Uno
tiene la cándida tendencia de ver a los muchachos como muchachotes. Los
ves ahí con esas caras de que se van a comer el mundo, y esa torpeza de
creer que ya lo saben todo. Los imaginas entonces riéndose a
carcajadas, chalequeando a los amigos, enamorándose del amor de sus
vidas una y otra y otra vez, y todos esos despechos. Los sabes
traspasando límites, rompiendo reglas, porque eso hacen los jóvenes.
Todos estuvimos ahí. Entonces ves a Lorent Gomez Saleh, dando saltitos
en su silla, son una sonrisa de niño en navidad, describiendo eventos
espantosos que él mismo planea ejecutar y en el corazón sientes cómo te
arrancan de cuajo la candidez.
Volar
discotecas, “fuego, fuego, fuego” -decía- como si las discotecas fueran
cajas de zapatos vacías, como si no fueran lugares llenos de muchachos,
de hijos, de nietos, hermanos, sobrinos, amigos… Queridos muchachos que
terminarían destrozados, desparramados en un mar de sangre y todo ese
dolor ahogándonos a todos, y todo ese llanto a cambio de una sonrisa de
Lorent.
C4,
granadas, armas de guerra, sangre, sangre, “fuego, fuego, fuego” ,
“todo pro”… y Lorent dando brinquitos emocionado, recibiendo en su
espalda palmaditas del Amo de la motosierra, su amo.
Viendo
la sonrisa siniestra de Lorent trato de imaginarlo de niño y con dolor
me pregunto: qué cosa marchitó en su corazón, qué mano lo llevó a caer a
tan inmundas manos. Si Lorent fuera un niño… pero es un hombre, joven,
sí, pero hecho y derecho -perdón- torcido, que sabía lo que hacía y al
que vimos salivar planificando la muerte de nuestros hijos, los suyos,
amiga opositora, los míos, los de cualquiera… A Lorent no le importa, él
solo quería “fuego, fuego, fuego”…
Sus
mentores, Salas Rommer, María Corina Machado, Leopoldo López, Antonio
Ledezma, esos que ven con asco a los “negritos de El Trigal” como
Lorent, como Vilca Fernández, Gabi Arellano, como cualquiera de esos
ambiciosos “niches pendejos” que se dejan embaucar y bailan al son que
les toquen, por macabro que sea. Sus mentores ahora no saben no
responden, limpian rastros indelebles, los más cínicos le exigen
respuestas para el país, mientras la sonrisa de Lorent se borra en una
celda. Y afuera, sola, con sus sueños rotos, torcidos sueños a costa de
los nuestros, su madre recibe un crudo bofetón de realidad.
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ResponderEliminarElimine el comentario porque NO se quien es Anónimo. Si hay libertad de expresión en este Blogspot, pero cada quien se debe hacer RESPONSABLE por lo que dice. Me dice su nombre y con mucho gusto se le publica sus comentarios.
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