Me levante temprano porque quería tomarme un bus en la Terminal de Oriente rumbo a Maturín.
Para llegar al metro caminé bordeando el urbanismo de Bellas Artes. Los negocios estaban cerrados pero no pude dejar de acordarme del barbero que instalado en uno de los negocios del urbanismo, me cortó el cabello la semana pasada. En ese lugar aprendí que en Venezuela a quien corta el cabello a los hombres se lo llama barbero y quien lo hace a las mujeres se lo llama peluquera/o. La barbería-peluquería donde solicite el servicio es un negocio de pobres pero floreciente. El corte de cabello me costo 100 bolívares, y el barbero me comento que hace alrededor de 15 cortes diarios. “A veces mas”.
Saque la cuenta y me dio 1500 bolos diarios de ingreso bruto. Multiplicado por veinte días de trabajo son treinta mil bolívares. Después habrá que descontar los gastos que, al menos en mi personas, no superaron el agua y un gel que apaciguo por un rato mis pocos pelos.
En la estación Petare me negué a pagar por un taxi 150 bolos para que me transportara a la Terminal de Oriente y opté por una moto taxi que me condujo a mi destino por la módica suma de sesenta bolívares.
- ¿Hace muchos viajes por día?, le pregunte.
No me contestó enseguida, pero después me reconoció que entre 15 y 20. Y a veces más. Supongo que me cobró la tarifa minima, porque a la vuelta me quisieron cobrar el mismo viaje 100 bolívares y arreglamos por 80. Todas las cuentas me dan un ingreso del motorizado de alrededor de 1200 bolívares por día.
En la Terminal Oriente el vendedor de café cobra cinco pesos el café chico y diez el grande. Estuve observando y la mayoría prefiere el grande. En media hora vendió 10 cafés... Sin hacer muchos números lo pase a la lista de los mil bolos diarios.
En Maturín tome un taxi que me llevo de la terminal a Plaza Bolívar. Me cobraron la carrera, o el viaje como decimos en la Argentina, ochenta bolos, el mínimo.
Hablando con el taxista me comentaba que hacia siempre mas de mil bolívares diarios, casi siempre mil quinientos. Ayer había hecho mil novecientos. Pero claro el hombre tenia sus gastos. Un tanque de nafta que le costaba 3 bolívares y un caucho le costaba 3.000 bolívares. En el viaje de regreso de Maturin, un poco aburrido me puse hacer la cuenta. Suponiendo que el taxi haga 200 Km. diarios necesita 300 días o 10 meses, para consumir un caucho. Si cuatro cauchos les cuestan 12.000 bolívares, esta gastando 1200 bolívares por mes en caucho, mas otros 100 bolívares de la gasolina. Seguro hay otros repuestos, pero ninguna cuenta me daba que ese hombre pudiera ganar menos de 1200 bolívares diarios.
Ya un poco obsesionados por el tema me acorde de aquel vendedor de cayapas con queso de La Hollada, que eran muy ricas y muy baratas, apenas 20 bolívares. Ese hombre me aseguro que vendía 150 cachapas por día, También me acorde del humilde motorizado que iba a comprar cachamas a una laguna de Táchira y las cargaba en una bolsa. Las compraba a 65 y las revendia entre 80 y 100 bolos el Kg., en un puesto sobre la ruta. Cargaba las cachamas en bolsas de entre 60 y 70 Kg. Yo vi. cuando las pesaba. “En la ruta esto se vende mucho”, me comentó. Para el mediodía ya las había vendido todas y ganado sus mil bolos.
Podía poner decenas de ejemplos más, pero todas conducen a lo mismo. En Venezuela hay una amplia variedad de trabajadores informales que ganan alrededor de mil bolos diarios y esto tiene un peso significativo en la economía y en la posibilidad de que la mano de obra se dirija a trabajos productivos. ¿Cuánto hay que pagar en una fabrica para que resulte atractivo cumplir turnos laborales, a veces rotativos y la férrea disciplina que impone la producción industrial? ¿Quien querrá regresar al campo para producir de sol a sol, advirtiendo que la mayor porción de su trabajo se la llevan los intermediarios?
Cómo no reconocer que en un país donde se dice que una familia de clase media baja vive con dos salarios mínimos, alrededor de 7000 bolívares, son muy pocos los empleados del Estado que llegan a cobrar ese dinero.
El chavismo ha dado un impulso formidable a la lucha contra la desigualdad social, pero ha tenido enormes dificultades para cambiar la matriz rentista de la economía, reorientarla hacia una producción que garantice autoabastecimiento y soberanía.
La sociedad de los mil bolívares representa un colchón político muy fuerte contra las políticas guarimberas de desestabilización, pero no tiene futuro como modelo económico.
