Fruncida
revisa su boleto Caracas-Miami-Caracas y lo estruja contra su árido
pecho como queriendo dar un abrazo solidario a quien que le vende los
únicos momentos felices que recuerda de estos quince años, porque para
Clara, la felicidad solo se existe en el momento en que subes a un avión
para irte de aquí… “Y ahora esto, a estas empresas que tuvieron a bien
venir a este fin de mundo a vendernos sosiego y el comunismo que
pretende secuestrar el fruto de su trabajo restringiendo la libertad de
empresa a empresas que sí saben de libertad de ídem. Y con esos
argumentos de pacotilla, ¿que nos cobraron por un viaje a cualquier
destino cinco veces lo que cobran por ir al mismo sitio desde Bogotá?
Sí, ¿y? Todos sabemos que es por culpa de Maduro. Y ahora dice el
gobierno que hay que revisar, que ese abuso no puede ser. ¡Denles sus
dólares a esa gente y evítennos la vergüenza y los vuelos cancelados!… Y
la ridiculez de decir que lo hacen en defensa del salario… ¿Acaso no
saben que los asalariados no viajan? Lo hacen por ofender: ¡llamarnos
asalariados a la gente decente y pensante de este país!”
Fruncida
se va Clara, la de la vida oscura, dejando en su alacena 18 kilos de
leche, otros tantos de arroz, azúcar, harina… “porque en este país uno
no sabe lo que pueda pasar”.
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