓN, COMO CONSUMIDOR, DEL AUTOR.
(mra) (Y Yo JRR)
El autor es OSCAR J. CAMERO
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