Saludos cordiales
Comparto
un análisis de largo plazo de la coyuntura actual en Venezuela. Y los
peligros latentes de una profundización del rentismo.
Emiliano
“Somos
una casa invadida por las termitas. Por fuera todo se mira bien. Ahora
se construye mucho, se hacen grandes carreteras con el dinero del
petróleo, se hará mañana una gran ciudad, hasta cambiarán por otra a
nuestra Caracas, pero la procesión va por dentro, hijo. El suelo se
sostiene sobre el aire. El corazón de la tierra ha sido perforado, y a
medida que sacan el petróleo, queda vacío. Se va la soberanía y con el
dinero vienen los vicios…”
Fragmento de “Los Riberas” de Mario Briceño Iragorry, 1957
Los
crecientes y notables desajustes económicos, que están afectando de
manera preocupante el consumo básico de los venezolanos, lo cual
evidentemente tiene un correlato en el clima político nacional, nos
invitan a poner sobre la mesa una fundamental pregunta: ¿estamos en una
crisis en Venezuela? La respuesta depende de la mirada histórica del
proceso.
Si
una crisis es una “ruptura” que da paso a una mutación importante en el
desarrollo de procesos históricos, entonces cabe preguntarse ¿cuándo se
inicia dicha mutación? La variable renta petrolera, es la variable fundamental que sobredetermina la realidad social,
política y cultural de Venezuela, por lo tanto, las bases de los
grandes desajustes actuales nacen de un proceso que se da desde mediados
de los 70 y tiene su momento declarativo en el llamado “Viernes Negro”
de 1983. A partir de este período, los pilares de la sociedad rentista
comienzan a resquebrajarse, e iniciamos en Venezuela un período de
desequilibrios estructurales que, con grados de severidad variables, se
mantiene hasta nuestros días. Los desequilibrios actuales son
expresiones de una misma crisis estructural de nuestro modelo rentista,
inserta a su vez en una crisis civilizatoria global.
Con
esto no queremos obviar la dinámica social y política que se ha
desarrollado en el país desde aquel momento, ni mucho menos. Cuando el
economista y diputado por el Distrito Capital a la Asamblea Nacional,
Jesús Faría, identifica las causas de la coyuntura actual ―a su juicio,
la más compleja de la revolución en 14 años, además de la de 2002-2003―
planteando que la situación de escasez “obedece tanto al acaparamiento como al desabastecimiento”[1],
coloca juntos dos términos que en el debate político polarizado son
generalmente excluyentes: acaparamiento (término del discurso del
gobierno) y desabastecimiento (término del discurso de la oposición), lo
que muestra que la situación de conflictividad política es mucho más
compleja de lo que normalmente aparece en estos discursos partidistas.
Lo que queremos resaltar es que toda la disputa política por la renta
petrolera, sea entre las élites nacionales o en la lucha entre el poder
constituido y el poder constituyente, ―esta última, fuerza originaria y
motor de la Revolución Bolivariana―, se da sobre el espinoso terreno del
capitalismo rentístico, el cual, después de 30-40 años, tiene sus
estructuras severamente carcomidas.
La
Revolución Bolivariana entonces, no debe evaluarse sólo como proceso de
ruptura histórica, sino también de continuidad con el pasado. Uno
pudiese plantear de manera muy general que existen tres grandes misiones
sobre las que se han centrado y se centran las expectativas
revolucionarias del proceso político venezolano reciente: 1) Saldar la
enorme deuda social acumulada de históricos procesos de explotación y
exclusión de trabajadores y trabajadoras; 2) Haber al menos iniciado una
clara transición post-rentista; y 3) Haber puesto en marcha una Revolución Cultural que resquebrajara y comenzara a poner en entredicho nuestra cultura del petróleo, nuestro imaginario rentístico,
abriendo el camino hacia la construcción una nueva subjetividad de
autovaloración productiva. A estas alturas, y sin poder profundizar aquí
sobre este amplio y trascendental debate, debemos preguntarnos sobre el
saldo actual de estas tres grandes misiones; plantearnos en qué
sentido, y hasta qué grado, la Revolución Bolivariana se ha traducido o
no, en un refrescamiento político y en una repotenciación del viejo
modelo rentista.
El
renacimiento del Petro-Estado desarrollista en la Revolución
Bolivariana, luego de iniciado el proceso de crisis y desnacionalización
de la economía, si bien abrió un período que podríamos llamar de dignificación popular rentística,
se enfrenta a los límites de su propia estructura, estableciendo los
topes de las propias reivindicaciones populares alcanzadas, y trazando
las fronteras de alcance de las mismas, las cuales pueden hacerse más
angostas. Los (viejos) desequilibrios que sufre nuestra economía, y su
subyacente estratificación social, son encubiertos como ilusión por la
renta petrolera. Hacer una revolución socialista en el seno del
capitalismo rentístico nacional tiene límites estructurales que
necesariamente, deben salvarse más allá del propio rentismo.
Creemos que aquí está una de las claves del problema planteado: pensar y construir la salida del modelo rentista más allá del propio rentismo,
se vincula con resaltar el efecto mismo que tiene la entrada de una
renta internacional totalmente desproporcionada sobre nuestra estructura
económica doméstica cada vez más improductiva. La marejada de
petrodólares que entraron a Venezuela desde los 70 a raíz de los booms
internacionales del precio del crudo ―1973, Guerra del Yom Kippur; 1979,
Revolución Iraní; y recientemente 2004 hasta hoy, basado en muy buena
medida en el llamado “Efecto China”―, han tenido tales efectos sobre la
economía nacional que nos obliga a interpelar radicalmente esa matriz
productivista, extractivista y crecentista que domina no sólo el
pensamiento político y económico nacional, sino el imaginario social. El
ciclo: Boom de precios petroleros de los 70 – desarrollismo –
depreciación de la moneda y devaluación (Viernes Negro 1983) –
endeudamiento externo hasta llegar al impago de la deuda y sucesivo
paquete de ajuste estructural del FMI (1989), tiene que ser un llamado
de atención para evitar recrear una historia similar en la actualidad.
