Pertenezco a una generación que se formó a la luz de la solidaridad con el Vietnam heroico y la revolución cubana. Las paredes de las habitaciones de nuestros sueños juveniles estaban adornadas, engalanadas diría yo, con los afiches de la Juventud Comunista y del MIR que reclamaban la movilización popular en apoyo a las luchas de aquellos heroicos pueblos.
Y hubo respuestas masivas.
El bolívar para la Sierra Maestra, fue una movilización político económica de apoyo del pueblo venezolano a la revolución cubana que marcó un hito en las luchas de nuestros pueblos. Así como el decidido respaldo a su tenaz resistencia a las agresiones imperialistas.
Una mañana de 1964 el mundo recibió sorprendido la noticia de que una unidad guerrillera de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) de Venezuela, habían hecho prisionero al Coronel Michel Smolen, funcionario militar de la embajada norteamericana, para canjearlo por la vida de Nguyen Van Troy, héroe y mártir de las luchas del Vietcong.
No podía, no quería quedarme fuera de este revolucionario impulso que un grupo de camaradas y organizaciones de la cultura popular le han dado a la solidaridad con Julián Conrado. Aunque sin querer ser ave de mal agüero, esperaba -como ha ocurrido hasta ahora-, una olímpica indiferencia por parte de las esferas gubernamentales, como la que con no poca aflicción, denuncia el camarada Raúl Bracho.
Es que al parecer creíamos en el enorme poder de las llamadas "redes sociales". Creíamos que este medio alternativo y comprometido, a través del cual se expresan abundantemente los sentires, los pensares, las voces del pueblo, era una expresión de la opinión pública que debería tener siquiera algo de lo que se ha denominado "cuarto poder". Que era, como debe ser, una de las vías mediante las cuales se manifestase la Contraloría Social, el Poder Popular…
Y por ende, de alguna manera, ‘tendrían que pararle bolas’. Y, al menos, responder. Eso creímos. Pero pareciera que a la causa le faltara carne y deseo también, como canta el poeta. Le hace falta carne, le hace falta gente, pueblo, calle... y deseo también… Porque me atrevería a asegurar que la inmensa mayoría del pueblo chavista NO sabe quién es Julián Conrado, ni quien es Joaquín Pérez Becerra, ni quiénes eran Manuel Marulanda o Alfonso Cano. Expresiones diversas todas, al fin y al cabo, de un mismo proceso.
Venimos de un pueblo que había hecho de la solidaridad internacional y revolucionaria, altar de culto y devoción. Y lo más arrecho: de su práctica… Migraciones masivas de refugiados de la derrotada República Española, constituyeron uno de los más fecundos y luminosos exilios de la historia, en estos países nuestroamericanos.
El Chile democrático y socialista, de Allende y de Neruda, también aplastado por la bota fascista, encontró para sus hijos luchadores revolucionarios, fraternal albergue en nuestras tierras. La Nicaragua Sandinista, en su esforzada lucha armada contra el régimen somocista, recibió el decidido respaldo de Venezuela, desde su gobierno mismo, paradójicamente el del social-demócrata ‘cuarto-republicano’ Carlos Andrés Pérez.
Recuerdo los últimos meses antes de la victoria de julio, a aquella multitud de carajitos nicaragüenses, a quienes llamábamos "los muchachos", trabajando afanosamente en las tareas de solidaridad con la cercana victoria sandinista.
La gran paradoja es que el pueblo chavista no practica la solidaridad con nadie. No sabemos nada de esos cinco heroicos cubanos, presos por comprometer todos sus esfuerzos y hasta su vida, en la defensa de la integridad de su Patria desde las entrañas mismas del monstruo. Acá no hay actividades, conferencias, talleres al respecto, ni difusión con apoyo oficial sobre el tema.
Nuestros tiempos revolucionarios, son de olvido de las luchas de los pueblos. Desde hace dos años, los revolucionarios venezolanos venimos reclamando el exabrupto de la detención ilegal y contrarrevolucionaria de Julián Conrado, un combatiente del hermano pueblo colombiano. No lo hicimos con suficiente fuerza en el caso del periodista Joaquín Pérez Becerra, porque su secuestro y entrega al paraíso del sicariato se produjo a manera de relámpago. Como quien dice, entre gallos y madrugada. Y obedeciendo a "altas razones de estado"…
Ahora quién sabe qué depara el próximo encuentro del lunes 22 de julio, con ese que probablemente es nuestro de nuevo “nuevo mejor amigo”. El que les guarda los aviones a nuestros enemigos de la ultraderecha. El que se apresta solícito a lamerles los "juanetes" a los asesinos de la OTAN. Nos preguntamos si estará el caso de Julián Conrado en la agenda. Y si lo iremos a entregar, como lo hacemos desde hace algunos años con cualquier colombianito que nos medio "jieda a guerrillero".
No es lo mismo Edward Snowden que Julián Conrado. Claro que no es lo mismo. A pesar de los inconvenientes del caso, el desertor norteamericano da más taquilla y nos aporta un ropaje bastante antiimperialista. Mientras que con Julián Conrado corremos el riesgo de que se nos identifique con una forma de lucha, de la cual tenemos por principio y razón de la existencia, su negación absoluta. Al punto de atrevernos a culpar a esas fuerzas guerrilleras de las agresiones imperialistas. Snowden es un gringo que desertó, Conrado es uno de nosotros… con nuestra misma historia, nuestra misma sangre, nuestra misma lucha. Uno es un traidor, el otro un luchador revolucionario.
Por eso no podíamos dejar de participar en esta campaña junto a los poetas y los cantores, los hombres y mujeres bolivarianos que luchan por devolverle a nuestro pueblo y a nuestra revolución, la solidaridad, el internacionalismo proletario como elemento inherente a la condición revolucionaria. Llamando, convocando, exigiendo la libertad para Julián Conrado y el apoyo decidido a la causa del camarada Ilich Ramírez Sánchez. Ya se están organizando por todas las plazas de los pueblos y ciudades de la Patria Bolivariana, las acciones para el rescate de esta actividad -según el Che-, tan obligatoria y tan necesaria para los pueblos. La lucha apenas comienza.
“La solidaridad es una obligación y una necesidad”
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