domingo, 16 de septiembre de 2012

Empoderamiento popular o retroceso

7-O continuidad de tres décadas de lucha

Empoderamiento popular 
o  retroceso


                                                              Por  Alberto Rojas Andrade

“Aquí la cosa es diferente, porque aquí no tenemos jefes,
cada quien tiene su responsabilidad  y  tiene que cumplirla.”
Obrero venezolano de empresa recuperada.


Es gente absolutamente del común, en su mayoría campesinos, obreros y vecinos de todas las edades, hablando, cantando, sonriendo, con una seguridad  y  ánimo no vistos sino en otros lugares muy específicos de América Latina.  Se expresan con total libertad,  no sienten miedo;  la claridad de sus conceptos se afinca en un lenguaje preciso y descriptivo de su situación y anhelos.  Narran las experiencias de sus organizaciones con festivo orgullo.  Lo anterior sería una presentación de un documental protagonizado por los colectivos organizados en Venezuela (‘Retratos de Lucha’. (2003-2007) Benjamín Durand / Vive Televisión / Alba TV:http://albatv.org/Documental-Retratos-de-lucha.html).

Recuperación de tierras e industrias nos son mostrados por ellos,  campos y ciudades son escenarios de estas luchas,  frecuentemente con lutos del lado de los populares, de los ‘muertos de hambre’.  Se cuestiona todo,  desde el trabajo como tal,  hasta la forma en que ha de realizarse;  sus protestas contra la burocracia,  por su negligencia y corrupción en sus labores de prestación de servicios básicos,  nos dan una perspectiva de su independencia,  carácter  y  conciencia,  como organizaciones populares.

Los colectivos organizados en Venezuela tienen una ley específica,  reguladora de su existencia (Ley de Consejos Comunales),  algo particularmente extraño para una verdadera libertad de asociación popular;  no obstante,  más revolucionario que esto es no es apreciable en épocas de crisis,  de democracia verdadera  y  enseñoramiento de la rapiña neoliberal.

¿Qué tanto alcance podrán tener estos colectivos en movimiento a nivel nacional?  ¿Cuál sería su efecto en el ámbito latinoamericano?  No lo sabemos,  aún luchan por fortalecerse.  Son la materialización del  ‘se hace camino al andar’, de Antonio Machado. La historia enseña que una revolución no es un asunto realizable de un día para otro,  es un trasegar que puede tomar varias generaciones,  pero sus primeros frutos,  así sean pequeños,  deben apreciarse en las primeras de cambio.

Venezuela no las ha tenido fácil,  por la época en la cual se ha generado el proceso.  Recordemos cómo la Revolución Cubana tuvo a su favor,  poder iniciar su recorrido  -que aún continúa-,  logrando el derrumbe del sistema represivo de Batista y demás instituciones que le eran afines.  Con ello,  en Cuba se pudieron establecer organizaciones estatales con carácter francamente nuevo,  e ideales de beneficio real para el pueblo.  El imperio tomó atenta nota de aquello,  y revoluciones como la emergida de la Sierra Maestra, o nuevos impulsos  -apenas-  de cambios indispensables,  se tornan cada vez más difíciles;  el antecedente del Chile de Allende pesa aún en el continente.

La patria de nacimiento de Bolívar ha enfrentado desde hace trece años, a una estructura represiva y burocrática,  continuación del modelo Puntofijista, con vicios de corrupción,  clientelismo,  ventajismo cobarde y arribismo a granel.  Las circunstancias actuales han llevado a la construcción de un proyecto revolucionario en marcha,  de múltiples vertientes,  cohabitando con un capitalismo heredado de la ‘época de oro’ del saqueo neoliberal,  marcado culturalmente por un consumismo absurdo, acicateado a través de los medios de comunicación masiva y sus antivalores (banalidad,  ostentación,  ridiculez,  derroche,  competencia, necedad…).  
El mismo poder popular  -incipiente-  en ocasiones es impulsado (principalmente por el Presidente) y otras es frenado por un aparato estatal creciente pero amodorrado,  mientras en buena medida,  el poder económico burgués,  impertérrito,  continúa su imparable festín.  ¡Vaya paradojas!