Pero sobre todo nos tiene llevar a una pregunta fundamental: si son
éstos los efectos estructurales de una inundación de divisas, a estas
alturas ¿es la renta petrolera dinamizadora de formas productivas, o bien es un obstáculo para este objetivo?
Creemos
que esta crucial pregunta es transversal a todo proyecto político
nacional que apunte a salir del modelo rentista parasitario. Es menester
resaltar, por un lado, que dicho cuestionamiento no se plantea en
términos absolutos; más bien cabe examinar, como lo haremos en nuestro
caso, en qué grados la renta internacional petrolera es primordialmente
un obstáculo que incluso llega a generar consecuencias nefastas en la
dinámica económica, política y cultural de la nación, y en qué grados,
generalmente sectorizados, parasitarios e inorgánicos, dinamiza el flujo
y la reproducción monetaria en el país.
Por
otro lado, el intento de responder a esta pregunta para el caso del
modelo venezolano, pasa por comprender que la renta no es un obstáculo
per se, debido a que el problema rentístico es un asunto de magnitudes
relativas, es decir, que la condición rentística se basa en la
proporción que hay entre esta renta internacional captada en un espacio
nacional determinado, y la capacidad productiva doméstica ―producción de
valor agregado nacional[2].
Este rasgo es fundamental porque la manera como se implanta el modelo
rentista petrolero en Venezuela es muy particular, donde se combinaron,
el progresivo incremento de la captación de una renta del que fuera el
principal productor petrolero del mundo hasta 1970, con una de las
estructuras económicas nacionales más atrasadas ―en términos de
desarrollo capitalista― de toda América Latina para inicios del período
petrolero. Se trata de una súbita y acelerada implantación de la
modernidad extendida por décadas, que tendrá características muy
particulares.
Por
lo tanto, comprender el modelo rentista venezolano, a pesar de notables
similitudes estructurales tanto con las economías latinoamericanas,
como con las sociedades petroleras del mundo, requiere resaltar el carácter sui géneris del capitalismo rentístico nacional,
en el cual, los efectos de las oleadas de inundación de divisas
internacionales, de magnitudes considerablemente desproporcionadas
respecto al metabolismo interno del país, genera consecuencias
verdaderamente perniciosas.
La crisis de largo plazo y los efectos de la inundación rentística
Comúnmente,
en el pensamiento económico y político nacional se ha dicho que uno de
los principales factores que ha impedido que la renta sea un dinamizador
ha sido su mala administración, obviándose el efecto inherente que
tiene dicha renta sobre el metabolismo sui géneris venezolano, un
problema endémico. En mayo de este año (2013), el ministro de Energía y
Petróleo, Rafael Ramírez, afirmaba que Petróleos de Venezuela (PDVSA)
había captado desde 1999 a 2012 la impresionante cifra de 427 mil 100
millones US$[3].
Con mucha frecuencia se habla de la necesidad de una “gerencia
eficiente” que administre esta enorme cantidad de dinero para que nos
lleve hacia el tan ansiado “desarrollo”. Pocas veces oímos decir que más
bien, hay una muy significativa relación de causalidad entre la entrada
desproporcionada de esa renta internacional, de esa enorme “riqueza”, y
la depreciación de la moneda, el aumento de la proporción de las
importaciones en el consumo interno, el incremento de los precios
domésticos, la fuga de capitales, el auge de la corrupción y el aumento
de la deuda pública.
Son
reveladores los efectos que genera esta “indigestión de divisas” ―como
la llamara Juan Pablo Pérez Alfonzo ante el boom petrolero de los 70―
sobre la producción nacional. Cuando revisamos el componente porcentual
de las exportaciones desde el inicio de la Revolución Bolivariana, vemos
que la tendencia es al incremento relativo de las exportaciones
petroleras, en detrimento de las no petroleras. La gráfica de abajo (Gráfico 1)
es expresión de cómo la cuantiosa renta estimula un relajamiento de los
factores productivos, al reproducir un consumo inorgánico alimentado
por un flujo monetario exógeno. Ante el incremento del precio promedio
de la cesta petrolera venezolana ―72 US$ en 2010, 101,1 en US$ 2011 y
103,4 en US$ 2012―, a estas alturas, nuestra dependencia del petróleo en
las exportaciones es de 96% (2012)[4]. De ahí que en su momento los noruegos crearan el Government Pension Fund Global,
conocido como el “Fondo Noruego”, buscando evitar los efectos de la
llamada “Enfermedad holandesa”, y que en Colombia actualmente haya
preocupaciones similares debido al incremento de los ingresos
provenientes del sector petrolero.
Gráfico 1
Fuente: Andres Giuseppe, con datos del BCV
Estas
dinámicas en las que el rentismo genera condiciones y presiona para
intensificar el propio rentismo se inscriben en una estructura económica
en la que los mecanismos de distribución de la renta son formas que
canalizan la reproducción de nuestro esquema parasitario, inserta en un
patrón específico de poder monopolizado y asimétrico respecto al poder
constituyente (léase, al pueblo). La distribución de la renta entonces,
es un acto profundamente político, a la vez que constituye un hecho
económico de suma complejidad, inscrito en nuestra condición periférica
en el sistema-mundo capitalista.
Los
dramáticos problemas que ocurren actualmente en el país con la tasa de
cambio no pueden ser sólo comprendidos como problemas administrativos
del gobierno, dada la existencia de una intensa guerra económica, pero tampoco puede explicarse únicamente por esta última.
