Mientras
Gaza pasa nosotros vemos el mundial, y no solo el de Brasil 2014, los
vimos desde el Maracanazo. Ya pasaba Gaza el 1964 cuando mis papás
celebraron la llegada de su única niña: cuando llegué Gaza ya pasaba.
Gaza, Cisjordania, la tragedia palestina, el genocidio a fuego lento… Y
en todos lados la vida, en todos lados la muerte.
Porque
Gaza pasa conocí la impotencia e impotente he visto como mientras Gaza
pasa, pasan otras guerras, tantas guerras que ya no sé ni contarlas,
tantos muertos, tantos huérfanos, tantas rabia, y siempre la impotencia
de no poder hacer nada.
Mientras
Gaza pasa, la hambruna se come a Africa, entonces pasa Etiopía,
Somalia, Malaui y por no morir de hambre, tantos africanos mueren en el
mar buscando a Europa donde tantas injusticias esperan.
Y
pasaba Gaza cuando en Sudamérica desaparecían miles y miles de personas
en manos de dictadores que Washington y sus aliados arroparon con
paternal esmero. Vimos a Centroamérica bañarse en sangre mientras Gaza
seguía pasando, por lo que ese dolor no nos es ajeno, como no nos es
ajena la desesperanza.
Mientras
Gaza pasa, pasan nuestras vidas que dan para tanto y para tan poco.
Celebramos nacimientos, cumpleaños, matrimonios. Vivimos el amor y el
desencanto y luego otra vez el amor, y la música y la risa y la alegría
mientras Gaza pasa, porque si esperáramos a que Gaza no pasara para
poder reír, nadie recordaría que alguna vez existió la risa.
Gaza
pasa por lo tanto nunca reímos del todo, porque siempre hay una lágrima
en el fondo, porque la vida no viene en blanco y negro y porque no
tenemos más remedio que vivirla a todo color, con sus tonos amables y
con los más dolorosos y ese rojo carne viva constante que es el dolor de
Gaza y de todas las injusticias que pasan en tantas partes mientras que
Gaza pasa.
Con
Gaza pasa la ONU, títere de sus verdugos, con sus resoluciones huecas y
su vista gorda. Y pasan los pueblos que la sienten y acompañan sin
saber cómo evitarles tanto dolor. Pasan las voces de millones que
proclamamos condenas aferrados a la pueril idea de que el poder de las
palabras conjurará la masacre. Pasamos millones de madres mirando en los
los ojos de los niños palestinos los ojos de sus propios hijos y esa
angustia en el alma, esa certeza de que Gaza también nos puede pasar.
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