Voy
a hacer un ejercicio de ingenuidad que, quizá, no sea tan ingenuo:
hablemos de crisis comparando mis finanzas familiares con las finanzas
del Estado. La voy a llamar crisis porque mi ingenuidad no admite
eufemismos y me dice que para enfrentar cualquier cosa hay que saber qué
se enfrenta y para eso lo mejor es quitar todo maquillaje.
El
precio del petróleo cae y nuestro presupuesto se aprieta y mucho.
Algunos se frotan las manos mezquinas celebrando un colapso que desde
hace quince años anticipan y nunca llega. Otros nos preocupamos, y es un
buen principio porque la preocupación indica que reconocemos que hay
una situación que debemos enfrentar, pero esto no basta: ahora hay que
tomar desiciones y ya esto se me está pareciendo a un texto de autoayuda
muy a pesar de mi misma, pero sigamos porque aquí, además, me voy a
poner autobiográfica.
Después
una vida holgada, más que holgada, excesiva, me tocó vivir un
fructífero tiempo de pelazón. Digo fructífero porque fue la pelazón la
que me obligó a pensar y repensarme, a inventar y reinventarme, porque
cuando el agua sube al cuello, aunque uno no sepa nadar, por lo menos
patalea. Bendito sea el pataleo que me condujo a una especie de proceso
forzoso de reorganización de estructuras que finalmente nos acercó, a mi
y a mi familia, un poco más a la libertad.
En
mi nueva situación de austeridad descubrí que sabía hacer muchas cosas
que creía que no sabía hacer, entonces las hice. Además tuve que
sentarme a sacar cuentas en serio, así que peiné mi presupuesto y con
cada pasada del peine caían gastos inútiles, costosos, pesados, que la
abundancia me había impuesto con el cuentico de “la calidad de vida”.
Peiné, peiné, peiné y libre de pendejadas inútiles que simulan
bienestar, fue cuando mi vida realmente empezó a ser de calidad.
Con
el Estado pasa lo mismo: La abundancia tantas veces nos permite
equivocarnos, total, mañana habrá otra vez con qué pagar los errores.
Ahora no habrá con qué pagarlos así que se impone caminar con los ojos
bien abiertos, midiendo cada paso, sin distracciones. Por eso me alegra
que Nicolás, mi Presidente, diga que la crisis del petróleo es una
oportunidad para crecer. Eso me dice que lo tiene claro. Yo,
ya-lo-he-vividomente, sé que si la aprovechamos, el 2015 será un año
victorioso.
Así sera...Amen !!!
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