Lo que enfrentamos…
El combate en Venezuela no es sólo electoral. El imperialismo estadounidense (bajo el disfraz sonriente y “multicultural” del presidente Obama, pero igual de guerrerista que los anteriores mandatarios yanquis), la gran burguesía venezolana y sus socios políticos están desplegando un plan extra-electoral destinado a sabotear el proceso y/o desconocer los resultados. Planean desestabilizar hasta lograr los mismos objetivos intervencionistas que en Libia o en Siria. Por ello mismo, la solidaridad con la revolución bolivariana debe expresarse en todos los escenarios de lucha hasta garantizar la derrota definitiva de esos esfuerzos sediciosos y la profundización y extensión definitiva del tránsito hacia el socialismo.
Los dilemas de octubre se inscriben en un condensado nudo geopolítico. El imperialismo y sus burguesías serviles quieren barrer completamente del mapa la insolencia de un militar latinoamericano, mestizo y bolivariano, antiimperialista y admirador del Che Guevara, que los desobedece y los desafía desde hace dos décadas. Necesitan imperiosamente recuperar la renta petrolera y “ordenar” el norte de Sudamérica, desplazando a Chávez, neutralizando y desarmando de una buena vez a las FARC-EP y regando el continente de nuevas bases militares que garanticen su monopolio sobre nuestros recursos naturales. Frente a esa ofensiva imperial, la geopolítica bolivariana no debería quedar satisfecha con el UNASUR y la unidad institucional de los estados. A largo plazo, lo que definirá la pulseada será la unidad de los pueblos (incluyendo a sus expresiones sociales e insurgentes), no sólo los pactos entre los estados. Los apretones de mano con Santos, presidente corrupto y asesino, no frenarán el paramilitarismo y el lumpenaje de la burguesía colombiana ni garantizarán una estabilidad duradera en la región mientras las fuerzas armadas colombianas sigan manteniendo a medio millón de soldados criollos -dirigidos en vivo y en directo por generales yanquis y asesores israelíes- que amenazan con invadir Venezuela si se profundiza el camino al socialismo. Que siga existiendo el bolivarianismo de las FARC-EP como punta de lanza del movimiento popular colombiano es la mejor garantía para que Venezuela no sea invadida por Estados Unidos a través del vecino ejército colombiano.
La unidad continental de los pueblos es la clave del triunfo bolivariano a escala internacional (ninguna revolución puede triunfar aislada, en un solo país). En lo nacional, en cambio, la lucha de clases se expresa en todos los terrenos, no sólo en lo electoral (sin duda el más visible). La segura victoria de Chávez en octubre no debe hacernos olvidar que al interior del proceso bolivariano también hay conflicto. Un segmento que apoya al líder histórico de la revolución bolivariana, aun manteniendo la retórica oficial, hace todo lo que puede (y más) para retardar o esquivar la opción socialista. Día a día pretende “inventar” seudo alternativas, siempre calificadas como “populares”, “autogestionarias” y “bolivarianas” para no profundizar el camino al socialismo. Como si se pudiera marchar al socialismo siendo amigo de todo el mundo y socializando sólo los márgenes de la sociedad (aquellos que no molestan al mercado ni interesan a las grandes empresas porque no son rentables). Como si se pudiera construir la transición al socialismo sin confrontar con los millonarios de la burguesía y el empresariado.
Uno de los grandes desafíos del presidente Chávez y de todo el proceso bolivariano, posterior al seguro triunfo electoral de octubre, consiste en apoyarse en la organización política de las clases populares, explotadas y sulbalternas (su principal y más leal fuerza de lucha) e ir encontrando formas concretas de gestión de la propiedad estatal o nacionalizada que debiliten socialmente al enemigo ‘escuálido’ y establezcan las primeras bases económicas de la transición socialista. Hay que golpear y debilitar a los escuálidos no sólo en la retórica, en la comunicación, en las urnas y en la sensibilidad cultural (algo fundamental e imprescindible), sino también en las columnas vertebrales del mercado capitalista de la economía venezolana. Para vencer al tigre hay que animarse a ponerle sal en la cola. O se enfrenta a la burguesía debilitándola socialmente o la burguesía terminará por devorarse al proceso bolivariano, como le ocurrió a la revolución sandinista en 1990. No se puede “civilizar a la burguesía”(como dijo alguien por ahí...) ¡Hay que enfrentarla y derrotarla!
