Hay quienes eligen pasar su vejez justificando su juventud. Sí, es triste. Lo único fértil que lograron muchos de esos náufragos lo cumplieron en la izquierda. A cada paso rumian explicaciones latosas porque ese fatigoso pasado les hipoteca todo presente y todo futuro. Inútil: ningún pasado se puede corregir.
Existió lo que Jorge Luis Borges llamaría un «emporio de conocimientos benévolos» titulado El tesoro de la juventud, traducción de otro, británico, llamado The Children's Encyclopedia, de la Belle Époque. Presentaba un mundo a la National Geographic, optimista, pastoril, primaveral. En él no figuran las dos Guerras Mundiales ni el Gulag ni la Guerra de la Triple Alianza. La humanidad estaba destinada a un provecho indefinido, de lendemains qui chantent, de 'futuros cantarinos'. Como era para niños, adoptó el método francés ad usum Delphini, 'para uso del Delfín'. El duque de Montausier pergeñó para el Gran Delfín 64 tomos grecolatinos expurgados de pasajes considerados inadecuados, para que el hijo del rey Luis XIV se mantuviera pendejo (http://j.mp/i0XMLX). Los apacibles 20 tomos de El tesoro me persuadieron de que la vida era buena. Luego supe más, pero aquella lectura me hizo feliz. A veces lo hojeo con nostalgia, especialmente mi sección favorita: El libro de los porqués (The Book of Wonder). Lo único que no explicaba ese libro es por dónde le entra el agua al coco. Ahora tengo una felicidad de ojos abiertos: no deber deshonrar mi mocedad. Es el tesoro de mi juventud. Me adentré en rebeliones culturales, particularmente la Renovación de Letras y en cuanta borrasca simbólica grande o pequeña se me fue atravesando hasta hoy. No me volví un señorón con vahos de burgués como tantos compañeros de aquellas épocas, que acusaban de gusano a todo el que no observaba este o aquel precepto «marxista-leninista-pensamiento Mao Tse-Tung» (transcripción Wade-Giles de Mao Zedong). Les digo: Quamtumvis moveas vultus tibi semper videtur, es decir, 'por más que te tongonees, siempre se te ve el bojote' en la color de la piel, en ademanes mal reprimidos que emergen aquí y allá por los ríos profundos bajo un manto mantuano (no todo manto es mantuano) llevado sin la gracia de las chicas godas de verdad.
Quieren manejar cubiertos de plata después de que cultivaron sus modales en el comedor universitario y en las tostadas El Tropezón de Los Chaguaramos, a dos pasos de la UBV. Las criaturas manos blancas de ahora solo comen cachitos. No es malo adquirir nuevas culturas, me la paso en eso, pero sí es malísimo negar sus entrañas, pues no nacieron de gente que aspiraba habanos sino rompepechos. Ahora se les ve en bermudas con un tabaco de medio metro, haciendo el ridículo con el perspicuo bojote. Míraselo. La burguesía de verdad no se ríe en su cara, normalmente, o sea, pero me lo comentan en privado, entre risitas. Pobre gente. No solo repudian El Tropezón, sino las guarataras que derrocharon en las barricadas. Ahora se sientan codo a codo con quienes mataron a los compañeros y compañeras que no pudieron sobrevivir a aquellos sobresaltos.
Es bien rico no deber excusas aburridas a nadie sobre mi divino tesoro.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com
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