La discusión entre mas estatismo o mas economía comunal autogestionada esta condimentada por la comprobación que el peso de la economía estatal sigue siendo muy fuerte, que casi todas las empresas manejadas por el Estado son deficitarias, con excepción de PDVSA (lo que no quiere decir que sea eficiente) y que los intentos de generar empresas sociales productivas están en pañales, y que hay una larga sucesión de fracasos en ese sentidos
Sin embargo y como dice un amigo comunero, "si vamos a hacer experimentos que nos puedan hacer malgastar el dinero, es preferibles hacerlos con el pueblo y no con las burocracias. El pueblo puede aprender y mejorar, las burocracias no”
En una economía direccionada hacia la soberanía corresponderá al Estado hacer grandes obras que contribuyan a articular un proyecto productivo como son las redes ferroviarias, pero corresponde al pueblo desarrollar una economía productiva y a los trabajadores garantizar el funcionamiento y control de las empresas estatales.
El pueblo que se organiza territorialmente para producir desde una perspectiva socialista debe luchar contra el acostumbramiento a formas capitalistas de organización laboral (aprender a trabajar sin patrón) o la falta de cultura de trabajo. Los trabajadores de las grandes empresas estatales se enfrentan al desafío de superar el corporativismo y de avanzar en el control obrero con una perspectiva revolucionaria.
Los corredores comunales con una base popular organizada se plantean emprendimientos productivos de cierta escala que pueden ser rentables y empezar a incidir en el punto más débil de la economía bolivariana que es el autoabastecimiento de alimentos en el plano de la producción, la distribución y la comercialización. La articulación de esos corredores comunales con las empresas estratégicas pueden fortalecer un entramado productivo que siente las bases de una nueva economía popular.
En todo ese proceso, la formación política apostando a fortalecer los cambios culturales y de conciencia política de los de abajo en los últimos quinces años debe hacer un humilde pero necesario aporte.
Esta tarde al regresar del acto de los empleados públicos, muy cerca de Puente Llaguno, no pude resistir la tentación de comerme un quesillo. En mi país le decimos flan. Me costo 12 bolos y estaba riquísimo. El hombre me dijo que vende 20 ruedas de quesillo por día y que de cada rueda saca veinte pociones como las que me vendió..
Me dijo que ganaba mil bolos por día, pero según mis cuentas gana un poco mas.
Venezuela es un país raro donde los ricos protestan y los pobres celebran. Y donde los trabajadores informales ganan igual o mas que los altos funcionarios (al menos los honestos).
La Haine
Para llegar al metro caminé bordeando el urbanismo de Bellas Artes. Los negocios estaban cerrados pero no pude dejar de acordarme del barbero que instalado en uno de los negocios del urbanismo, me cortó el cabello la semana pasada. En ese lugar aprendí que en Venezuela a quien corta el cabello a los hombres se lo llama barbero y quien lo hace a las mujeres se lo llama peluquera/o. La barbería-peluquería donde solicite el servicio es un negocio de pobres pero floreciente. El corte de cabello me costo 100 bolívares, y el barbero me comento que hace alrededor de 15 cortes diarios. “A veces mas”.
Saque la cuenta y me dio 1500 bolos diarios de ingreso bruto. Multiplicado por veinte días de trabajo son treinta mil bolívares. Después habrá que descontar los gastos que, al menos en mi personas, no superaron el agua y un gel que apaciguo por un rato mis pocos pelos.
En la estación Petare me negué a pagar por un taxi 150 bolos para que me transportara a la Terminal de Oriente y opté por una moto taxi que me condujo a mi destino por la módica suma de sesenta bolívares.
- ¿Hace muchos viajes por día?, le pregunte.
No me contestó enseguida, pero después me reconoció que entre 15 y 20. Y a veces más. Supongo que me cobró la tarifa minima, porque a la vuelta me quisieron cobrar el mismo viaje 100 bolívares y arreglamos por 80. Todas las cuentas me dan un ingreso del motorizado de alrededor de 1200 bolívares por día.
En la Terminal Oriente el vendedor de café cobra cinco pesos el café chico y diez el grande. Estuve observando y la mayoría prefiere el grande. En media hora vendió 10 cafés... Sin hacer muchos números lo pase a la lista de los mil bolos diarios.
En Maturín tome un taxi que me llevo de la terminal a Plaza Bolívar. Me cobraron la carrera, o el viaje como decimos en la Argentina, ochenta bolos, el mínimo.
Hablando con el taxista me comentaba que hacia siempre mas de mil bolívares diarios, casi siempre mil quinientos. Ayer había hecho mil novecientos. Pero claro el hombre tenia sus gastos. Un tanque de nafta que le costaba 3 bolívares y un caucho le costaba 3.000 bolívares. En el viaje de regreso de Maturin, un poco aburrido me puse hacer la cuenta. Suponiendo que el taxi haga 200 Km. diarios necesita 300 días o 10 meses, para consumir un caucho. Si cuatro cauchos les cuestan 12.000 bolívares, esta gastando 1200 bolívares por mes en caucho, mas otros 100 bolívares de la gasolina. Seguro hay otros repuestos, pero ninguna cuenta me daba que ese hombre pudiera ganar menos de 1200 bolívares diarios.