Por las propias características de nuestro tipo de economía, la moneda
tiende a estar sobrevaluada, para evitar así mayores presiones al alza
sobre el nivel de los precios internos de consumo; es un mecanismo de
distribución de la renta. No obstante, la inundación de divisas
internacionales tiende a sobrevalorar la tasa de cambio, lo que tiene
efectos de profundización de los desequilibrios que vivimos en el país
desde fines de los años 70.
Hay
que hacer una distinción entre depreciación y devaluación de la moneda.
Si la primera se da por la dinámica económica y política del capital a
escala nacional y global, la segunda es una política monetaria del
gobierno de turno. En la medida en la que la inundación de divisas, en
este caso dada por el llamado “Efecto China”, genera efectos de
desestímulo productivo, tendencias a incrementar las importaciones, así
como presiones inflacionarias sobre los productos de consumo básico, la
moneda irá progresivamente depreciándose, y aunque se trate de
mantenerla sobrevaluada para evitar afectar el consumo, las tensiones
económicas obligarán a una llevar a cabo una devaluación. La
sobrevaluación de la moneda intenta mantener un equilibrio en la
parasitaria e inorgánica economía doméstica, afectada por una marejada
de petrodólares producidos en su exterioridad.
En
la medida en la que el influjo de la renta petrolera afecta a la
productividad en los sectores no petroleros y manufactureros, al tiempo
que ensancha el mercado artificialmente, produce un alza endémica de los
precios al consumidor. Si bien el problema de los precios es también en
buena medida un problema político, debemos rastrear en nuestra
estructura, qué fenómenos propician la creciente inflación que afecta a
venezolanos y venezolanas. Como lo vemos abajo en el cuadro de Asdrubal
Baptista (CUADRO 11.I), el comienzo de un período de
desequilibrios a partir de los años 70, muestra la tendencia histórica
hacia la baja en la productividad y su relación con el alza de los
precios, significativamente vinculado con la indigestión rentística de
los booms.
Esta
lógica cambiaria rentista expresa la desproporción
importaciones/exportaciones, a la vez que la encierra en un círculo
vicioso. El desestímulo a las exportaciones y la adicción a los
productos importados muestra en los últimos años cifras record. En 2008
se registra un máximo histórico de casi 50.000 MM US$, y posteriormente
las importaciones mantienen un comportamiento oscilante que nuevamente
apunta al crecimiento hasta romper otra vez el record histórico en 2012
con 59.339 MM US$, un notable incremento del 26,8% respecto a 2011[5]. La gráfica que presentamos abajo (Gráfico 2)
es una muestra de los desequilibrios estructurales que sufrimos desde
fines de los años 70. Es muy significativo que a pesar de aumentar
tremendamente en términos absolutos los ingresos fiscales petroleros, el
coeficiente importaciones/PIB se duplica y más entre 1999 y 2012, de
23,5% a 47,7%). No es casualidad que en períodos de booms rentísticos
(décadas de los 70 y 2000), estas proporciones hayan mostrados sus
valores más altos. Desde 2005 esos valores han roto records históricos,
siendo 2007 el valor más alto con 48,5% y 2012 el segundo más alto[6].
Adicionalmente,
el Estado venezolano se ha convertido en parte importante en las
importaciones totales, tal y como lo ha advertido el economista Manuel
Sutherland, siendo que para el período 2003-2012 estas tuvieron un
astronómico crecimiento de 894%, sin que ello redundara en un incremento
del peso industrial-manufactura en el PIB[7].
Gráfico 2
El
reflejo de este círculo vicioso rentístico y del carácter sui géneris
de la economía venezolana, lo muestra su alta dependencia y
vulnerabilidad alimentaria, única en la región. Paradójicamente el auge
monetario ha ayudado a mejorar índices alimentarios en el país, lo cual
ha sido reconocido por la FAO, a la vez que ha contribuido a profundizar
su dependencia en este renglón, debido a los factores que hemos
mencionado, en perjuicio de levantar la producción nacional de alimentos
y poder cubrir la creciente demanda. Esta paradoja es una clara
expresión del dilema de los efectos del manejo de una enorme renta
internacional, sus beneficios ―principalmente visibles en la disminución
de los índices de pobreza y desigualdad― y sus perjuicios.
En el cuadro de la FAO que presentamos (Cuadro 2)
es notorio que el peor coeficiente alimentario
exportaciones/importaciones lo tiene Venezuela ―incluso por debajo de
economías muy vulnerables, o de la región del Caribe, que resalta por su
fragilidad alimentaria―, siendo importante destacar que la baja
densidad de población campesina ―cerca de 90% de la población venezolana
(88,5%) es urbana según Censo 2011―, su subjetivación moderna y su
relación con el Estado paternalista petrolero, y el tipo de ocupación
territorial que se ha dado en el país, se intensifican con los
desequilibrios provocados por la inundación de divisas internacionales
que sufre la economía doméstica.
Cuadro 2
Fuente: FAO, Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2012 en América Latina y el Caribe
Ahora
bien, como ya hemos dicho, la distribución de la renta petrolera es un
acto profundamente político, y no sólo está mediado por la dinámica del
mercado capitalista, sino que reproduce un esquema de poder específico.
No se puede comprender cómo funciona el capitalismo sólo desde el
esquema del circuito inversión-producción- beneficio-inversión ― lo que Marx llamó la reproducción ampliada de capital.