Las clases adineradas, enriquecidas con el sudor y el trabajo de la mayoría,  se atemorizan y manifiestan junto con algunos arribistas clase-medieros,  que se está generando el mismo ‘sistema de Cuba’.  Como era de esperarse,  en su visión de país no hay lugar a un mínimo de justicia, renuncian hasta a la posibilidad de un capitalismo ‘keynesiano’.  Tan ligados (o alienados) se encuentran al ideal neoliberal de Washington,  que no quieren soltar lo más mínimo de lo apropiado indebidamente.  En realidad los oligarcas,  como núcleo de la oposición venezolana,  carecen de discurso propio  y por eso divulgan uno con evidentes muestras de provenir de agencias especializadas y  pagadas  por  el  Departamento  de  Estado  de  los Estados Unidos,  sin evitar  -de paso-  viejos  comportamientos  abiertamente  racistas  (http://www.youtube.com/watch?v=Lki_5IweSmI&feature=related).
Al mismo  Presidente  de  la  República (HRCF),  elegido  y  ratificado  mayoritariamente, bajo las reglas existentes,  no lo bajan de etiquetarlo de  ‘zambo,  militarote,  pobre, etc.  Es ostensible que sin presión popular no renunciarán a sus privilegios.

Los ‘poderosos’ en Venezuela tienen toda la libertad que se puede tener en una verdadera democracia, algo no visto ni en EEUU gracias a sus represivas leyes antiterroristas,  o en Europa como lo hemos visto con los despojados de dignidad, trabajo y bienes, y hoy apaleados por cuerpos policiales verdaderamente brutales cuyas prácticas rayan en el fascismo. A su vez, la censura de la que hablan medios extranjeros como BBC, CNN, FOX, DW y demás, es difícil encontrarla en Venezuela en los espacios y programas en medios de comunicación, en su mayoría propiedad de recalcitrantes capitalistas criollos.  De hecho existe un latifundio mediático al servicio del capital,  el cual como es natural difunde el modelo opuesto al de cualquier revolución popular montando falacias rocambolescas.  Allí está la explicación de muchos votos que van a candidatos que están en contra de los intereses de los mismos votantes, como reales operaciones psicológicas antigubernamentales.   Por su parte,  el gobierno venezolano emite desde una pequeña fracción del espacio radioeléctrico,  intentando mostrar su apreciación de la realidad,  pero desafortunadamente con las mismas formas y maneras, propias de los medios del capital. Y en los espacios que quedan, los medios de difusión populares plantean su lucha con buena fortuna, teniendo en cuenta los recursos de que disponen.

Las fuerzas derechistas afirman que el gobernante actual,  con sus ideas y prácticas políticas,  polariza el país,  como si antes del comienzo de siglo no hubiera existido una vigorosa lucha de clases manifestada en momentos cumbres como el ‘’Caracazo’ de 1989.  Para aquellos la existencia de una ínfima minoría con cuentas bancarias con muchos ceros y lujosos apartamentos en Miami,  versus masas de desposeídos con apenas para una arepa, habitando una nación plena de recursos, no implicaban contrastes  o  enfrentamiento alguno.  Una situación así,  ayer como hoy,  implica a todas luces la justificada contienda entre desposeídos y usurpadores.

Bien sabemos cómo la democracia siempre ha estado en las calles y espacios abiertos, donde no es posible confinar a las masas.  Por ello el periodo vivido en Venezuela desde 1989  y  su ‘Caracazo’.  Agitación civil  y  militar posterior,  prolongándose al presente en continuidad.  Este período ha sido amplio en movilizaciones de todo tipo  y  los resultados se encuentran a la vista.  ¡Y vaya si el pueblo ha estado como protagonista!  Como en aquellos 12, 13  y  14 de abril de 2002.  Imaginar un golpe de estado en Venezuela,  respaldado por la Casa Blanca y el Palacio de La Moncloa, y luego revertido mediante la acción espontánea pero decidida y organizada del pueblo, parece increíble… pero fue (y es) una realidad.

A pesar de ello el curso de un proceso revolucionario no se define sino a largo plazo y hacia lo interno de las mismas clases sublevadas. Un problema grave  –y de apariencia subjetiva-  es el mencionado arribismo,  concentrado en parte de la población, incluso en las masas populares, inducido por el aparato mediático privado,  el cual pondera el consumismo más ramplón, constituyéndose éste  -en buena parte-  como combustible incitante de los robos y demás violencia cotidiana, y queja constante de los habitantes de casi todas las ciudades venezolanas.  Los principales ‘blancos’ (objetivos) de este clima de inseguridad  -que se produce en contra de los intereses populares-,  son justamente los jóvenes,  objetos de sospecha  y  persecución en todos los planes contrainsurgentes. Una cruel coincidencia digna de ser explorada.
En un ambiente tal,  el próximo 7 de octubre la oposición oligárquica venezolana postula a un insigne miembro de su clase como aspirante a la jefatura del estado.  Henrique Capriles Radonski es,  sin ser muy suspicaces,  una especie de ‘Enrique Peña Nieto del Caribe’,  empero sin posibilidad de fraude,  con un discurso calculadamente ambiguo (se autoproclama como ‘progresista’ y de centro izquierda),  rehuyendo definir su precisa ubicación ideológica.  Incongruentemente asegura ser admirador de Luís Ignacio Lula Da Silva y,  a la vez,  su tinte derechista a ultranza se mostró hace una década al vérsele bastante activo durante el fracasado golpe de abril de 2002 (existen  suficientes  pruebas  gráficas  de  su  participación  en  agresiones  a la embajada de Cuba en Caracas y su respaldo al golpe: http://www.youtube.com/watch?v=ztmp2uMWbE0&feature=related

