EL LEGADO DE CHÁVEZ
No hace falta ser revolucionario para reconocer la enorme transformación económica, social y cultural de Venezuela después de la Revolución Bolivariana; hasta los más neutrales pueden darse cuenta del cambio operado en este país en cuanto a una distribución más justa de su enorme riqueza; mayor atención médica para todos los sectores poblacionales, con el mínimo de recursos posible; elevado índice de alfabetización y cultura para zonas y personas marginadas; extendida inclusión social, especialmente para los pueblos originarios, los afrodescendientes y los más pobres; derecho a una mejor alimentación gracias al subsidio a ciertos productos; posibilidades de optar por viviendas decentes, practicar deportes, acceder a la seguridad social…
Ninguna persona equilibrada, independientemente de que comparta o no criterios a favor de impulsar programas sociales por encima de los privados, se atrevería a negar esta evidencia expresada tanto en indicadores numéricos, como en realidades, en algunos casos asombrosas, por el corto tiempo en que se han logrado. Tampoco nadie podría negar que estos factores objetivos constituyen la respuesta a una historia anterior de latrocinio de políticos corruptos que saquearon la riqueza del país. Y si bien lo ocurrido en la Venezuela finisecular era suficiente para esperar una reacción social y política, tampoco puede desconocerse que su acelerado desarrollo económico, social y cultural no hubiera sido el mismo sin la intervención sistemática de un líder con tanto arraigo popular y autoridad moral como Hugo Chávez.
Más allá de simpatías u objeciones al carácter y la proyección del presidente, es innegable el ingente papel de su liderazgo en el avance de la Revolución Bolivariana, su extraordinario empuje y fuerza avasalladora para sortear con éxito, las trampas de una oposición que defiende el bolsillo antes que a la Patria, y derrotar cada estrategia y acción cotidiana de poderosísimas fuerzas empeñadas en destruir o descalificar su imagen e influencia, como método para empedrar el camino de equidad transitado en Venezuela. Sin la inteligencia, fuerza y visión del presidente Chávez, los múltiples procesos de transformaciones sociales y culturales desplegados mediante las misiones hubieran tardado mucho tiempo en organizarse y obtener resultados, a riesgo de ser frustrados por la labor de zapa de la reacción, con independencia de la eficacia o el éxito de cada uno de ellos. Estamos ante un político de estatura comparable a la de los padres fundadores de un mundo nuevo, pero sobre todo, y eso es lo que las personas más sencillas del pueblo tanto aprecian, frente a un hombre esencialmente bueno, ansioso por hacer el bien. La eficacia de su gestión y la consecuencia de su servicio cotidiano no solamente han constituido un programa de cambio político o social en un país, sino una transformación cultural y humanista en el continente; más allá de la creación de organizaciones y organismos concebidos para ayudar a los más desposeídos, su influjo y autoridad traspasan el umbral del carisma para inscribirlo en la historia americana.
El alcance de Hugo Chávez en la cultura de Venezuela, de América y del mundo es indiscutible. Alfabetizar y aprender desde las diferentes misiones, estimular programas de publicaciones y ferias del libro, incentivar las diversas manifestaciones artísticas como el cine y la música, crear instituciones que respalden programas inéditos en la sociedad venezolana, ofrecer a cada ciudadano un paquete de opciones culturales que va desde una alimentación sana hasta las posibilidades para ejercer la ayuda al prójimo, facilitarle a cada ciudadano las herramientas para entender el mundo en que vive, despertar inteligencias y emociones dormidas que se hubieran perdido, en función de consolidar un proyecto de justicia social… ha significado además de un cambio político, una revolución cultural. Chávez se recordará en el campo de las ideas, nadie como él ha movilizado tantas en los últimos años en su patria y en el continente, y su acción estuvo todo el tiempo encaminada a elevar, junto con las condiciones materiales de vida, la civilidad, el respeto a las leyes y, sobre todo a la Ley Fundamental, la capacidad de comprensión, el humanismo y la sensibilidad. Con el lastre ideológico de la dependencia impuesto desde la colonia y consolidado en la enajenación de las diferentes repúblicas, con el estigma de caudillos corruptos y entreguistas, en Venezuela creció de la noche a la mañana una petroburguesía dependiente, con un deformante consumismo que transmitió esa «cultura» a subalternos y a clases y grupos sociales desposeídos. En poco más de una docena de años, el pueblo venezolano, con la Revolución Bolivariana, ha comenzado un camino cultural diferente, una manera de vivir distinta, el verdadero tránsito hacia la emancipación.
Esta ruta erizada de reales peligros, que han puesto en riesgo hasta la propia vida del Presidente, se ha abierto paso con muchas dificultades. La inclusión de cada venezolano en un proyecto de patria que lo provea del definitivo disfrute de sus derechos conquistados, ha sido alcanzada con pasión y rapidez, pero sobre todo bajo la segura luz de la cultura, por lo que la preparación cultural del pueblo es el legado más preciado del camino abierto por Chávez. En esta hora de dolor por la desaparición física del presidente, la cultura iluminará las buenas causas, unida a la buena voluntad y a la condición humana de los revolucionarios. No se producen con frecuencia liderazgos individuales de la estatura del de Hugo Rafael Chávez Frías, y habrá que aprender a consolidar la Revolución Bolivariana sin él, a avanzar aún más en la afirmación de su herencia; esto solamente se logrará con la unidad en torno a sus más legítimas aspiraciones y a sus más puras ideas, que son las de la mayoría del pueblo. Habrá que aprender a gobernar desde una dirección colectiva, sin que se resquebraje o se quiebre por ambiciones personales o irresponsabilidades individuales, porque los enemigos del pueblo acechan. Los revolucionarios venezolanos enfrentan un momento crucial, pero no están solos. En la vía iluminada por las enseñanzas de un gigante de la concordia, la paz y el desarrollo de las patrias chica y grande, los acompañan millones de personas de bien, que saben que hoy las campanas también doblan por ellas.
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