Ya un poco obsesionados por el tema me acorde de aquel vendedor de cayapas con queso de La Hollada, que eran muy ricas y muy baratas, apenas 20 bolívares. Ese hombre me aseguro que vendía 150 cachapas por día, También me acorde del humilde motorizado que iba a comprar cachamas a una laguna de Táchira y las cargaba en una bolsa. Las compraba a 65 y las revendia entre 80 y 100 bolos el Kg., en un puesto sobre la ruta. Cargaba las cachamas en bolsas de entre 60 y 70 Kg. Yo vi. cuando las pesaba. “En la ruta esto se vende mucho”, me comentó. Para el mediodía ya las había vendido todas y ganado sus mil bolos.
Podía poner decenas de ejemplos más, pero todas conducen a lo mismo. En Venezuela hay una amplia variedad de trabajadores informales que ganan alrededor de mil bolos diarios y esto tiene un peso significativo en la economía y en la posibilidad de que la mano de obra se dirija a trabajos productivos. ¿Cuánto hay que pagar en una fabrica para que resulte atractivo cumplir turnos laborales, a veces rotativos y la férrea disciplina que impone la producción industrial? ¿Quien querrá regresar al campo para producir de sol a sol, advirtiendo que la mayor porción de su trabajo se la llevan los intermediarios?
Cómo no reconocer que en un país donde se dice que una familia de clase media baja vive con dos salarios mínimos, alrededor de 7000 bolívares, son muy pocos los empleados del Estado que llegan a cobrar ese dinero.
El chavismo ha dado un impulso formidable a la lucha contra la desigualdad social, pero ha tenido enormes dificultades para cambiar la matriz rentista de la economía, reorientarla hacia una producción que garantice autoabastecimiento y soberanía.
La sociedad de los mil bolívares representa un colchón político muy fuerte contra las políticas guarimberas de desestabilización, pero no tiene futuro como modelo económico.
La discusión entre mas estatismo o mas economía comunal autogestionada esta condimentada por la comprobación que el peso de la economía estatal sigue siendo muy fuerte, que casi todas las empresas manejadas por el Estado son deficitarias, con excepción de PDVSA (lo que no quiere decir que sea eficiente) y que los intentos de generar empresas sociales productivas están en pañales, y que hay una larga sucesión de fracasos en ese sentidos
Sin embargo y como dice un amigo comunero, "si vamos a hacer experimentos que nos puedan hacer malgastar el dinero, es preferibles hacerlos con el pueblo y no con las burocracias. El pueblo puede aprender y mejorar, las burocracias no”
En una economía direccionada hacia la soberanía corresponderá al Estado hacer grandes obras que contribuyan a articular un proyecto productivo como son las redes ferroviarias, pero corresponde al pueblo desarrollar una economía productiva y a los trabajadores garantizar el funcionamiento y control de las empresas estatales.
El pueblo que se organiza territorialmente para producir desde una perspectiva socialista debe luchar contra el acostumbramiento a formas capitalistas de organización laboral (aprender a trabajar sin patrón) o la falta de cultura de trabajo. Los trabajadores de las grandes empresas estatales se enfrentan al desafío de superar el corporativismo y de avanzar en el control obrero con una perspectiva revolucionaria.
Los corredores comunales con una base popular organizada se plantean emprendimientos productivos de cierta escala que pueden ser rentables y empezar a incidir en el punto más débil de la economía bolivariana que es el autoabastecimiento de alimentos en el plano de la producción, la distribución y la comercialización. La articulación de esos corredores comunales con las empresas estratégicas pueden fortalecer un entramado productivo que siente las bases de una nueva economía popular.
En todo ese proceso, la formación política apostando a fortalecer los cambios culturales y de conciencia política de los de abajo en los últimos quinces años debe hacer un humilde pero necesario aporte.
Esta tarde al regresar del acto de los empleados públicos, muy cerca de Puente Llaguno, no pude resistir la tentación de comerme un quesillo. En mi país le decimos flan. Me costo 12 bolos y estaba riquísimo. El hombre me dijo que vende 20 ruedas de quesillo por día y que de cada rueda saca veinte pociones como las que me vendió..
Me dijo que ganaba mil bolos por día, pero según mis cuentas gana un poco mas.
Venezuela es un país raro donde los ricos protestan y los pobres celebran. Y donde los trabajadores informales ganan igual o mas que los altos funcionarios (al menos los honestos).
La Haine