El capitalismo es un sistema que, para abrir nuevos procesos de
acumulación, y para regular y ajustar los ya existentes, necesita
imperiosamente del saqueo, el pillaje, la violencia, el fraude, y una
serie de mecanismos similares. Lo que David Harvey ha llamado acumulación por desposesión[8],
para describir este proceso constitutivo, violento, fraudulento y
colonial de la acumulación capitalista, lo estamos viviendo actualmente
en Venezuela con las estrategias políticas de la burguesía
tradicional para depreciar la moneda y terminar pulverizando el bolívar,
redistribuir regresivamente la renta petrolera generando procesos de
concentración de capital, y promover la fuga de capitales del país,
mediante diversos mecanismos de guerra de IV generación, poniendo en
peligro la estabilidad social y política nacional. El descrédito de la
economía generando zozobra, desasosiego y miedo en la población ―que
tiene su correlato en la depreciación de la moneda―, el juego
especulativo de los precios de los bienes de consumo, manipulando las
expectativas de la gente y controlando selectivamente de la demanda, se
montan sobre la ola de petrodólares que inundan la economía doméstica
―la compra ciudadana de dólares es también una de las vías de desahogo
de esta plétora monetaria.
El
problema entonces, es que hablar únicamente de la especulación y
acaparamiento proveniente de la burguesía tradicional, para evitar
hablar también de inflación y desabastecimiento nos remite a dos
problemas:
a) Referirnos a una guerra económica como
simplificación unilateral de lo que estamos viviendo actualmente en
Venezuela, invisibiliza el hecho de que es fundamentalmente un problema estructural determinado por una lógica política imperante, de carácter extractivista, desarrollista y crecentista, lo cual tiene profundas implicaciones, descritas hasta ahora;
b) La propia inundación de divisas exógenas tiene significativos efectos políticos.
En
una entrevista concedida a Últimas Noticias, el actual Secretario
General de la UNASUR, Alí Rodríguez Araque daba una muy lúcida
explicación:
La
corrupción es una forma de prostitución también. Hay un flujo de
dinero, de la renta internacional petrolera, que no tiene contrapartida
interna. Entonces, históricamente, el Estado rentista venezolano hace es
la distribución de ese sobreingreso no generado internamente. Se ha
aplicado el bolívar sobrevaluado, bajos impuestos para el sector
empresarial, etcétera, formas de distribución, y dentro de ellas está la corrupción, una forma antiética pero, al fin, una forma de distribución[9].
Cuando
Alí Rodríguez muestra que la corrupción es uno de los mecanismos de
distribución de la renta, hace evidente que no se trata sólo de un
problema de una “carencia de educación” o de “ética socialista”, sino
también cómo dicho provento rentístico, dado su carácter inorgánico y
desproporcionado, genera canales fraudulentos de apropiación de
excedentes, configurando relaciones de poder, tipos de relaciones
intersubjetivas, y hasta la propia subjetividad.
El
tipo de esquema de poder asimétrico y monopolizado que conforma la
estructura del Petro-Estado y la economía rentista en general, determina
que los procesos políticos de distribución de la renta produzcan y
reproduzcan la polarización y estratificación social, en la cual el
pueblo aparece como altamente dependiente respecto a las élites
políticas y económicas. Por un lado, los nuevos gestores de la “siembra
del petróleo” son envueltos por esta marejada de petrodólares. Se
produce un ensanchamiento del Estado y de la ilusión del “desarrollo”,
motorizada por la renta, lo que a su vez nos ha llevado a la formación
de una nueva burguesía corporativa en el seno de la Revolución
Bolivariana, que mantiene una relación contradictoria con su pueblo
aliado.
Al
mismo tiempo, la estafa de empresas de maletín del SITME, calculada
entre la astronómica cifra de 20 a 30 mil millones US$, no es sólo una
evidencia de estos mecanismos de distribución vía acumulación por desposesión,
sino muestra que, aunque la indigestión rentística puede presionar para
que la corrupción se dé en todos los estratos de la sociedad, todas las
estafas ciudadanas juntas de CADIVI son minúsculas comparadas con
aquellas masivas apropiaciones monetarias fraudulentas institucionales y
empresariales. Las devaluaciones son excelentes negocios para los
grandes tenedores de dólares, y estos no son precisamente la inmensa
mayoría del pueblo.
Juan Pablo Pérez Alfonzo decía que el
despilfarro petrolero estaba en la naturaleza misma de una riqueza que
no era generada por las actividades económicas nacionales[10].
A estas alturas es evidente que el gasto público ha reproducido formas
de apropiación relativa de la riqueza muy asimétricas, al tiempo que no
ha representado verdaderas semillas de reproducción productiva,
contribuyendo a una expansión monetaria mayor que la necesaria para
las transacciones que se realizan para generar o utilizar el producto
bruto interno, lo que impulsa presiones inflacionarias y, por lo tanto,
la pérdida del valor de la moneda[11]. Sin
embargo, el haber saldado una buena parte de la deuda social histórica
adquirida por los regímenes políticos anteriores, problematiza de manera
importante la crítica a utilización de la renta petrolera, y genera un
dilema ético-político muy complejo alrededor de ella.
El
problema reside tanto en la composición del consumo social, como en la
tendencia histórica al incremento del mismo. Todo proceso de expansión
de la modernidad trae aparejada una modernización subjetiva que
reivindica un mayor salario y gasto social ―de ahí que el capitalismo
siempre esté en la búsqueda de espacios periféricos/rurales donde
consiga mano de obra barata para mantener la tasa media de ganancia.
Esto ha sido evidente, con el nacimiento de la Venezuela petrolera, los
procesos de modernización subjetiva y las posteriores movilizaciones
obreras de 1936, reivindicando ante el Estado mejoras sociales. A raíz
de estos progresivos procesos de lucha popular moderna, los diferentes
gobiernos nacionales fueron insistiendo en una creciente captación de la
renta internacional respecto a la dinámica geopolítica, de manera tal
de poder mantener la expansión de ese gasto público.
