El “aparato productivo” del país, ese que también se autodenomina decente y pensante, sin un ápice de decencia, y sin pensarlo dos veces, vive de cagarse en el nido.
Aquí hacen sus negocios pretendiendo que el Gobierno les conceda “libertades” que serían consideradas delitos en cualquier país “civilizado”, de esos que ellos admiran tanto.
Convencidos de que son mucho camisón pa’ Petra, sueñan su vida en Miami, mientras pisotean su propia tierra con desprecio, por caótica, horrorosa y niche -dicen mientras convierten cada bolívar que ganan en “este país de mierda” en dólares que mandan para afuera.
Se trata de proteger sus finanzas, explican, porque el bolívar se va para el carajo… ¿Y cómo pretenden que no se vaya al carajo con semejante desangre?
Miami floreció con dinero venezolano exportado por estos sadomasoquistas refunfuñantes que destruyen aquí para construir allá. Y ahora Panamá, donde es más fácil tener una visa, crecen edificios, hoteles, centros comerciales, empresas de todo tipo, o sea, porque Panamá sí es cool.
Por un dólar son capaces de cualquier bajeza. Venezolanos que registran sus empresas en los Estados Unidos, Canadá y Panamá, traen de China y venden en Venezuela, de donde luego expatrian cada centavo obtenido. Otros que autovenden a sus empresas registradas en Canadá marcas que siempre fueron venezolanas, y ahora exigen al Gobierno dólares para pagarse a si mismos sus royalties. Y los que importaron cajas de medicamentos vacías, los mismos que ahora importan, pasan por Go y contrabandean hacia Colombia. El máximo beneficio por el mínimo esfuerzo, lema de estos reyes de las marramucias que encuentran grietas y ahí se enquistan considerando que ese es su derecho sagrado.
Conozco comerciantes que desde un sucucho en Porlamar, vendiendo baratijas por un ojo de la cara, han sacado para abrir otras tiendas supernice, no en Porlamar precisamente, sino en Panamá, que es un Miami chiquito, o sea, yo mandé a toda mi familia a vivir allá… Pero papá se queda, porque es “en este desastre de país” donde saca los reales.
El aparato destructivo del país, que no produce, que chupa, que seca, que chilla y nos amenaza invocando su derecho a la perra gana. Ellos quieren las riendas y yo no quiero imaginar de qué más serían capaces si las tuvieran.
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