Un Chávez descafeinado y bajo en grasas
Por: Reinaldo Iturriza López | Sábado, 11/08/2012 02:14 PM
Que si a Obama, que si a Lula. Nada de eso. El ex gobernador
Capriles copia es a Chávez. Y lo hace mal.
Evidentemente, sus propagandistas hacen lo posible por
vendernos una buena copia: una que reuniría sólo las virtudes de Chávez y
carecería de todos sus defectos. Pero eso sólo funciona en el papel. Y el papel
aguanta todo.
El problema con la realidad es que suele ser tozuda. ¿Quién
dice que eso que la oligarquía pinta como terribles e impresentables defectos
del Chávez de carne y hueso no es lo que la mayoría de la población identifica
como sus principales virtudes?
El ex gobernador Capriles copia es a Chávez, y eso está
claro. Ahora bien, ¿por qué lo hace tan mal? Porque este Chávez descafeinado y
bajo en grasas está hecho a la imagen y semejanza de sus enemigos históricos.
Esta mala versión de Chávez que es Capriles es lo que
resulta cuando, parada frente al espejo, la oligarquía comienza a sentir todo
el peso de la mala conciencia. Flácida, decrépita, le da por ir al gimnasio, es
decir, por la filantropía.
Como todo es cuestión de imagen, de visitar lugares para ver
y dejarse ver, comienza a alardear de su figura recién adquirida. De allí todo
el cuento del Capriles-flaco que compite con un Chávez-gordo que se alejó de
las calles para siempre, según repite incansable el ex gobernador.
A primera vista, el simple hecho de que la oligarquía se
inclinara por un candidato que imita de tal forma a Chávez, que lo tiene como
punto de referencia para todo o casi todo, podría traducirse como un
reconocimiento de la fortaleza de su enemigo. Se dice rápido, pero no ha sido
tan sencillo.
Ensoberbecida, enceguecida y envilecida por todo el tiempo
que transcurrió sin antagonistas que pusieran en serio riesgo su predominio, la
primera reacción de la oligarquía fue subestimar a un Chávez que juzgaban como
un ídolo con pies de barro.
Fue necesario que, en episodios sucesivos, la fuerza que
acompaña a Chávez mostrara rostro y le propinara memorables derrotas, para que
la oligarquía comenzara a poner atención.
De hecho, el afán por copiar a Chávez ha llegado a tal
extremo que ya se invierten los roles: ahora es Capriles el subestimado, según
se desprende de uno de sus publicistas más pertinaces: Roberto Giusti.
Según escribe Giusti, en el chavismo impera una "visión
superficial y adocenada" sobre Capriles, y éste sería su principal error.
"En principio parecía fácil proyectar el contraste entre el hijo del
pueblo… y el hijo de la burguesía… Era un tiro al piso, no podía fallar, el
titán de los llanos resultaría invencible ante un impresentable burguesito… que
perseguía la destrucción de una Arcadia igualitaria, pacífica, segura y
próspera donde todos somos felices".
Esto es, Capriles, ese Chávez light que, con todo, es más
chavista que ese "almibarado Chávez (cuando no lo descompone el odio) de
la camisa azul" que nos retrata Giusti, es un candidato que se nos cuela
por los intersticios de la realidad que nos impuso el régimen.
Hablando de mundos paralelos, es indudable que Giusti reúne
méritos como escritor de ciencia-ficción. Sólo basta leer las siguientes
líneas: "Por muy férreo que sea el control estatal de la mayoría de los
medios y pese al uso indiscriminado del aparato propagandístico, la realidad se
impone sobre la ilusión mediática…".
En este punto es donde resulta inevitable comenzar a
relativizar aquello del Chávez que dejó de ser subestimado por la oligarquía, a
tal punto que le dedican halagos del tipo "titán de los llanos" y
cosas por el estilo.
Antes que nada, nunca se ha tratado simplemente de Chávez,
como por cierto lo viene repitiendo constantemente el comandante desde que
inició la campaña. Se trata, fundamentalmente, de la fuerza que lo mueve y lo
acompaña. Una fuerza que no lo trascenderá, sino que lo trasciende desde
siempre, que es condición de posibilidad de su irrupción en tanto líder que ha
sabido ser, además, portavoz de sus más profundos anhelos.
Esa fuerza se llama chavismo, y seguirá estando cuando
Chávez ya no esté, aunque se llame de otra forma.
Esa fuerza que hoy personifica Chávez, pero también millones
de nosotros, en Venezuela y en todo el mundo, sabe perfectamente que estamos
lejos de vivir en "una Arcadia igualitaria, pacífica, segura y próspera
donde todos somos felices".
Sabemos también que nuestra realidad no es "la
antítesis" de la realidad de la que habla Chávez, por la sencilla razón de
que el hombre jamás nos ha vendido el espejismo del "todos somos
felices". Al contrario, Chávez significa la lucha colectiva por construir
esa sociedad, que no nos caerá del cielo.
Pero sobre todo sabemos que la realidad es muy distinta del
cuento de hadas que nos escribe Giusti, para quien no se trata "del origen
social de un candidato, sino de su sensibilidad, de su honestidad, de su
sentido de la justicia, de su entrega a los pobres", lo que bien puede ser
cierto, pero jamás aplicable a Capriles, por más que la oligarquía haya
redescubierto su vocación por la filantropía.
Sólo sugerir, como lo hace Giusti, que somos incapaces de
discernir entre la realidad y la fantasía, entre lo evidente y la vulgar
propaganda, es una clara expresión de que siguen considerándonos como idiotas a
los que, en caso de urgencia, es preciso tratar con condescendencia.
Recientemente el ex gobernador Capriles ha manifestado su
intención de sustituir el símbolo del puño golpeando la palma de la otra mano,
propia del chavismo, por el de la mano extendida, que representaría la
inclusión, la reconciliación, en contraste con el odio y la violencia.
El detalle es que el puño chavista jamás simbolizó el odio,
sino la lucha popular, y fue siempre mano extendida para quien decidiera
incorporarse a la causa del pueblo. Es el puño de los invisibilizados
históricos, de los explotados, de los menospreciados por las elites, esas que
ya quisieran que el chavismo deje de luchar.
Porque la oligarquía necesita un pueblo que deje de luchar,
es decir, un pueblo que sea una mala copia de sí mismo. Y cree que puede
lograrlo con un candidato como Capriles, una pésima copia de Chávez.
reinaldo.iturriza@gmail.com
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