Ella
se levanta temprano, saluda a su gato que la mira y la deja sola en su
siempre solitaria cocina. Mientras hace el café entra a Twitter y lanza
su saludo al mundo virtual: Mataron a un chavista, ¡qué rumba! Al resto
nos los quitamos de encima CON PLOMO -clic-. Prueba un bizcocho con
mantequilla y con los dedos llenos de migas tuitea un salmo, luego una
imagen de alguna Virgen y otra amenaza de muerte. Alguien le responde
indignado y ella le promete más plomo, usando el lenguaje malandro de
quien tiene varios muertos encima. Dispara y dispara sus ráfagas de odio
sintiéndose poderosa escudada tras la pantalla.
Amenaza,
escupe, se revuelca en sangre ajena regocijándose con el dolor que sus
palabras producen. Reta a las autoridades que vengan por ella, que tiene
“plomo” para regalarles, vengan que aquí los espero, cobardes… Tuitea
con furor porque no tiene una sola cuenta, sino varias, donde se
contesta a ella misma, y pelea furiosa mientras cuatro solitarios,
oscuros como ella, la aplauden y ella siente que tiene amigos, que hay
gente que la respeta, que la admira y plomo, plomo, plomo a cambio de la
atención que no consigue en la calle, cuando sale con su cara de gente
decente y pasa de largo como una sombra.
Vinieron
a buscarla, y se hizo el silencio. El plomo como que se lo comió el
gato. Cuatro días sin pantalla y una audiencia en tribunales. Allí pidió
perdón, ahí volvía a ser la solitaria -más sola que nunca-. Vistiendo
su cara común, esta vez, con toda el alma que no tiene, tratando de
pasar del largo.
Un
“intelectual” tuitero, quema su única neurona buscando prender fuego a
una ramita mojada: “Aquí hay tanta libertad de expresión que aún
permanece presa la tuitera @Fulanita por el atroz delito de decir lo que
piensa.” Y ciertamente, está presa porque dijo lo que piensa y lo que
piensa, entre otras cosas, es que la muerte de un adversario político es
motivo de rumba e incita a otra muertes para seguir rumbeando, de paso,
amenaza con ráfagas de “plomo” a quien quiera aguarle la fiesta.
Que
hoy aparezca con cara de quien no rompe un plato, que frente a la ley
se acobarde, no dice que en la oscuridad no fuese capaz de hacer lo que
piensa. Lorent Saleh también dijo lo que piensa y el resultado es un
asesinato motivo de rumba para esta “arrepentida” tuitera.
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