Chávez puede hacerlo. Le sobra energía, proyecto, valentía y decisión política. Incluso puso en riesgo su propia vida (recordemos el golpe de estado y la digna actitud que entonces asumió, tan distinta de la pusilanimidad y la cobardía de la mayor parte de la elite política de América Latina). Su decisión personal no es lo único que aquí juega. La revolución bolivariana se apoya en muchos logros que van más allá del liderazgo carismático de un individuo:
· Internacionalizó la disputa política y cultural, al punto de involucrar a todo un continente en cada una de las peleas sociales internas de Venezuela.
· Politizó completamente a la sociedad: hasta el más indiferente o distraído hoy debe pronunciarse (a favor o en contra). Quedó atrás la era del “pragmatismo eficientista” y la despolitización posmoderna de las masas populares que invadió no sólo a Venezuela sino a toda Nuestra América en los años 90.
· Recuperó una mirada histórica (bolivariana) de nuestra identidad popular poniendo en crisis el individualismo cínico del posmodernismo, que nos invitaba tramposamente a desconfiar de “los grandes relatos” y a vivir al día, pensando únicamente en consumir, sin ideales, sin historia y sin proyectos colectivos.
· Relegitimó los símbolos, la cultura y la tradición política del socialismo, satanizados como una mala palabra, demoníaca, en los años ’90.
· Redistribuyó la renta petrolera en los sectores populares y en proyectos políticos regionales, cuando antes era un botín de guerra de la burguesía venezolana destinado a su consumo frívolo y suntuario.
· Reinstaló una opción antiimperialista en el ámbito regional y continental, incluso diríamos mundial, estableciendo vínculos con muchos pueblos y gobiernos del mundo (los “malos” en el lenguaje hollywoodense de las administraciones norteamericanas), desde América Latina hasta África y Asia.
Por todo eso, resulta vital apoyar resueltamente la continuidad del proyecto encarnado por Chávez al mismo tiempo que se torna impostergable la profundización de la revolución bolivariana. Si la revolución bolivariana no marcha al socialismo de una vez por todas -socializando en serio las grandes empresas, nacionalizando las palancas fundamentales de la economía y estableciendo, contra la regulación mercantil, una planificación socialista a gran escala, desbordando incluso el ámbito nacional y alcanzando lo regional a través del ALBA-, necesariamente retrocederá y será derrotada por sus enemigos históricos, internos y externos.
No será tendiéndole la mano al presidente Santos, vecino perverso, hipócrita y siniestro, ni poniendo nuevamente la mejilla a las amenazas golpistas de la derecha venezolana -que hoy nuevamente amaga con patear el tablero si no gana las elecciones-, como se profundizará la revolución. No es hora de prestar la oreja a los mansos y tramposos socialdemócratas que en nombre del «realismo» siempre aconsejan aminorar la marcha -como hicieron en Chile en 1973, en Nicaragua en 1990 y así, seguido- para terminar, invariablemente… en la derrota. No. El comandante Chávez y la revolución bolivariana deben aprovechar esta crisis mundial del capitalismo y la actual debilidad de los EEUU y de Europa occidental para apretar el acelerador. No sólo el pueblo venezolano sino todos los pueblos del mundo estamos atentos. Lo que se juega en esta disputa tendrá sin duda repercusiones mucho más allá de la tierra natal de Simón Bolívar.
[Emitido por Anncol – Fragmento]
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