miércoles, 3 de octubre de 2012

¿Somos todos ratas de laboratorio?


¿Somos todos ratas de laboratorio?
La  bomba  transgénica

Estudios revelan el porqué ratas alimentadas con un maíz genéticamente modificado, cuyo consumo está autorizado en Colombia, tienen más probabilidades de desarrollar daños severos en riñones e hígado y tumores

     Nathan  Jaccard /

“Es una hecatombe. Y dan ganas de llorar”, concluyó el biólogo francés Gilles-Eric Séralini,  después de una larga investigación,  en la que ratas de laboratorio fueron alimentadas con NK603,  un maíz transgénico de la multinacional estadounidense agroalimentaria ‘Monsanto’. Los resultados, publicados en la revista especializada ‘Food and Chemical Toxicology’, son preocupantes: tumores, necrosis de hígado, insuficiencias renales y reducción de la expectativa de vida.

El estudio se extendió sobre más de dos años y 200 ratas divididas en nueve grupos, que comían en mayor o menor medida maíz transgénicos. Por sus dimensiones, su ambición y sus alcances, muchos científicos consideran que la investigación es verdaderamente revolucionaria.  Es ni más ni menos, el primer estudio en el que se prueba que los organismos genéticamente modificados (OGM) tienen una consecuencia sobre el organismo animal y potencialmente en los humanos.

En su portada la revista francesa ‘Le Nouvel Observateur’ afirmó que se “pulveriza una verdad oficial: la inocuidad del maíz genéticamente modificado”. Según escribieron,  si el maíz fuera un medicamento,  no pasaría las pruebas que autorizan su venta y tendría que ser suspendido a la espera de nuevas investigaciones.

Las diferencias entre las ratas que consumían OGM y las que no, empezaron a verse al cabo de un año. Entre las ratas de sexo masculino, se constató que las congestiones y las necrosis del hígado son entre 2,5 y 5,5 veces más frecuentes. Estas sufren también de 1,3 a 2,3 veces más insuficiencias renales graves. En el grupo de las ratas de sexo femenino se evidenciaron enormes tumores que llegaron a tener el tamaño de una bola de ping-pong y a representar el 25 por ciento del peso del animal. La probabilidad de que desarrollaran estas deformidades fueron de dos a tres veces superiores al resto de los roedores.

Los gigantes de la distribución francesa Auchan y Carrefour, que prefieren evitar cualquier demanda y escándalo con los productos que venden, patrocinaron la investigación, que fue realizada en el secreto más absoluto y bautizada con el código In Vivo. Séralini cuenta que la comunicación con sus colaboradores se hizo solo por correos electrónicos codificados, que evitó hablar por teléfono y que incluso montaron un estudio paralelo para no levantar sospechas de las multinacionales y evitar cualquier intervención.

Hasta ahora la mayoría de estudios sobre los OGM no había demostrado diferencias significativas entre los grupos que los consumían y los que no. Pero estas investigaciones eran hechas sobre un periodo más corto, generalmente de tres meses. Además, según resalta el periódico Le Monde, “casi todos fueron financiados o hechos por firmas agroquímicas”.

El NK603 es un maíz producido por Monsanto resistente al Round- Up, el herbicida estrella de la multinacional. Los agricultores que usan este tipo de maíz pueden tratar sus sembrados con Round-Up sin alterar sus cultivos.

En Europa, aunque su cultivo aún no esté autorizado, pueden importarse alimentos que contienen maíz NK603 tanto para los animales como para los humanos. El cultivo del NK603 está autorizado en 12 países:  Estados Unidos, Argentina, Brasil, Canadá, Japón, Sudáfrica, Filipinas, Paraguay, Uruguay, El Salvador, Honduras y... (nuestra hermana) Colombia.  En el país hay varias resoluciones del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) que autorizan la importación y el cultivo del NK603. Un estudio del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) autorizó este tipo de maíz para aceite refinado y harina de maíz y como “materia prima para la producción de alimentos”. (Ver el documento).

Según la página del  ‘Isaa’ (Servicio internacional para la adquisición de aplicaciones agrobiotecnológicas)  -organización que promueve el uso de OGM, en Colombia-  hay 26 semillas genéticamente modificadas que pueden cultivarse.  Estas incluyen claveles, algodón, arroz, rosas, soya, remolacha, trigo, maíz y lino.  Colombia es así el cuarto país, después de México, Brasil y Argentina, donde el cultivo de más semillas transgénicas está autorizado.

Monsanto, y varios científicos, no tardaron en cuestionar al doctor Séralini. Lo acusaron de no ceñirse a los protocolos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE),  que estipula que los grupos estudiados tienen que ser de 50 ratas y no de 10, de no dar más detalles sobre las dietas de los roedores y de usar ratas que desarrollan tumores más fácilmente. En un comunicado resumieron su argumentación en una frase: “Este estudio no respeta las normas mínimas requeridas para este tipo de investigación científica”.

En las próximas semanas Séralini lanzará  ‘Todos somos conejillos de indias’, un libro en el que relatará los pormenores de su investigación.  A finales de septiembre también saldrá en los cines franceses un documental que realizó el equipo de Séralini  (Vea un fragmento).  En Francia,  el primer ministro Jean Marc Ayrault,  dijo que defendería la prohibición de los OGM a nivel europeo si se verificaba su peligro.  En Rusia,  el gobierno suspendió la importación de maíz transgénico. Las autoridades alimentarias europeas, por su parte, van a emprender nuevos estudios antes de tomar decisiones definitivas. En el Estado de California (EEUU),  en el próximo mes de noviembre,  los ciudadanos votarán por la propuesta 37,  que obligaría a los productores de alimentos indicar si sus productos contienen OGM.

El tema promete seguir rondando por meses. Pues es sin duda un momento trascendental. Como publicó el ‘Nouvel Observateur’, para los transgéncios  “la era de las dudas se acaba.  El tiempo de la verdad comienza”.

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