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Como
los cantantes pop fabricados por las disqueras, así son los líderes de
la oposición. Los hemos visto llegar sin méritos al escenario,
convertirse en líderes irremplazables que son rápidamente reemplazados
por otro que también reemplazarán porque pasó de moda, porque no ganó,
porque nadie quiere a un perdedor, porque hay una larga fila de
aspirantes a líder con sus colmillos afilados esperando que su disquera
State Department Records los lance a los brazos ese grupo de seguidores
volátiles que conforma la oposición.
La
historia opositora de los últimos quince años nos deja un reguero de
líderes caídos en la desgraciadísima desgracia del olvido. De ellos
queda alguna pinta en algún muro, una sonrisa forzada destiñéndose en un
afiche electoral que, por olvido, nadie retiró. Promesas que no
pudieron romper y que a nadie importan porque State Department Records
ya lanzó un nuevo sencillo al son del cual la oposición habrá de bailar.
El
líder caducado patalea porque se creyó el cuento de “Te amo mi Flaco”
-pobrecito- a pesar de que él conocía la estrategia de campaña de las
muchachas con pancartas de corazoncitos, a modo de antídoto para “El
Corazón del Pueblo”, suspirando a las cámaras su amor por un hombre que
nada había hecho para merecerlo. Se lo creyó porque lo sigue un gentío
en Twitter, porque la gente que ayer lo aclamó aún lleva puesta la
gorrita que él usurpó y que creyó suya.
Es
que siempre les pasa lo mismo, terminan siempre tragándose sus propios
cuentos. Inventaron una cosa llamada Madurismo para negar la rotunda
existencia del chavismo, los chavistas ni les paramos mientras ellos, en
su inventadera, se tragaron el cuento del caprilismo, y peor, el mismo
Flaco se lo creyó. Y de ahí al Leopoldismo mientras éste a su vez se lo
cree…
Y
se lo han creído todos los líderes pop que por aquí han pasado, se
creyeron su campaña electoral, se creyeron las marchas, las banderas,
las lágrimas de derrota, creyeron que eran por ellos cuando todo siempre
ha sido, no por ellos, ni por nadie, sino en contra del chavismo. Ese
mismo chavismo que se empeñan a negar.
Y
en estado crónico de negación, terminan en las sombras, lanzando tuits
como quien lanza una botella al mar, como buscando que alguien los lea y
los salve del naufragio del que nadie los quiere salvar.
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