lunes, 13 de diciembre de 2010

NUESTRAS TRADICIONES




ADVIENTO

Ya titilan las multicolores lucecitas de navidad por todos los espacios de La Mucuy merideña. Son verdes, rojas, amarillas, azules, todas guindadas desde viejas puertas y ventanas de experimentadas maderas.
Los más felices son los niños, quienes con el alboroto decembrino escuchan los planes de sus padres, ven grandes compras y sienten el suave frio que cada noche y al amanecer baja desde lo más alto de eternas montañas.
Hay olor a guiso de hallacas y ahumadas hojas de plátano, mientras esperan los precisos pabilos que amarraran en su punto. Esmerados músicos van afinando cuatros, violines, bandolas y tambores.
Se van escuchando eternos aguinaldos, villancicos y gaitas. Todos trabajan en la construcción de la navidad, reúnen viejas ramas, pintan de variados colores la arena que ayudara a engrandar inmortales pesebres como el de Milpas de Doña Eloísa. Llegan visitantes, grandes amigos y los seres queridos.
En los conservados corredores de eternas casas, descansan envejecidos y perpetuos pasillos que año tras año reciben El Adviento.
Se disponen a guindar desde un clavito de acero un juego de luces que alumbrara desde la primera a la tercera semana de navidad. Es la representación del adviento, estará por casi todo un mes iluminando la esperanza de los cristianos.
La base que concentra cuatro pequeños velones está decorada de florecitas, cintas de colores y planticas que con devoción anuncian El Adviento.
Conservan la tradición del encendido de cuatro pequeñas luces, dos color verde y dos rojas. Con respeto y compromiso van cambiando uno a uno cada velón que el fuego extingue. Cada vez que se apagan van siendo sustituidos por uno nuevo, duran encendidos durante todo el día y la noche.
Se cree que el permanente encendido de esta luz durante estas tres semanas acompañara los caminos de familiares y amigos que se encuentran lejos. La fe puesta sobre este ritual auxiliara a quienes tienen los caminos confundidos y el tiempo nos les ha permitido encontrar la vía hacia el hogar y el reencuentro con sus amigos de siempre
La confección del nicho donde descansan los sencillos velones da un fresco aroma a pino verde que proviene desde lo más alto de las lluviosas montañas que conforman la Sierra Nevada.
Mientras el yaragua a cumplido su meta una vez más, ahora va convirtiéndose de mágica tonalidad purpura a una suave espiga que cubre los más altos espacios de aquellas montañas.
Y junto al viento, la lluvia y el yaragua, la luz del Adviento alumbra caminos, metas y sueños que empiezan a conformar el cercano año.
  


Miguel Jaimes
15 de diciembre de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario