La grandeza le queda grande a quienes
están acostumbrados a mirar siempre desde abajo y solo de abajo pueden ver
quienes viven arrodillados. Con su arrogante barbilla en alto que nunca
alcanza la altura, desde allá abajo, los arrodillados, decente y pensantemente,
se aferran a opiniones de sesudos analistas globotizantes que pretenden
empequeñecer a quienes a quienes optamos y luchamos por vivir de pie.
De rodillas, desesperados, buscan
disimular su bajeza, atacando a todo lo que sobresalga por encima de sus
cabecitas a ras del suelo. Y de lo grande lo más grande: Bolívar.
Crecí viendo escuetas conmemoraciones del
24 de julio, con ofrendas florales funerarias que parecían desear que
Bolívar nunca hubiera nacido. Ni una idea, ni un recuerdo, más allá de
aquella voz ronca, como de ultratumba, que nos decía una frase bolivariana
chucuta y fuera de contexto. Bolívar mudo, amordazado, confinado a una
estatua de bronce toda cagada de palomas… y su pueblo, amordazado y
confinado al hambre y a la ignorancia, porque “ay ay ay si supieran nos
jodemos.” -Decía la gente bien- que sí sabía que “un pueblo ignorante es
instrumento ciego de su propia destrucción” y, cual palomas en la plaza,
cagándose en el Libertador, hicieron todo lo posible por alimentar la
ignorancia para picotear luego, cual zamuros emperifollados, los despojos
de la destrucción. De rodillas, meneando un wiskisito, se regodeaban con su
cuestionable proeza que, borrachos de poder, creyeron eterna. Pero eterno
es Bolívar…
Hoy, con Simón más vivo que nunca, así de
tú a tú, nuestro, libre del bronce mudo y frío; Simón hecho pueblo,
gigante, invencible, ellos persisten en su incómoda y degradante postura,
arrodillados, y con un estoicismo ridículo. Desde los mismos medios
que otorgan eternidad a Marilyn Monroe,
que inmortalizan a Misses vivas, peloteros muertos y a glorifican
mercantilizadas estrellas de pop; dudosos académicos proclaman que Bolívar
ha muerto, que no merece su gloria, que era un tipo común de ideas caducas,
que no hay Patria Grande, que eso está out, que lo in es el TLC, que la
Patria no es Patria sino un patio trasero fragmentado, cagado, no por
palomitas de plaza, sino por el águila de Norte, decente y pensantemente,
como debe ser.
De rodillas nos invitan, con espejitos
electorales, a descender a su bajura y convertirnos en nuestros propios
verdugos. Nos subestiman y como no nos dejamos nos desprecian y resienten…
y reclaman, preocupadísimos por la buena salud del difunto, que Bolívar lo
que quiere es que lo “hagan descansar en paz”; que lo apaguen, pues; justo
ahorita cuando el sueño de Simón lo soñamos tantos, cuando estamos más
cerca que nunca de alcanzarlo.
Solo sobre la Patria Grande, libre,
independiente y justa, descansará en paz Bolívar, descansará, sí, pero vivo
en todos nosotros.
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La grandeza le queda grande a quienes
están acostumbrados a mirar siempre desde abajo y solo de abajo pueden ver
quienes viven arrodillados. Con su arrogante barbilla en alto que nunca
alcanza la altura, desde allá abajo, los arrodillados, decente y pensantemente,
se aferran a opiniones de sesudos analistas globotizantes que pretenden
empequeñecer a quienes a quienes optamos y luchamos por vivir de pie.
De rodillas, desesperados, buscan
disimular su bajeza, atacando a todo lo que sobresalga por encima de sus
cabecitas a ras del suelo. Y de lo grande lo más grande: Bolívar.
Crecí viendo escuetas conmemoraciones del
24 de julio, con ofrendas florales funerarias que parecían desear que
Bolívar nunca hubiera nacido. Ni una idea, ni un recuerdo, más allá de
aquella voz ronca, como de ultratumba, que nos decía una frase bolivariana
chucuta y fuera de contexto. Bolívar mudo, amordazado, confinado a una
estatua de bronce toda cagada de palomas… y su pueblo, amordazado y
confinado al hambre y a la ignorancia, porque “ay ay ay si supieran nos
jodemos.” -Decía la gente bien- que sí sabía que “un pueblo ignorante es
instrumento ciego de su propia destrucción” y, cual palomas en la plaza,
cagándose en el Libertador, hicieron todo lo posible por alimentar la
ignorancia para picotear luego, cual zamuros emperifollados, los despojos
de la destrucción. De rodillas, meneando un wiskisito, se regodeaban con su
cuestionable proeza que, borrachos de poder, creyeron eterna. Pero eterno
es Bolívar…
Hoy, con Simón más vivo que nunca, así de
tú a tú, nuestro, libre del bronce mudo y frío; Simón hecho pueblo,
gigante, invencible, ellos persisten en su incómoda y degradante postura,
arrodillados, y con un estoicismo ridículo. Desde los mismos medios
que otorgan eternidad a Marilyn Monroe,
que inmortalizan a Misses vivas, peloteros muertos y a glorifican
mercantilizadas estrellas de pop; dudosos académicos proclaman que Bolívar
ha muerto, que no merece su gloria, que era un tipo común de ideas caducas,
que no hay Patria Grande, que eso está out, que lo in es el TLC, que la
Patria no es Patria sino un patio trasero fragmentado, cagado, no por
palomitas de plaza, sino por el águila de Norte, decente y pensantemente,
como debe ser.
De rodillas nos invitan, con espejitos
electorales, a descender a su bajura y convertirnos en nuestros propios
verdugos. Nos subestiman y como no nos dejamos nos desprecian y resienten…
y reclaman, preocupadísimos por la buena salud del difunto, que Bolívar lo
que quiere es que lo “hagan descansar en paz”; que lo apaguen, pues; justo
ahorita cuando el sueño de Simón lo soñamos tantos, cuando estamos más
cerca que nunca de alcanzarlo.
Solo sobre la Patria Grande, libre,
independiente y justa, descansará en paz Bolívar, descansará, sí, pero vivo
en todos nosotros.
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