PONCHE
En el sector Los Sauces justo antes de lo que un día fue El Cafetal, vive Yiya, arropada por los encantos de La Mucuy merideña.
Su casa se abre entre puertas. En el pasillo descansa un viejo jergón junto a sus agotados alambres y resortes, este enjambre es el recuerdo donde durmió toda una vida su bisabuela María Teresa Urdaneta, quien falleció hace más de veinte años.
Vive junto a sus tres hijos, Israel, David y Andrés, y sus viejas tortugas de más de cuarenta años.
El más viejo de estos animales lleva por nombre Perverso. Es el macho, el reproductor, permanece tranquilo junto al serrallo de hembras. Las otras son nombradas conchas y a las chiquitas, conchitas.
Reconoce al morrocoy por los hundidos en la parte de abajo, mientras las hembras son lisas. Dice que estos animales son muy felices, se la pasan haciendo el amor.
Vive rodeada de margaritas, helechos, florecitas de campo de todos colores, ají dulce, romero, limoncillo, eneldo, tomillo, cebollín, apio, cambures, guayabas, menta y la bella ave de paraíso, prefiere tener huerto de comida y una planta de higos con la cual llena sus frascos de dulces.
Quiere mucho a sus viejos amigos, a quienes los considera como hermanos: Gisela, Mórela, Hermes, Gloria, sus compadres Víctor y Milena.
Cuando niña veía que cada diciembre batían y batían huevos hasta quedar la yema espesa, le colocaban leche condensada y miche cayejonero, era un sabroso Ponche Crema.
Un día quiso hacerlo y no le salió, entonces hirvió la leche condensada, tampoco resulto, después descubrió que en casa lo hacían con crema cruda sin cocinar.
Fue entonces cuando su abuela Adela Barrera le dio autorización para que pudiera hacerlo y si le resulto.
Esta bebida se hacía solo en navidades, y forma parte de una receta bien guardada la cual data desde finales de 1800.
Su suegra le dio otros datos, los cuales recogió en su fórmula. Hoy lo llama el Ponche Crema Yiya, desde entonces lleva más de treinta años haciéndolo.
Ahora lo hace durante todo el año, sus amistades le piden una copita. Vienen de todo el país para llevarlo. Siempre llegan los que compran fijo cada diciembre.
Busca botellas vacías de todos colores, sus amigos se las reúnen, otra amiga le envía tapas. Trabaja junto a su hijo Andrés, quien las esteriliza y coloca las etiquetas.
Este secreto de familia no lo da. Un día escribió un libro que llamo: Degustar con Yiya, todos andaba pendientes de la receta, pero no la coloco.
Sabe que esta Nochebuena titilaran las copas llenas con su ponche y desde esta bebida se deseara una feliz navidad y un venturoso año nuevo.
Miguel Jaimes
08 de diciembre de 2010
Hasta mas pronto...
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