La
Revolución Bolivariana, al saldar buena parte de esa vieja y enorme
deuda social, y al representar una nueva ola modernizadora ―la última
había sido la de CAP II―,incorporó a millones de personas, en diversos grados, a las formas de consumo capitalista,
lo que supuso un significativo salto cualitativo en los términos de una
inclusión subjetiva a la modernidad. Esto, por ende, representa también
un gran salto cualitativo de las expectativas de vida (moderna) de los
ciudadanos, que requieren entonces un creciente y sostenido incremento
del gasto público, lo cual, una vez internalizado en la subjetividad, es
sumamente difícil de revertir, sin que se generen importantes protestas
populares.
El
problema básicamente, es que en el marco del capitalismo rentístico en
crisis histórica, es necesario un creciente ingreso nacional para cubrir
dicho gasto, y lo que se está produciendo en cambio es un proceso de
retroceso relativo de los factores productivos, que obliga a sostener
este incremento de las expectativas sociales básicamente sobre un factor
exógeno como lo es la renta petrolera, que en teoría debería ser cada
vez más alta. La intensificación de los desequilibrios de nuestro modelo
extractivo, genera que por vía de nuestras insuficiencias estructurales
―los diferenciales entre productividades en el mercado mundial, donde
tendemos a perder―, o por mecanismos de acumulación por desposesión ―por
ejemplo, las estafas cambiarias de la burguesía tradicional―, se
produzcan grandes fugas de capitales, inscritas en procesos
estructurales de apropiación del excedente por parte de las áreas
centrales de la economía-mundo. Al momento de concluir este artículo, y
tomando básicamente los datos del BCV, estamos ante una de las caídas
más importantes de las Reservas Internacionales desde 1999 ―junto con
las de 2009-2010―, y la marca (provisional) de 21.385 MM US$ del
17/10/2013 es la más baja de los últimos 9 años[12].
Estas
transferencias sistémicas de excedentes, se enfrentan entonces con la
necesidad de un gasto público en ascenso, de un Estado ensanchado en su
tamaño, y también en sus metas y sueños de “desarrollo”. La presencia de
una crisis económica internacional como la de 2008-2009, afecta el
flujo rentístico. Y si hay déficit se recurre al endeudamiento público
para mantener el “equilibrio” económico. El problema es que la deuda
pública contraída aceleradamente, sin una contrapartida real en un
aumento del potencial productivo, refuerza el círculo vicioso rentista,
al contribuir con la depreciación de la moneda y una posterior
devaluación.
Toda
esta compleja dinámica explica la paradoja rentística en la que estamos
sumergidos ―¿por segunda vez desde los 80?―: a medida que crece el
influjo monetario por ingresos fiscales petroleros, aumenta nuestra
necesidad de endeudamiento público interno y externo. En el cuadro que
presentamos abajo (Cuadro 3), Venezuela aparece en primer lugar
entre los países que adquirieron préstamos externos en América Latina
entre 2005 y 2011. Las fuentes de financiamiento son tanto el BM y el
BID, como China. Solo Venezuela representa el 25,7% del total de
endeudamiento de todos los países, siendo que el 88,5% de sus préstamos
son con China. El peligroso incremento de la deuda externa es uno de
los efectos más perniciosos y comprometedores de la inundación de
divisas internacionales.
Cuadro 3
Fuente: GALLAGHER, Kevin P. Irwin, Amos. Koleski, Katherine. ¿Un mejor trato? Análisis comparativo de los préstamos chinos en América Latina
Profundización del rentismo y neoliberalismo mutante
De
esta forma, en el marco de una crisis de largo plazo del capitalismo
rentístico, nos enfrentamos a los fundamentales dilemas del
extractivismo, que hemos evidenciado que no son sólo desafíos de orden
ecológico, sino modelos y estructuras de poder local y global, insertos en una lógica que es insostenible en el mediano plazo.
La idea de duplicar la extracción petrolera, reinante en los dos
grandes proyectos políticos en disputa en el país, amenaza con agravar
todos los desequilibrios propios de un modelo que tiene sus bases
severamente afectadas. El sueño del “desarrollo” y del consumo
moderno/capitalista sustentan en el imaginario colectivo la insistente
idea de aumentar la extracción petrolera, una vena “productivista” que
domina el pensamiento económico, social y político en Venezuela, como lo
advierte el economista y analista petrolero Carlos Mendoza Pottellá, y
que Pérez Alfonzo había denunciado en su momento como “la constante endoctrinación a que nos someten poderosos intereses contrarios a los de Venezuela”[13].
Si
la tendencia mostrada es a que los factores productivos se aminoren en
términos relativos, mientras que los altos precios del crudo mantienen
un creciente flujo de divisas exógenas, entonces se hace evidente que se
agigantará la descompensación y desproporción que existe entre la renta
internacional y la economía doméstica, con todas las consecuencias que
esto tendría. En este sentido, no hay devaluación que valga para
intentar transformar el carácter rentístico de la economía nacional.
Difícilmente se puedan superar los males de una inundación de divisas
con mayores dosis monetarias “inorgánicas”, a pesar del muy aceptado
mito de que nuestros males endémicos se resuelven básicamente con
dinero, y ante nuevos problemas, entonces se persigue más dinero aún. A
mayor rentismo, mayor será la dificultad para salir de él.
Si
esta oleada modernizadora ha generando un salto cualitativo de las
expectativas de vida moderna de una parte importante de la población, y
por ende una redimensionamiento histórico del gasto público, ¿podrá
sostenerse éste sobre la base de un proceso de acumulación profundamente
inorgánico y dependiente? El problema de la lucha contra la pobreza ha
sido constantemente vinculado con la supuesta inevitabilidad de la
profundización de los modelos extractivistas, lo cual en realidad es
arma de doble filo. Es un desatino tratar de vencer con dinero la pobreza coyuntural, al tiempo que se profundiza la pobreza estructural.
