Publicado: 8 marzo, 2013 | Autor: Carola Chávez
Hay cosas que parecen insignificantes, y tal vez lo sean;
tal vez hablar de ellas a esta hora parezca banal, pero aprendí con mi Presi a
fijarme en lo pequeño para encontrar
grandezas. A esta hora tan llena de sentimientos, vienen a mi recuerdo los
zapatos favoritos de Chávez.
Zapatos imposibles de un indefinido color sobao’ por el
tiempo. Quizá fueron marrones, tan vez grises, entonces, hace años, cuando
reposaban en alguna tienda zapatos
aspirando a ser calzados, sin saber que
su destino sería caminar tanto, tan sin descanso, abriendo tantos caminos.
Inmensos zapatos talla de gigante, que no pegan ni con cola
con nada. Zapatos sin pretensiones, sabrosos, con la suela gastada mas de un
lado que del otro. “Son mi zapatos favoritos” -me dijo mi Presi, “tienen como
quince años conmigo.” Quince años…
catorce de revolución, esos zapatos guardan historias.
La tele no los captó, pero los imagino gastando suelas en
aquel trote bolivariano, agradecido, rompiendo el protocolo junto al pueblo
haitiano aquel día inolvidable. Los imagino levantando polvo en las áridas
tierras árabes, mientras mi Presi levantaba hermandades clamando justicia.
Caminaron estos zapatos todos los caminos de la Patria Grande.
Descansaban mientras mi Presi se negaba el descanso.
Entonces otros zapatos, los negros formales, iban con él a escenarios donde el
disimulo campea disfrazado de diplomacia, ahí donde mi Presi cantaba las
verdades, donde olía a azufre, donde mandó el alca al carajo. Se quedarían
desolados los zapatos fieles, cuando Chávez se calzó sus botas militares el 11
de abril y partió heroico a Fuerte Tiuna, sabiendo que la muerte ahí lo
esperaba, protegido por el escapulario de Maisanta. Estaban ahí esperándolo el
trece. Quedaba todavía tanto por andar y tanto anduvieron.
Zapatos incomprendidos que alguien desechó por viejos y que
fueron luego rescatados por mandato presidencial. Gemelos separados cuando uno
de ellos se perdió hundido en el fango: “¡Mi Zapato! Y lo buscaron y buscaron,
y ahí estaba enterrado, lleno de barro… una semana cepillándolos hasta que
quedaron como nuevos, eso sí, tiesos, pero ya están blanditos otra vez… ¡Ji,
ji, ji!”
Yo vi esos zapatos de cerca, los vi vencer la fatiga de ser
calzados por un hombre infatigable. Los vi bailar; llenarse tantas veces de
barro; tornarse oscuros como el cielo lluvioso que los empapaba; los vi secarse
en los pies que no les daban descanso; los vi pisoteados por un tumulto de
niños amorosos que abrazaban a mi Presi… Estaban ahí, en el balcón del pueblo,
con el Presidente invicto, una, dos, tres… ¡catorce veces! Ahí con pueblo
invencible. Zapatos siempre presentes en esta historia que Chávez y nosotros
vamos escribiendo.
Están ahí los zapatos de mi Presi, ahora nos toca a nosotros
calzarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario