Maickel Melamed
Es judío, con una admiración profunda por la vida de Jesús. Un hombre que se perdona diariamente y hasta ha perdonado a Dios. Convencido de que somos nuestros propios dioses. Un ser que ha sentido con frecuencia decir miles de no; pero más convencido cada día de seguir intentándolo. Alguien para quien sus hermanos, sus padres y sus primos son los héroes cotidianos, sus anillos de seguridad. Como es el caso de su prima Alejandra, quien contra el diagnóstico de los especialistas, logró, entre juegos e insistencias, que salieran un día caminando de cierto cuarto.
Ama la soledad porque es el único lugar donde ha logrado conectar consigo mismo, convencido de que para conectarse con el otro, necesita encontrarse consigo mismo. Si es cierto que iba más lento que sus compañeros de estudio, también lo es que nunca se detuvo. Nunca se ha detenido en su vida. Para él la meta es el horizonte. Piensa que la vida es lo que tú te permitas que sea, a sabiendas de que cuando uno se está construyendo, el período más doloroso es siempre el más fructífero. Reconstruyéndose, se fue descubriendo a sí mismo, poco a poco. No quería ser el típico profesor que daba clases sino que el conocimiento fuese funcional.
Quien nunca había caminado más de un kilómetro en su vida, un día decidió caminar cinco kilómetros, todo, porque necesitaba hacer algo por Venezuela. Su misión en la vida: ser un instrumento más. Como cuando atendió a un niño de 11 años, quien tenía un tumor en el hemisferio derecho del cerebro y le crecía un centímetro y medio por mes hasta que, gracias a él, aquel niño, hoy con 17 años, está feliz y contento.
Consciente de que no sabemos cuáles son nuestros verdaderos límites hasta que nos esforzamos por alcanzarlos, un día emprende la aventura del ascenso al pico Bolívar con un comprensivo, valiente, maravilloso equipo humano. Después de una y otra peripecia llegan a la cumbre. Al grito común de ¡Hicimos cumbre! comprendió lo que tantas veces su mejor amigo le había enfatizado: “El camino es la meta. La cumbre realmente es el camino.” Y llega el día de correr por la vida: el Maratón de Nueva York, quizás la más importante competencia internacional en su género. Meta que tenía en mente desde hacía mucho tiempo a contrapelo de todos los pronósticos. Y se dijo: Si había estudiado, viajado, caminado, volado, escalado a favor de la vida, ¿por qué no correr ahora?
Explorador de sus propias experiencias, de la mano de sus héroes y maestros, se adueñó de su vida y no titubeó al convertir sus circunstancias en objetivos, teniendo claro adónde quería ir. No hay imposibles. Nada es tan grande como para no intentarlo. Con Maickel Melamed, con este atleta del espíritu, héroe y maestro, podemos asomarnos al mundo y comprenderlo; aprender e inspirarnos: SI LO SUEÑAS, HAZ QUE PASE.
Pablo Mora°