Al pensar la pobreza hay que pensar en su genealogía en el marco del
desarrollo del capitalismo. Determinar la profunda relación que tiene
ésta con la propiedad ―el despojo de la modernización capitalista apunta
a la creación de los “desposeídos”―, con la autonomía comunitaria ―la
dependencia necesariamente genera pobreza, y viceversa―, y con el acceso
a los bienes comunes para la vida, que en el momento en que estos son
despojados o destruidos, estamos en presencia de una pérdida de riqueza[14]. En fin, hacer clara su relación con la acumulación por desposesión.
Los
crecientes compromisos rentísticos internacionales que adquiere
Venezuela en nombre del “desarrollo”, lo inserta en un círculo vicioso
que lo obliga a la necesidad de captar cada vez más renta. Al conectarse
más profundamente con la globalización capitalista, por las
características de nuestro modelo, nos hacemos más dependientes y
vulnerables ante un sistema-mundo en crisis, lo cual resulta muy
peligroso. En estos términos, ¿será posible mantener el curso actual de la captación de la renta?
Para
comprender la crisis de largo plazo del capitalismo rentístico, es
necesario dar cuenta de cómo esta se encuentra inserta en la crisis
global del capitalismo histórico. Se trata de una crisis de acumulación
que se refleja también en Venezuela. A pesar de que hablamos de
dependencia de manera explícita desde los años 50, el problema es que la
dependencia actual no es igual a la de aquella época. La dependencia
actual se da en el marco de un sistema-mundo mucho más volátil,
amalgamado, y de profundas vulnerabilidades, y eso es imposible
evadirlo. Hablar de una tendencia para los próximos años de altos
precios internacionales del petróleo como resguardo irrefutable para
profundizar el rentismo, invisibiliza la extraordinaria conexión que
existe entre la crisis energética, la crisis del capital y financiera, y
la crisis ambiental mundial. El reciente “shutdown” estadounidense por
el conflicto del presupuesto y el techo de la deuda entre republicanos y
demócratas (Oct. 2013), hizo aún más visibles los problemas
estructurales que sufre la economía norteamericana y la creciente
pérdida de confianza mundial en el dólar, que a medida que sigue usando
la máquina para imprimir billetes, socava el papel de su moneda como
reserva global.
¿Cuál
es la posición venezolana ante un posible crash bursátil mundial?
¿Hasta cuando la Reserva Federal podrá mantener la inyección liquidez de
manera ininterrumpida, los denominados Quantitative Easing, por
85 mil MM US$ al mes? ¿Cómo afectará esto a la economía de los BRICS?
¿Podrá China sostener su elevada tasa de crecimiento en un mundo
capitalista en crisis? ¿Podría estallar una burbuja inmobiliaria en
China? ¿Cómo afectará a la economía mundial el cambio de política hacia
adentro de China? ¿Cómo afectará esto a América Latina y Venezuela?
Los
signos de esta agudización de la crisis estructural del capital son los
indicadores de un proceso histórico en el cual, desde la crisis mundial
de los 70 hasta nuestros días, la acumulación capitalista requiere de
masivos y globales mecanismos violentos y fraudulentos de acumulación
por desposesión para poder mantener la tasa media de ganancia, y la
propia vida del circuito del capital. El ataque sistemático que estamos
presenciando contra pueblos y territorios, ya no solo en el Sur sino
también en el Norte Global, es evidencia de ello. Como forma de
compensación, el capital financiero se moverá de manera voraz y
creciente hacia más actividades especulativas y hacia una profundización
de la financiarización de la Naturaleza.
A pesar de la llegada de una serie de gobiernos progresistas en América Latina, el neoliberalismo nunca se fue.
Y esto es porque no podemos entender al neoliberalismo sólo como una
ideología, un programa de gobierno o un paquete de ajustes
estructurales: las formas de acumulación en la globalización neoliberal,
impulsadas primordialmente por la lógica de la acumulación por
desposesión, también se reproducen en procesos moleculares,
escurridizos, híbridos, pudiendo a su vez coexistir con formas de
control estatal. El gran capital globalizado no sólo golpea ―el shock
neoliberal―, sino que se escurre, se mimetiza, se filtra, se camufla ―de
ahí la idea de lo “trans”, propio del análisis del capitalismo tardío.
Por esto, necesitamos comprender el carácter complejo, diverso e híbrido
―e incluso diríamos sui generis― de los mecanismos de acumulación que
operan en los Estados progresistas latinoamericanos. Como afirma David
Harvey, la neoliberalización pura no funciona[15]. De ahí que el neoliberalismo post-consenso de Washington es un neoliberalismo mutante.
Venezuela
se inserta en esta complicada lógica, en la medida en que se integra
con mayor intensidad a la globalización, al tiempo que su crisis interna
de largo plazo, muy influida por una inundación de divisas, la vulnera,
abriendo más caminos para los procesos de acumulación por desposesión.
Procesos moleculares como el acaparamiento de productos básicos en los
abastos y supermercados, la construcción de climas de inestabilidad
social que tienen un correlato en la depreciación de la moneda, o las
estafas ciudadanas vía CADIVI, se conectan con la caída de las reservas
internacionales y las crecientes cuotas de endeudamiento externo.
En
este caso, antes que preguntarse por la capacidad para mantener el
gasto público, o sobre la posibilidad de mantenimiento del curso actual
de la captación de la renta, surge la interrogante: ¿se podrá mantener al menos la direccionalidad de la renta petrolera hacia los sectores más necesitados de la sociedad?
Ante
los peligros de masivos y/o institucionalizados procesos de acumulación
por desposesión, cabe nuevamente la pregunta: ¿la renta petrolera es
primordialmente un obstáculo? ¿Qué camino es más costoso? ¿Profundizaremos el rentismo o tomaremos otro camino alternativo más allá del rentismo?