Evidentemente su patente acercamiento al ex presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez  -ampliamente difundido-,  con miras a aprender de sus  ‘políticas de seguridad’,  de acuerdo con Capriles  ‘exitosas’  en el vecino país,  cuando allá es palpable la existencia de un estado militarizado y paramilitarizado, decenas de miles de muertos,  desaparecidos,  desplazados  y  exiliados (la mayoría hacia Venezuela),  millones de empobrecidos  y  la continuidad y acrecentamiento de la delincuencia,  no ha podido ser más desafortunado. Los asesores de campaña de Capriles han confiado en un personaje intonso (ignorante, inculto, rústico…)  y  belitre  (pícaro y de ruines costumbres)  como Uribe,  quien ha rematado con grotescas afirmaciones que bajo su mandato se aprestaba a invadir territorio venezolano. Esas frases, en vez de ayudar al candidato de la derecha venezolana con el abstracto y ambíguo lema de que “Hay un Camino”,  lo que ha hecho es desacreditarlo.  Sin embargo, a pesar de la vacuidad y torpezas caprilistas,  la amenaza de una regresión persiste,  pues en campañas electorales como ésta se apela no a la confrontación de ideas sino a extremas manipulaciones con ilimitado respaldo extranjero.

Un escenario como el expuesto es posible en buena medida debido a que cabezas financieras de la oligarquía como  Cisneros,  Mendoza  y  demás, continúan con su poder económico  -a pesar de encontrarse restringidos en el maniobrar político y social-,  por lo cual las definitorias transformaciones económicas se vienen aplazando.  Una convivencia con poderes como estos no puede ser indefinida,  pues cuando las circunstancias se lo permitan,  harán honor a su clase  y  serán punta de lanza  tanto contra el gobierno que mantiene condiciones para la organización popular, como hacia la destrucción de estas mismas bases; los recuentos históricos de tales contrarrevoluciones no son nada halagüeños en cuanto a derechos humanos. No hacer una revolución siempre va a ser más mucho más costoso  -en todo sentido-  que hacerla…

Una forma de apoyar un proyecto de transformación social de fondo radica en el crecimiento de formas de producción no capitalistas. Sin embargo todavía es ostensible cómo la participación de la economía socialista es insignificante dentro del campo productivo venezolano,  y  por ello debe aumentarse radicalmente esta participación si se desean consolidar los propósitos revolucionarios.  En este orden de ideas,  las quejas de los sectores más combativos del pueblo,  quienes de una u otra forma dan impulso al gobierno  y  acompañan al Jefe de Estado,  son fundamentadas y exigen respuestas:

“¿ Por qué (nos) dan a las cooperativas 100 millones y a las constructoras les dan 500 o 600 millones?  El Presidente dice una cosa y pasa otra.  Es como si su mano derecha lo estuviera saboteando.” (Declaración de miembros de Consejos Comunales. Mark Aguirre. ¿Retomará el Vuelo la Revolución Bolivariana?  Viejo Topo  265  Febrero de 2010.  Pag.13)

Luego de un buen lapso de control del aparato estatal por parte del actual gobierno,  no se han construido una cantidad de viviendas suficiente para las urgentes necesidades de las ciudades;  por ejemplo,  el déficit de las mismas es muy notorio en Caracas y debe revertirse con todos los medios a disposición:  construcción,  junto con profundización de la reforma urbana  y  proyectos de transformación urbanística,  concertados con los populares Comités de Tierras Urbanas (CTU).

