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Esperábamos
frente al banco, faltaban diez minutos para que abriera sus puertas,
tiempo suficiente para que se armara una pequeña y entretenida tertulia
en la que solo faltaba el café y el Valium.
“El
gobierno lo oculta” -Escuché a mis espaldas- “El chikungunya no es lo
que dicen, es algo peor, tan malo es que ya hay miles de muertos y no lo
dicen. Yo me enteré por una prima que vive en Miami y, tu sabes, allá
si manejan la información. Y claro, por eso no se consigue acetaminofén,
porque el gobierno lo tiene todo acaparado por si le da chikungunya a
uno de sus “enchufaos”. Así estamos, mi amor, a la buena de Dios y este
pueblo conformista que no se levanta de una buena vez.”
¡Ahhh!,
¡ohhh!, ¡mmmm! -Exclamaron en coro tres señoras, que más que asombro
expresaban satisfacción, inspirando a otro conversador a entrar en el
ruedo de la locura.
“Ahora
si se hunde Maduro. El petróleo se desploma y con él esta dictadura. Ya
veremos de dónde van a sacar dólares.” -Sonrió salivante, con cara de
“se van a tener que comer las alfombras”, mientras estrujaba su carpeta
marrón de SICAD. ¡Ahhh! ¡Ohhh! ¡Mmmm!
“Y
la navidad va a ser espantosa, imagínate que hasta están recomendando
por ahí que reutilicemos los adornos del año pasado… ¡Qué miseria, vale!
Ni la navidad respetan. Yo cada año renuevo mis adornos. El año pasado
era todo lila, precioso, y este año quiero hacerlo todo en blanco y azul
con palomitas de la paz. Ya compré las bolas y los lazos pero me faltan
las palomitas. Es increíble que en un país tan rico como este, hacer el
arbolito se convierta en un calvario. Pero te digo una cosa, así tenga
que pagar una fortuna, porque, para mi, la navidad no tiene precio.”
¡Ahhh! ¡Ohhh! ¡Mmmm!
“Vivimos
un verdadero desastre, lo peor es que ya no quieren que seamos como
Cuba sino como China. ¿Tu has visto a los chinos? Todos uniformados
porque el gobierno los obliga a vestirse iguales, comunismo puro, pues…
Aunque allá sí hay que ir derechito: Si un chino choca con otro en el
Metro se lo llevan preso. Pues, aquí tendrían que hacer una cárcel del
tamaño del país porque el venezolano -siempre en tercera persona- es un
desordenado” ¡Ahhh! ¡Ohhh! ¡Mmmm!
Abrió
el banco, por fin. Entonces los vi caerse a empujones, decente y
pensantemente, tratando de pasar por la puerta, todos a la vez.
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