Romper el tabú: discusiones marginales sobre superar el rentismo más allá del rentismo
Reconocemos
las enormes dificultades de poner en marcha un proyecto político
alternativo de este tipo. El avance histórico de la implantación
moderno/rentística y de los efectos de las divisas sobre la economía
doméstica durante décadas, supone grandes desafíos de transición. Sin
embargo, y dado que en el imaginario político y cultural venezolano una
transición post-petrolera parece estar en los rincones marginales de lo
impensado y lo impensable, y que es prácticamente un tema tabú que nadie
quiere tocar, estos temas necesitan discutirse amplia y sensatamente,
precisamente para comenzar a construir ese nuevo imaginario y discurso
post-petrolero.
Por
otro lado, y dados los efectos a escalas variables de la crisis, una
transición post-rentista y post-extractivista no solo es deseable, sino
imperiosa, ante las amenazas que supone la profundización de este
modelo. El diputado Jesús Faría da en el clavo cuando plantea que la
guerra económica se combatirá con la creación de comunas[16].
Las comunas como proyecto político a gran escala, no solo constituyen
una plataforma para la construcción del llamado “Socialismo del Siglo
XXI”, sino son núcleos de resistencia territorial ante una crisis
capitalista a escala global o nacional. En la medida en que germinan
procesos de organización comunitaria y autogobierno, y dentro de lo
posible, de autosostenibilidad, se desplazan no sólo los altos niveles
de dependencia de los sujetos con el capital, sino incluso con el Estado
central.
En
todo caso, este proceso estará determinado por la capacidad
organizativa, los niveles de conciencia y los recursos materiales con
que cuente el poder constituyente, fuerza creadora y originaria del
proceso político que hemos llamado “Revolución Bolivariana”.
Quisiéramos
para finalizar, proponer para el debate algunas ideas generales que
sirvan de referencia para pensar y construir las alternativas hacia un
modelo post-rentista, post-capitalista y comunalizado:
Ø Si en la Revolución Bolivariana se saldó una buena parte de la deuda social acumulada, ¿cuándo
debería comenzar una fase de progresivo desprendimiento de la renta? Se
trata de un proceso profundamente geopolítico, que de caer en la trampa
del etapismo, la respuesta tal vez fuese “nunca”, posponiendo
permanentemente todo inicio concreto hacia una transición más allá del
rentismo. En todo caso, más allá de un sistema-mundo en caos, hay que
evaluar qué implican estas transformaciones en el marco de una crisis
hegemónica con tendencia a la multipolaridad, en un
entorno de fortalecimiento regional en América Latina en términos
geopolíticos; y un entorno de movilizaciones populares también en la
región, con algunos vaivenes. La pregunta es: en síntesis, ¿es este
el mejor entorno geopolítico que ha tenido y puede tener América Latina
para su emancipación en toda la historia de la modernidad capitalista?
Ø Una
transición hacia un modelo post-extractivista requiere necesariamente
ir desplazando la sobredeterminación rentística en Venezuela, y no lo
contrario. ¿Podría ser suficiente una extracción máxima de 3.500.000 de
barriles a precios altos como los actuales, para cubrir los gastos
corrientes y las inversiones productivas, reformulando progresivamente
los esquemas sociales, productivos y políticos para poder iniciar la
sustitución de renta por producción? ¿Sería esto factible? Lo que sí
podemos asegurar es que en un escenario de moratorias de los proyectos
extractivos petroleros, obligaría a impulsar nuevas conciencias y
disposiciones productivas para emprender el camino a un modelo social
más orgánico.
Ø Escenarios
como la presión de la demanda energética internacional y la capacidad
de obtener dinero fácil juegan en contra de un proceso de transición
post-rentista. También los procesos de endeudamiento externo y mantener
el esquema parasitario, consumista y despilfarrador de gasto público son
factores adversos. En todo caso, tarde o temprano se tendrá que hablar
claramente del inicio de una extracción petrolera en retroceso.
Ø Hay
entonces que reconocer que, aun si no se pretendiera aumentar los
ingresos rentísticos nacionales, el provento actual podría ser mejor
distribuido, no sólo de una forma más justa, sino que a su vez
desestimulara esquemas de producción y consumo rentistas, y estimulara
producciones locales y comunales. Hay que estructurar una profunda y
radical transformación de los mecanismos de distribución de la renta.
Ø Los
altos precios del petróleo pueden generar fondos que subsidien la
transición y el futuro decrecimiento de la extracción petrolera.
Ø ¿Cuál
es el límite inferior para establecer un gasto corriente necesario,
satisfaciendo las necesidades de la población? ¿De qué hablamos cuando
nos referimos a “necesidades”?
Ø Es
fundamental comprender que el tránsito a un modelo post-capitalista y
post-rentista se debe basar en una transferencia de poder territorial,
en vez de una “siembra del petróleo”; esto es, iniciar el tránsito de la
pobreza rentista a la riqueza por apropiación de procesos. Esto además
favorece a la desconexión sistémica, y a la disminución de la
dependencia y de las vulnerabilidades propias de la escalada de una
crisis global o local.
Ø La
única forma viable de poder plantear una estrategia post-rentista, más
allá del rentismo, que reestructure progresivamente los modos de
ocupación territorial, de consumo, producción y de relacionamiento
intersubjetivo, es, tanto por medio de incentivos y desincentivos
fiscales, como construyendo un amplio respaldo popular a este tipo de
estrategias, tarea titánica pero ineludible.
*Emiliano Teran Mantovani es
sociólogo de la Universidad Central de Venezuela, investigador del
Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos – CELARG, y hace
parte del equipo promotor del Foro Social Mundial Temático Venezuela.
Fuentes consultadas
- AGENCIA Venezolana de Noticias. Jesús Faría: Creación de Estado comunal combatirá la guerra económica. Maturín, 09 Oct. AVN. Disponible en: http://www.avn.info.ve/ contenido/jes%C3%BAs-far%C3% ADa-creaci%C3%B3n-estado- comunal-combatir%C3%A1-guerra- econ%C3%B3mica. [Consultado:21/10/2013].
