Clara,
la de la vida oscura, sale del gimnasio. La clase de yoga no logró
desanudar sus pobres músculos, que llevan quince años engarrotados por
culpa del castrochavismo. Cargando su bolso de gym y su cartera se
dirige al supermercado para hacer sus compras, como cada semana.
Allí
le saluda un simpático cartelito en la puerta que la insta a sonreír
porque la están filmando. Ni así Clara sonríe… apenas pone un pié dentro
del local, un vigilante la avisa que, para poder entrar a comprar, debe
dejar ese bolso grande en el mostrador de atención al cliente, que ahí
se lo guardamos, atentamente, hasta que termine de hacer su compra,
señora.
En
la caja, a la hora de pagar, le piden su número de cédula para
verificar su afiliación a tan prestigiosa cadena de expendio de comida.
La cajera teclea el número, hace clic y le da la bienvenida llamándola
por su nombre, según lee en la pantalla de la computadora, justo arriba
de su dirección, teléfono y otro montón de datos que Clara les
proporcionó voluntariamente cuando solicitó una afiliación de cliente
que le ofrece, como única ventaja, no tener que repetir sus datos cada
vez que va a comprar.
Clara
paga con su tarjeta de débito y la cajera le indica que debe colocar su
cédula y teléfono en el comprobante de compra, así, como por si acaso.
Automáticamente, Clara garrapatea los datos requeridos, espera su
factura, agarra su compra, recoge su bolso en el mostrador donde se lo
guardaron atentamente y se dirige a la puerta donde tiene que hacer otra
cola para que un vigilante, que al parecer tiene rayos X en los ojos,
escanee su carrito con una mirada punzo penetrante y verifique que lo
que lleva concuerda con lo que dice la factura, solo entonces le sellará
el permiso de salida.
“Me
puede abrir el bolso, Señora.” -Le dice el vigilante con cara Sherlock
Holmes y Clara, sin el más mínimo asomo de rebelión, abre de par en par
el mismo bolso que no le dejaron entrar al mercado, para que el
vigilante compruebe que solo lleva un tapete de yoga, maquillaje, una
toalla sanitaria, ropa interior de repuesto… sus cosas más personales,
pues. Sellada, Clara se va a casa.
Esa
noche, Clara, la de la vida oscura, cacerolea contra la captahuellas,
porque es el colmo que este gobierno te quiera controlar hasta cuando
haces mercado. ¡No es no!
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