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Porque
me llamo Carola Chávez, porque pienso, escribo y hablo en español.
Porque mis labios son gruesos, mi pelo ni lacio ni crespo y mis ojos,
dicen, almendrados. Porque amaso el maíz para hacer el pan de cada día y
en diciembre le pongo aceitunas, pasas, vino blanco y cochino. Porque
mis caderas se subleban de este cuerpo modosito cuando repica un tambor
de la costa. Porque esta tierra que piso es mía, como mío es este cielo
surcado de guacamayas y cara sucias. Porque aquí pertenezco. Porque no
soy española, no soy indígena, no soy negra y soy todas esas cosas a la
vez. Porque soy americana.
Soy,
como todos, un accidente de la historia, de ese proceso continuo de
creación y destrucción que nos trajo a donde hoy estamos, que nos hace
lo que somos.
No sé renegar de mi hispanidad como no sé renegar de mis raices caribe y negras, no sé automutilarme, y no quiero hacerlo.
¿Que
mi historia no es bonita? Pues, ninguna historia es: ni bonita ni fea,
porque no se mide la historia en términos absolutos, porque hacerlo es
mirar todo desde un huequito que niega, que oculta y que nos convierte
en seres de la nada, en Marías, Carlos, Juanes, Verónicas y Josés
autoflagelantes, sin pertenencia, avergonzados de ser lo que somos,
malditos inmerecedores de la tierra que amamos.
Porque
me llamo Carola Chávez, porque pienso, escribo y hablo en español,
poque soy de maíz y de tambor, porque soy sincretismo cultural que
abarca todo un continente y nos hermana, yo conmemoro este Día del Arroz
con Mango
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