- BANCO Central de Venezuela. Informe Económico 1999. Junio 2000. Disponible en:http://www.bcv.org.ve/ Upload/Publicaciones/infeco99. pdf. [Consultado:2/09/2012].
- BANCO Central de Venezuela. Informe Económico 2012. Disponible en:http://www.bcv.org.ve/ Upload/Publicaciones/ infoeco2012.pdf. Consultado: [19/10/2013].
- BAPTISTA, Asdrúbal. Teoría económica del capitalismo rentístico. Banco Central de Venezuela. Caracas, Venezuela. 2010.
- CORREO del Orinoco. Pdvsa ha captado $427.100 millones durante período 1999-2012. 3 mayo 2013. Texto/Luis Lovera Calanche. Disponible en: http://www. correodelorinoco.gob.ve/ nacionales/pdvsa-ha-captado- 427-100-millones-durante- periodo-1999-2012/. Consultado: [19-10-2013].
- FAO. Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2012 en América Latina y el Caribe. FAO 2012. Disponible en: http://www.fao.org/alc/ file/media/pubs/2012/panorama. pdf. Consultado: [08-09-2013].
- GALLAGHER, Kevin P. Irwin, Amos. Koleski, Katherine. ¿Un mejor trato? Análisis comparativo de los préstamos chinos en América Latina. Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Economía, Centro de Estudios China-México. Número 1, 2013.
- HARVEY, David. Breve historial del neoliberalismo. Edición electrónica. Disponible en:http://ebookbrowse.com/ david-harvey-breve-historia- del-neoliberalismo-pdf- d304584325. [Consultado: 11/06/2012].
- HARVEY, David. El nuevo imperialismo. Ediciones Akal S.A. Madrid, 2007.
- MAZA Zavala, Domingo F. La devaluación en el proceso de la crisis venezolana. Nueva Economía. Academia Nacional de Ciencias Económicas. Año XVIII. Nº 31. Julio 2010. pp.27-60.
- PÉREZ Alfonzo, Juan Pablo. Hundiéndonos en el excremento del diablo. Fundación Editorial El perro y la rana. Caracas, 2009.
- SUTHERLAND, Manuel. Aumento
del 894% en la importación estatal, caída en las reservas
Internacionales y la Estatización urgente del Comercio Exterior. Centro de Investigación y Formación Obrera CIFO-ALEM. 31-09-2013. Disponible en:http://www.alemcifo.org/ uploads/3/2/3/7/3237202/pdf_ aumento_del_894_importacio_ estatales_web_largo.pdf. Consultado: [13-10-2013].
- TERAN Mantovani, Emiliano. Neblina sobre los horizontes post-extractivistas: ¿no hay alternativas?Rebelión. 29-08-2013. Disponible en: http://www.rebelion.org/ noticia.php?id=173154. Consultado: [29-08-2013].
- ÚLTIMAS Noticias. Edición impresa del domingo 15 de septiembre de 2013. Caracas, Año 72 Nº 28736.
- ÚLTIMAS Noticias. Edición impresa del domingo 29 de septiembre de 2013. Caracas, Año 73 Nº 28750.
[1] En: ÚLTIMAS Noticias. Edición impresa del domingo 29 de septiembre de 2013. Sección el Domingo, pp.4-5.
[2] Un
país que perciba una alta renta no tiene porque ser categorizado como
“rentístico”, si por el otro lado tiene una economía de alta
productividad. Esta característica es descrita y analizada por Asdrúbal
Baptista en «La renta de la tierra en la escena económica internacional. El caso del petróleo»: BAPTISTA, Asdrúbal. Teoría económica del capitalismo rentístico. p.59
[3] En: CORREO del Orinoco. Pdvsa ha captado $427.100 millones durante período 1999-2012.
[4] Cfr. BANCO Central de Venezuela. Informe Económico 2012. p.23
[5] Cfr. BANCO Central de Venezuela. Op.Cit. pp.24, 132.
[6] Fuente
base BCV, con cálculos de analistas petroleros independientes. Promedio
de series 1950-2012 a Bs Constantes (1997=100): 22,1%.
[7] Cfr. SUTHERLAND, Manuel. Aumento
del 894% en la importación estatal, caída en las reservas
Internacionales y la Estatización urgente del Comercio Exterior.
p.4. Para inicios de la Revolución Bolivariana (1998) la proporción de
importación estatal respecto al total era de 19,6%. En 2012, se duplica,
llegando a casi 40% (39,05%). Cfr. BANCO Central de Venezuela. Ibíd.
[8] Cfr. HARVEY, David. El Nuevo Imperialismo. Cap. IV: «acumulación por desposesión». pp.111-140.
[9] En: ÚLTIMAS Noticias. Edición impresa del domingo 15 de septiembre de 2013. Sección el Domingo, pp.6-7. Subrayado nuestro
[10] Cfr. PÉREZ Alfonzo, Juan Pablo. Hundiéndonos en el excremento del diablo. p.227
[11] Cfr. MAZA Zavala, Domingo F. La devaluación en el proceso de la crisis venezolana. pp.31-32
[12] Cfr.
Banco Central de Venezuela. Información Estadística de Reservas
Internacionales y tipos de cambio (diario), disponible en su web http://www.bcv.org.ve/
[13] Op.Cit. p.51
[14] Cfr. TERAN Mantovani, Emiliano. Neblina sobre los horizontes post-extractivistas: ¿no hay alternativas?
[15] Cfr. HARVEY, David. Breve historial del neoliberalismo.
[16] En: AGENCIA Venezolana de Noticias. Jesús Faría: Creación de Estado comunal combatirá la guerra económica.