La creación de una  ‘boliburguesía’  cívico-militar,  la cual se enriquece una vez se produce su ascenso a cargos públicos y su empotramiento en los mismos, se erige en obstáculo interno gravísimo, como denuncian sectores combativos.  Son tales  y  tan constantes estas quejas que es imposible una exageración al respecto,  siendo el mayor  ‘Talón de Aquiles’  de proceso, pues una revolución sin ejercicio de la ética complementaria,  se fagocita a sí misma. El estatismo,  desarrollado y por desarrollar,  en el proyecto actual financiado por la renta petrolera,  representa una mesa servida para las avideces de esta casta falsamente revolucionaria,  mezcla de arribistas y oportunistas,  practicantes fieles de los hábitos capitalistas clásicos de corrupción,  individualismo  e  insolidaridad.

Se habla de una guardia pretoriana que separa al jefe de estado de los mandantes y que obtiene beneficios extraordinarios. Lo cual agranda el problema de un Jefe de Estado como Chávez,  en el papel de epicentro único de la revolución,  emblema irremplazable,  ícono insustituible… . Sin duda alguna el Presidente Chávez es un hombre valiente,  decidido,  un miembro del pueblo,  impulsador de las causas de las clases oprimidas,  por tanto leal a sus postulados, y su historia lo demuestra de sobra;  empero él viene a ser resultado de las luchas de varias generaciones atrás,  no quien las originó,  ni quien las finiquitará.  Es bien conocido que la transformación de la realidad social conlleva tiempo  y  variados esfuerzos por lo menos de padres,  hijos  y  nietos,  siendo siempre incompleta;  por tanto el poder paulatinamente  y  sin descanso,  debe ir recayendo en las organizaciones colectivas,  pasando por encima de nefastos intermediarios,  a fin de garantizar su permanencia y profundidad.

Cualquier revolución que se precie auténticamente como tal,  intentará por todos medios posibles,  transformar la sencilla vida cotidiana,  y  esto en pequeño pero significativamente está sucediendo en algunos lugares de Venezuela con el control obrero de ciertas industrias y el control campesino de algunas tierras,  por su puesto como iniciativas populares en marcha.

Es una perogrullada,  que a veces es indispensable nos sea recordada: el bienestar del pueblo venezolano depende de su independencia y la de las naciones del continente,  y éstas  -a su vez-  se subordinan directamente a la capacidad de lograr erigir la unidad latinoamericana,  del Abya Yala  o  como le llamemos.  El proceso que se desarrolla en Venezuela desde hace unos treinta años,  nos ha enseñado muchísimo en ese sentido;  la dirección del proceso bolivariano, ha colocado extraordinariamente el tema del rol fundamental de las relaciones de los gobiernos,  desde el Río Bravo hasta el Estrecho de Magallanes.  El compromiso con la liberación de neocolonialismo en el continente es una virtud unificadora de conceptos dentro de la izquierda,  que se planta con fuerza ante las nada ocultas ideas de dependencia y saqueo provenientes de cualquier derecha,  la cual ya no es vende-patria, porque dejó de serlo para convertirse en neoliberal entrega-patria.

La injusticia social en Venezuela no ha desaparecido. Apenas en una pequeña parte ha sido atenuada.  Y a pesar de ello,  las gentes han ido familiarizándose con su capacidad de llegar a tener algún control en sus vidas como seres sociales,  y de allí emplearse radicalmente en pos de que los crímenes más apremiantes y aquellos elementalmente solucionables,  sean abordados bajo sus propias habilidades.  Esa seguridad en el empoderamiento popular proviene de este periodo   y  honra a cualquiera que lo reconozca.  Una interrupción del mismo  -a pesar de sus denunciadas falencias-  sería desastrosa en un contexto de permanentes amenazas de reconquista oligárquica bajo la égida imperial;  cabe más bien una pertinaz presión de los populares por ir hasta las últimas consecuencias.  Como decía Hanna Arendt: “no están despistados quienes políticamente exigen lo imposible” (Sobre la Violencia. Editorial Joaquín Mortiz S.A. México 1970. Pag.71),  pues sólo así se puede abarcar la integridad de lo realmente posible,  que es mucho.

El proceso revolucionario venezolano ha politizado amplias capas sociales y este es un mérito nada desdeñable;  una revolución,  si se precia de serlo,  a corto o a largo plazo modifica sustancialmente la vida cotidiana.  Con conciencia y acciones de empoderamiento popular,  que los venezolanos han venido atesorando,  es plenamente posible el empuje necesario para tender al dominio colectivo de la realidad social.  El 7 de octubre se dará un paso más en ese largo y  ¿por qué no?  alegre camino,  recordando en nuestros Consejos Comunales y demás colectivos, aquella frase de José Gervasio Artigas:  “Nada podemos esperar sino es de nosotros mismos”.

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