Obama: rectificación y ataque.
Sin embargo, de manera simultánea, el Jefe de Estado de ese país ha
realizado un acto de hostilidad contra Latinoamérica, al aprobar una
legislación que establece normas y determina penas para funcionarios
públicos y ciudadanos de otro Estado, en este caso Venezuela.
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Barack Obama ha tomado la decisión de rectificar una
política hacia Cuba que desde hace mucho tiempo había caído en estado
de obsolescencia.
Incluso, en las Naciones Unidas cada vez que iba a
consideración el asunto del bloqueo, Washington votaba de manera
solitaria y aislada. Obama ha dado un paso sensato, que responde
favorablemente a las demandas de Latinoamérica. Sería de desear que
continuara actuando de este modo en sus relaciones con el Sur.
Sin embargo, de manera simultánea, el Jefe de Estado
de ese país ha realizado un acto de hostilidad contra Latinoamérica, al
aprobar una legislación que establece normas y determina penas para
funcionarios públicos y ciudadanos de otro Estado, en este caso
Venezuela.
De tal manera que Obama ha retrocedido disparando al
mismo tiempo. No estamos frente a una “lista” que penaliza infracciones
de extranjeros en territorio estadounidense, sino de una normativa
legal destinada a regular la relación de los ciudadanos que hacen parte
de otro territorio y Estado, lo que corresponde sólo a los poderes
públicos de cada país o a instancias internacionales.
Esta ley tiene por nombre “Ley de protección de los
derechos humanos y de la sociedad civil de Venezuela 2014”.
Como toda ley, tiene su exposición de motivos, el
ámbito de competencia y las penas correspondientes. Imagínese usted
que el parlamento de Argentina, por ejemplo, apruebe disposiciones que
regulen las relaciones laborales en Chile, con una ley que lleve por
título “Ley de protección de los derechos laborales de los trabajadores
y del movimiento sindical de Chile 2014”.
En política exterior se estima que ese tipo de
conductas de un Estado que lesionan las potestades de otro Estado
tienen por finalidad bien sea doblegar su voluntad y forzarlo a adoptar
determinadas conductas políticas, o bien presionar para el
desplazamiento de sus gobernantes.
Por estas razones, este tipo de acciones hostiles son consideradas como actos de guerra de baja intensidad.
En Venezuela, lo natural hubiese sido que sus
diferentes sectores rechazaran el intento de imponer disposiciones
políticas desde el exterior, a pesar de la polarización y aun cuando
existan numerosas razones para cuestionar al gobierno de Nicolás
Maduro. Pero no ha sido así, las dos grandes corrientes que conforman
la oposición, “La salida” y la Mud, han dado su respaldo a un acto de
intervención extranjera y han aceptado que la sociedad civil venezolana
sea tutela por otro Estado.
Se ha creado una situación delicada y peligrosa para
la supervivencia de Venezuela como nación plenamente independiente, ya
que ha sido una porción importante de la élite del país, que pudiera
acceder de manera natural a la conducción del Estado, la que se ha
inclinado a favor de la cesión de parte de la soberanía nacional.
Ya se sabe, los hechos históricos lo muestran, que la
preservación cabal de la independencia de una nación depende la
mentalidad de sus clases políticas e intelectuales. Si se dividen sobre
esta materia, si una parte de ellas admite una soberanía limitada,
puede ocurrir una verdadera desgracia. Colaboración especial para LatinPress®.
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